Entrevista a Diego Gravinese
por Juan Batalla
 
The Method; óleo s/tela; 120 x 180 cms    
 

La conversación con Diego fue placentera y movilizadora. Tras la desgrabación, identifico en ella al menos dos tonos complementarios, y concluyo que me interesa sacar a luz la mayor parte de lo que se dijo. Así asumo la responsabilidad de editarlo solo mínimamente, resultando en una entrevista extensa que refiere tanto a la historia reciente del arte argentino y al lugar de Diego en él como a aspectos más volátiles de la existencia.

 

 

No sé adónde podemos terminar, así que te propongo empezar hablando de vos en los 90, que fue cuando arrancabas. De tu relación con Glusberg, que me parece un personaje clave, y con la escena en general.

Eso sería primera mitad de los 90. Conocer a Jorge me causó una serie de inmediatos desencuentros con el mundo del arte, con el que aun no estaba relacionado. Era el 91, y yo le había mandado fotos de obras a través de alguien que conocí y era pariente de él. Y el tipo, solo por lo que vio a través de esas fotos -yo tenía currículum cero, literalmente-  me llamó diciendo: “me gusta lo que hacés, venite a la fábrica y traé unos cuadros”. Por entonces él estaba en el CAYC y tenía además su reputación como crítico de arte. Yo le mostraba mis obras a quien podía. Otra de las primeras personas que me crucé fue Florencia Braga Menéndez, que entonces era la secretaria del director de Salas Nacionales en el Palais de Glace, Sapollnik. Ella se copó de verdad y me dijo: “Diego, yo voy a tener una galería en algún momento y me encantaría que estés”. Todo fue sucediendo muy rápido, entre mis 19 y 20 años pasaron muchas cosas. Cuando le llevé las pinturas a Glusberg, las miró -estaban apoyadas contra la pared, en la vereda-, y me acuerdo que dijo "no entiendo muy bien pero me gusta mucho; justo estoy haciendo una muestra antológica de arte argentino de las últimas décadas, ¿querés ser parte?". Se hizo en un espacio que había arriba de Harrods. Puso tres obras mías en esa muestra, en una sección que se llamaba "jóvenes emergentes" o algo así. Entonces, salió en la revista Noticias la primera nota sobre la muestra, y Glusberg le dio a Victoria Verlichak la imagen de una obra mía para ilustrarla. O sea, yo no había mostrado jamás antes y era “la cara” de una muestra enorme - al menos en esa revista -. Me dio cierto pudor, pero fue como una bola de nieve. Me llamaron de la Galería Ruth Benzacar diciendo "Diego, tenemos personas interesadas por los cuadros que están en la muestra, ¿querés venderlos a través nuestro?". Así sucedió, y poco después hice mi primera muestra. Jorge me metía en muestras colectivas, y yo ahí veía algo de lo que pasaba, porque casi no conocía el medio.

Bueno, ¡tenías 20 años!

Sí, tenía 20 años, pero había chicos de mi edad que se habían formado en la Belgrano y tenían más conocimiento y probablemente también una idea más amplia en términos conceptuales acerca de lo que el arte podía decir o ser. Y hubo reacciones de todo tipo. Gente que se entusiasmaba mucho y otros, incluso algunos artistas, que se ofendían de que yo estuviera súbitamente ocupando espacios. Laura Buccellato, que no me dio bola la primera vez que le fui a mostrar cosas, después me vio en una muestra, en otra, y enseguida me estaba ofreciendo el ICI para el año siguiente. Algo de esa época es que había un décimo de los artistas que hay ahora, y creo que también un décimo de las galerías; eran Ruth Benzacar, Julia Lublin, y unas pocas más que venían desde los 70, 80.

¿Estuviste cerca de la movida del Rojas?

No, apenas conocía a Pombo, Harte y a otros, como Siquier, que no eran del Rojas. Y de los que más cerca estuve fueron Emiliano Miliyo y Esteban Pagés, que si bien venían de un grupo que tenía una afinidad estética con lo que después fue el Rojas - ellos eran parte de un grupo que se llamaba Mariscos en tu Calipso -  y eran chicos de mi edad, justo cuando yo los conocí se separaron del Rojas. Fue porque Gumier Maier hizo una muestra en el Recoleta que se llamaba "Algunos artistas" - y eran todos artistas del Rojas - con Feliciano Centurión, Pombo, Harte, más Emiliano y Esteban, y ahí hubo un desencuentro entre Gumier y Esteban por una de sus obras, porque a Gumier le gustaban dos y no la tercera, se pelearon y Esteban le dijo que bajaba todo y se salía de la muestra. Emiliano, por amistad, se fue también, y ahí Gumier dijo "bueno, uds. quedan de la vereda de enfrente". Y yo, como amigo de ellos, terminé quedando enfrente también. Honestamente, nunca hice una lectura politizada de la situación del mundo del arte, trato de no hacerla hoy en día, me parece que juega en contra de la poética y en favor de intereses que están por encima de los artistas. Creo que algunos artistas la juegan mejor que otros, pero lo que a mí me interesa del arte no tiene nada que ver con eso.

