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El fútbol puede ser su sello distintivo, pero Ezequiel Suranyi es bastante más que eso. Y también es jugoso lo que hace con el fútbol como tópico: lo aborda desde lo temático y desde lo sociológico, pero también desde lo estético.
Y fundamentalmente desde el color y la materia: composiciones geométricas y planos de colores potentes, recortados de la realidad por el ojo de este chico que, tanto como porteño como eventual londinense, encaja en el tema con carta de ciudadanía. Barra brava y hooligan.
Por otro lado, Suranyi retratando a Erlich es como un reflejo inverso: uno recrea el entorno real con un aspecto simple, pero complejizado por trucos ópticos y perceptivos que acaban distorsionando lo previsible.
El otro capta lo extravagante y lo fabuloso contenido en lo común, en lo desapercibido, creando tanto planos cromáticos limpios y op -dignos de un pintor hard edge- como instantáneas contemporáneas que resuenan con ecos de Coppola y Davidson.
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