Entrevista a Kevin Cyr
por Juan Batalla
 
     
 

Kevin Cyr (1976) nació en Canadá y se crió en el pueblo de Madawaska en el estado de Maine, E.E.U.U. Estudió arte en Boston y vive en Brooklyn. Desarrolla una carrera de visibilidad creciente.
En plena temporada de polinizaciones, vale echar una mirada al mundo de vehículos autónomos y decrépitos, retratados y resignificados de diversas formas, que pueblan el corpus de trabajo de Kevin. Descontextualizados del marco callejero o rutero, los retratos realistas hacen hablar a los detalles; estos conjugan un discurso que, atravesándola, pone en escena cierta crisis.                                    
Para aquellos no informados al respecto, cabe el apunte de que una mínimamente camuflada obra de Kevin, perteneciente a la serie Home in the Weeds, formó parte de la presentación de un proyecto premiado por el Centro Cultural Conti de Buenos Aires y dio lugar a una larga cadena de comentarios que se extendió por inauguraciones y redes sociales, además de a una incumplida promesa de discutir de forma abierta lo acontecido por parte de las autoridades de dicho espacio.

 

JB - Supongo que te criaste en un entorno rural. ¿Cómo descubriste que eras artista?

KC - Mi madre pintaba cuando yo era chico. Era más como un hobby apasionado, pero de algún modo eso se me impregnó. Siempre hice cosas- dibujos, modelos, casa en los árboles. Siempre fue parte de mi vida y dedicarme al arte resultó la carrera más natural a seguir.

JB - Percibo en tu obra un statement acerca de la libertad.

KC - Me alegra que leas libertad en mi obra, es particularmente cierto para las esculturas que hice. Camper Bike me llevó tres años desde su etapa de boceto hasta estar terminada.
Varias de las fotos que documentan Camper Bike son de mi amigo Wayne Wang andando por las afueras de Beijing. Una vez en la bicicleta, él asumió el rol de viajero y le dio al proyecto el contexto de exploración, autonomía y autosuficiencia.

JB - Todos esos individuos que acarrean sus pequeños mundos con ellos... uno celebraría la realidad con sus luces y sombras junto a algunos de sus dueños. Ja, supongo que es mi hora whitmaniana. ¿Te gusta tomar contacto con esos dueños de vehículos? ¿Qué opinan de que retrates a sus máquinas?

KC - Usualmente están intrigados por que quiera gastar tiempo en fotografiar sus autos o vans para luego pintarlos. Y siempre es interesante encontrarse con alguien que es dueño de un vehículo viejo, golpeado; usualmente son tan interesantes como sus autos.

JB - Usándolos para tus obras producís un tipo de transformación poética, a espejo de las que ocurren en las road movies. ¿Vos a qué sentís que te estás refiriendo mediante estas imágenes?

KC - A la clase trabajadora. Linkea toda mi obra. Creo que la gente le da demasiada importancia a sus autos como símbolo de status. Y me gusta contrastarlo con quienes le dan valor a sus autos y vans curtidos, porque son emblemas de experiencia.

JB - ¿Qué pensás del surgimiento de una obra que refiere a la tuya de un modo bastante literal, pero desarrolla los objetivos de otra artista? Por supuesto me estoy refiriendo al Premio del Conti en Argentina.

KC - Es decepcionante. El hecho de que Romina Orazi fotoshopeó mis dibujos y solo los alteró ligeramente es bastante insultante. Una cosa es usar las imágenes de otro artista para alimentar tu trabajo, eso es parte del proceso creativo. Pero, alterar el diseño de otro y presentar la idea como propia es diferente. Ella sostiene que el Conti ha usado el trabajo sin su permiso, pero un artista es 100% responsable de todo lo que sale de su taller.

JB - ¿Te preguntó alguien de la institución que dio el premio tu opinión acerca de esto?

KC - Me fui enterando a través de e-mails de argentinos a los que el tema les generó ganas de comunicarse conmigo. Yo mandé un e-mail al Conti pidiendo que sacasen las imágenes de su sitio. Las quitaron y unos días después afirmaron que evaluarían mi reclamo contra la artista. Pero nunca recibí otra respuesta del Conti desde entonces. Las instituciones tienen la responsabilidad de realizar todas las diligencias y al menos investigar a un finalista antes de dar un premio. Lo más desafortunado es que otro artista más merecedor del premio fue ignorado.







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