Quizá muchos de los posicionamientos no sean tan sólidos, mucho tienen que ver con pequeños amores y peleas como los que estás nombrando.

Claramente, y no es un juicio de valor sobre las obras que se mostraban ahí, mucho de lo que pasaba en el Rojas tenía que ver con una cuestión de amistad y de grupo; que implicaba otras formas de pertenencia, como la homosexualidad y el gusto por cierto tipo de obra y cierto tipo de discurso, que sí estaba politizado desde la curaduría, y se presentaba como vanguardia casi excluyente. O sea, yo estaba pintando cosas que no tenían nada que ver y se me acusaba de extranjerizante. Y me di cuenta de que no importaba si pintar o no. Había tanto formalismo, o mejor dicho tanto anti-informalismo, y tanta pelea con eso, que yo dije "no, me quedo en el formato cuadro, me quedo en la pintura, porque entiendo que hay una trama por debajo” -aunque en ese momento no lograba visualizar la idea del todo-, “pero hay algo que va por debajo que es más importante que la forma que toma. Si lo que está en la superficie logra que uno llegue a esa trama por detrás, me parece que cualquier forma y cualquier instrumento son válidos”. Entonces yo me quedé con eso y, bueno, me hicieron críticas que en ese momento me dolieron un montón, pero hoy en día me parecen banales, "que esto ya se hizo hace veinte años, que el hiperrealismo, el americanismo…". Entonces, cómo lo veo: todo esto fue una larga introducción para decirte que creo que los noventas fueron optimistas, había algo de que a los chicos les estaba yendo bien, tenían una proyección enorme porque los nombres que estamos diciendo - Pombo, Harte, Siquier,- eran superestrellas en ese momento, o por lo menos así lo sentíamos nosotros que los mirábamos de abajo. Y había como un candor, una especie de fe, estábamos todos entusiasmados. Yo por más que tuve un par de desencuentros con alguno de ellos, de verdad me conmovía con lo que hacían, eran cuestiones más personales por las que yo no estaba haciendo el mismo tipo de obra. Había ciertas combinaciones de colores, ciertas formas, que para mí hablaban de una estética gay, por más que a ellos no sé si les gustaba o no esa mirada, que tenían una afinidad a través de cierta simpleza. Mientras que yo reconocía en mí algo con más densidad. Siempre me sentí más pesado. Más matérico. No lo digo como bueno o malo, sino que sentía que no podía simplificarlo hasta ese nivel, y en un punto hasta los admiraba por eso, pensaba "mirá cómo con cuatro cosas llegan a un lugar que a mí me lleva todo esto".

¿Cómo ves a las galerías? Trabajaste con Ruth, y ya en los 2000 pasaste por Zavaleta. ¿No?

Los 90 fueron casi como una línea recta en mis búsquedas personales. Y la muerte de Ruth coincide con un quiebre mío, que fue a los 31 años, ahí puse en duda algunas en las que había creído, incluyendo el sistema del arte al cual sentía que estaba en un punto "haciéndole los deberes".
Pasaron muchas cosas desde el 2000 hasta ahora. Todos - y me incluyo- empezamos a asumir que el mundo del arte era este mercado movido por modas. Además aparecieron internet, los libros de Taschen… el arte en estos últimos 10 años se volvió una cosa supercool, que en los 90 no era. Había un cierto romanticismo esos años, aun en el cinismo - que era el motor en cierto modo -, había un romanticismo que creo que después se empezó a diluir en algo más aceptado, más trendy, y que hasta te hace ver bien. Había algo de un compromiso genuino, me gustara o no, el que estaba tenía un compromiso. Y no digo que ahora no lo haya, no soy de mirar atrás con nostalgia, me parece que está buenísimo el nuevo momento, que va abriendo nuevas posibilidades poéticas que me encantan.
Y también las galerías, me parece que hay muchas que se han vuelto como casas de decoración, que muestran lo que está bien. No sé si hay alguien que haya reemplazado a Ruth, pero empiezan a aparecer nuevos galeristas. Por ejemplo, les tengo mucha fe a Larisa Zmud y Nat Sly, las veo entusiasmadas. Yo veía algo de eso en Florencia Braga Menéndez, pero también veía en ella lo que terminó pasando, que es que no quería ser una negociante del arte. Siempre tuvo una especie de fe tan elevada en el arte, que tener una galería iba en contra de sus propios principios. Creo que un galerista debe ser un hombre de negocios, y a la vez tener la sensibilidad para entender que está moviendo poesía. Hay gente que lo está haciendo muy bien, 2 o 3 galerías que están funcionando y demuestran que tienen esa habilidad y ese sentimiento. Lo que tenía Ruth era un amor muy genuino y espontáneo. Tenía eso de llamarme por ahí a las 8 de la noche u otra hora rara para decirme cosas muy sentidas, y capaz que eso existe hoy en día. No puedo hablar por los demás, porque como era algo privado entre ella y yo, que me parece que ni Orly supo, capaz que hoy en día está y yo no lo sé. Es que hace unos años que me abrí de las galerías. Yo pasé de estar con Ruth a estar un tiempo solo, y luego Hernán Zavaleta me ofreció ir con él. Fue una experiencia agridulce porque Hernán, al menos en esa época, no estaba listo para llevar adelante semejante empresa. Y ahí empecé a tener problemas que yo no tenía antes, pero también fue porque empecé a dudar del sistema en general y necesitaba romper algunas cosas internas. Y te voy a decir la verdad, a mí lo que me pasa hoy en día es que tengo un par de ofertas para incorporarme a galerías, pero… Pará, abramos paréntesis. Te voy a decir que una galería que sí me encantaba, porque representaba lo que había que esperar de una galería, era Dabbah Torrejón. Yo los veía a ellos: cinco o seis artistas a los que representaban desde antes de tener un espacio físico, a los que les daban lo que una galería tiene que dar. Apoyo económico, catálogos, mover la obra y cuidarla, esas son las cosas que tiene que hacer una galería. Para mí que una galería tenga más de 12 o 15 artistas ya empieza a ser una especie de despropósito, porque no podés ocuparte de todos.

Alguno queda en el banco de suplentes siempre.

Siempre. Y por ahí les sirve para tener una especie de prestigio porque venden a los que venden, y luego hay algo para llenar cada rubro. Da hasta ternura. Pero creo que algo que cambió las reglas del juego enormemente es internet. Si hay un motivo por el que estoy sin galería desde hace un par de años es todo lo que puedo conectar por ese medio. Igual depende de la obra, no toda obra es mostrable online. Así es como desde hace un par de años no necesito galería - bueno, si lo necesito en este punto, porque siempre necesito crecer -, pero por un tiempo dije "ah, yo puedo hacer esto…".

Y hablando de internet, ¿porqué te fuiste de Twitter?

Jaja. Twitter me encantaba, pero empezaba a generarme una ansiedad que decía, "¿qué me pasa?, puse una frase hace un rato  y estoy esperando a leer las repercusiones”. Me quitaba energía. Lo pensé mucho tiempo, y quería cortarlo pero no podía, estaba adicto en un punto. Y pasó que hace unos meses me enfermé, y viste que las enfermedades siempre te llevan a querer limpiar, y una de las cosas que hice espontáneamente, no lo pensé mucho, fue cerrar la cuenta de Twitter. Te extraño a vos, extraño a un montón de gente súper interesante que había, y enterarme de cosas, pero cortarlo me devolvió un espacio que me estaba faltando, que aparte no tenia un retorno. Porque ponele, Facebook sí tiene un feedback que para mí es interesante. Que no se ve por ahí públicamente porque está ligado a gente que me escribe por privado, pero han surgido cosas reimportantes para mi vida por Facebook.

Pero en Twitter podés ser más agudo.

Es que justamente, como Twitter te permite esa incisividad, te lleva a querer ver qué pasó con lo que dijiste, porque hay un compromiso más profundo con lo que hablás. Pero para mí la respuesta no compensaba la ansiedad que me genera. En cambio Facebook no me genera esa ansiedad, y no uso otra red ahora. Antes usaba Flickr, que fue mi primer conexión con internet. Ahí tuve el primer atisbo de que podían pasar cosas, porque un día estaba pintando un cuadro y subí una foto del proceso. Me escribió de inmediato alguien de Panamá que quería comprarlo. Ahí dije, “pará, esto puede pasar realmente”. Comprendí que se abrían un montón de puertas. Igual, volviendo a Facebook, te voy a decir un secreto: yo no miro otros Facebooks. Porque cuando hago eso entiendo la razón de que todo el mundo lo deteste, y es que se lee cada cosa…

Y te fuiste a New York, cerrando la década.

Para mí era el paso lógico. Yo venía exponiendo en Buenos Aires. En los 90 fui un alumno muy bueno que hizo lo que pensaba que había que hacer. Y la verdad que mi vida consistía en mi mundo privado con mi chica de ese momento, pintar y exponer. Y básicamente había mostrado en todos los lugares donde se podía mostrar en Buenos Aires, incluida Ruth Benzacar, que hasta ese momento no le abría la puerta a los artistas jóvenes. En el 97 incorporaron el piso de abajo, donde antes había una casa de diseños, y me ofrecieron a mí hacer la primera muestra. Decliné el honor, y pedí hacerla en unos meses, porque en verdad no tenía obra en ese momento. Así que la primera fue una de Alejandro Kuropatwa. Luego hice la muestra, en el 97, que se llamó “Surfer”. Y a partir de ahí pensé que quería mostrar afuera. Y en ese momento vincularte y que te invitaran a exponer afuera era difícil. Así que di un paso que fue una suerte de salto en el aire: me fui a New York con una carpeta de obras a encarar las galerías, medio kamikaze. Y me dolió un montón porque pasó lo que era esperable que pasara, que es que no te dan bola.

Te tiene que introducir alguien.

Exacto. Fui por un mes, en el que obviamente no pasó nada. Pero me quedé una semana más para ver a Kraftwerk, que volvía a tocar después de 15 años, y ahí conocí a un cubano curador que terminó siendo quien me abrió puertas.
(Suena el teléfono. Es Leandro Erlich.). Bueno, Lean es importantísimo. Porque yo traté de hacer Bellas Artes dos veces. Primero hice la mitad de un año de Ciclo Básico, que dejé porque me aburría. Pero dije "no me puedo quedar en casa con 19, pintando naturalezas muertas"; y fui de vuelta y Leandro, que es un año más chico, estaba entrando; él conocía más del mundo del arte, de cómo era la dinámica. Y me convenció de dejar eso que no iba a ningún lado. Me presentó a Ana Eckell y a una serie de personas que me abrieron el panorama. La visión de Lean siempre fue clarísima.

¿Cuando fuiste a New York él ya estaba por allá?

Estaba empezando a tener un nombre. Él tuvo un cambio importante que fue cuando se ganó una beca allá que era muy jugada, tenías que estar como un año y medio en un lugar aislado de todo. El sitio era afuera de la ciudad, tenías que ir para adentro sí o sí. Y entonces Lean, que tenía un montón de ideas que aun no cerraban del todo, entendió qué es lo que quería hacer. Ahí salió con la pileta, y fue con eso a Venecia.

Acabás de hacer la tapa de un disco. Contanos algo sobre eso.

Una de las cosas de internet es que me llegan propuestas de bandas para hacer tapas - se ve que en mi obra hay algo que conecta con la música -. Y entre esos mails vino uno de alguien de un estudio de diseño gráfico en Londres, que no me dijo el nombre de la banda pero empezó a describir lo que quería: "van 3 chicas de dorado arriba de unos panqueques, el disco se llama Hot Cakes, les mostré a los chicos de la banda lo que hacés y les encantó, porque al principio queríamos hacer fotos pero va a quedar mejor pintado, con aspecto de póster de los 70". Me fui entusiasmando y deseaba que no fuera una banducha. Y al final me dijo que eran The Darkness, los mismos de “I believe in a thing called love”. Arreglamos un precio que estuvo bien, y hubo que meterle pata. Lo interesante fue que al principio pensé en resolverlo como suelo hacer con mis fotos, que son producción muy doméstica. Pero para hacer esos panqueques en photoshop tenía que lograr un montón de efectos y brillos, si no los hacía con exactitud se complicaría. Ahí me di cuenta de que tengo toda una red de amigos que podían hacer lo que fuera necesario. Emiliano Miliyo, que es un artista que me encanta, por otro lado hace realizaciones de efectos especiales y escenografías. Entonces le pregunté si podía hacerlos, o si era mejor con photoshop. Y me dijo que los hacía en 3 días. Después para conseguir malla dorada la llamé a Lyla Peng, que es productora, y me dijo que las conseguía, y que si precisaba maquillaje también. Aparecieron las modelos, el estudio de fotografía… Y se armó todo en 3 días, con un costo para mí, obviamente, pero fue un aprendizaje enorme de coordinación de equipo. Y me abrió a la idea de producir algunas fotos. Fue un gran aprendizaje y una maratón de 40 días de trabajo. Y la banda, que estaba de gira, tenía que aprobar todo. Peleamos un montón, nos llegamos a reputear,  pero una vez que estuvo definida la imagen fueron 20 días de pintura normal. Corrido, pero es lo que yo hago: pasar la diapo, proyectarla, todo el proceso corriente.

Hablás de la música y acá mientras suena Julieta y los Espíritus.. ¿Quién es Julieta?

July Sky es un hallazgo para mí. Porque amo la música y tengo muchos amigos músicos,. Voy a decir algo que es un poco tremendo: me cuesta relacionarme con gente si no puedo conectar con su obra en algún nivel. Como que me tiene que gustar por una cosa u otra. Y con July me pasó eso. La conozco desde hace 12 años y nunca me había enganchado del todo con lo que hacía. Hace unos meses nos volvimos a encontrar, me dijo "te quiero mostrar lo que estoy haciendo". Y escuché sus demos sin ninguna expectativa. Me mandó 2 temas, y yo me volví loco, como que era genial. Hits. Capaz que en otra época yo hubiera tenido un conflicto con la idea de hit, pero ahora estoy muy copado con ese concepto. Me parece que baja información importante en un formato que puede asimilar mucha más gente. No importa si es a propósito o no - aunque en verdad, cuando es a propósito difícilmente funciona eso -. Pero que alguien logre algo que tiene una amplitud de recepción y ponga ahí un par de cosas acertadas y afiladas, me parece que esa es mi idea de hit hoy. Y la música de July, que es Julieta y los Espíritus, creo que tiene eso y que no exagero si digo que es como una suerte de Abuelos de la Nada versión mujer. Ella además adora a Miguel Abuelo, hay algo de ella que liga con él. En vivo es una banda buenísima y están grabando ahora su primer disco.

Habrá que ir a verlos.

Sí, se lo recomiendo a los lectores de Sauna, jaja.

Diego, tenés afinidad con plantas psicoactivas. Me acuerdo de aquella definición que le oí por primera vez a Escohotado y que me pegó, lo de "enteógenos", en el sentido de sustancias relacionadas con una capa diferencial de lo existente en la que hay acceso a cierta consciencia más ligada a lo divino.

Siempre me cayó bien Escohotado. Solo que yo no consumía nada en la época que él andaba por ahí.
Mirá, yo probé toda clase de drogas y tuve adicción a cosas bastante prescindibles, pero hay cosas que no tienen nada que ver con eso. El descubrimiento que hice de los hongos - se llaman alucinógenos, pero creo que la palabra alucinógenos no me interesa, porque no creo que sean alucinaciones lo que producen los hongos -… Yo había probado un par de veces en dosis pequeñas y entendía la apertura que generan, parecida a la del LSD y esas cosas. Pero con buena guía y compañía tuve viajes nuevos. Yo creo que son plantas sagradas, realmente. Y que abren puertas de la percepción. Literalmente me están cambiando mi percepción del mundo cotidiano, mi relación con él ya no es la misma.

¿Eso te relaciona más con la astronomía, otro de tus intereses?

No. Yo siempre tuve conversaciones con amigos artistas en las que, sin saber lo que quería decir, expresaba "a mí me interesa lo universal". Justamente era un discurso que era anti 90s. Porque en los 90 -yo lo adoro a Marcelo Pombo, eh, no sé qué pensará él de mí pero yo lo quiero un montón, y entiendo el papel que juegan ciertos artistas- él fue muy famoso por haber dicho algo así como "no me interesa más que el metro alrededor mío". Y eso se hizo famoso como una especie de leit motiv de los noventa que era "ok, los artistas de este momento quieren llegar a sus amigos y a su entorno, y si después alguien más los toma bienvenido sea, pero no les importa".  Y yo no es que quisiese llegar más allá de un metro, pero quería encontrar algo que yo pensara que era universal, que así como estaba en mí podía estar en todos. Algo así. Y nunca fui una persona religiosa, mi familia fue anticatólica y yo solo hice catecismo de chico porque me peleé con ellos para que me dejen, porque quería saber qué era. Así y todo fui 2 años y el día que tuve que comulgar no me interesó nunca más porque ahí dije "esto no es de Dios", en el momento de la confesión. Pero pensé que si tenía que hacer eso, sentarme con un cura a contarle que mentí, eso no iba. Quiero decir, que no vengo de un entorno que fuera por ahí, pero siempre pensé que había algo de lo universal que tenía que estar adentro.
Y no quiero explicar mucho porque cualquier simplificación puede resultar demasiado banal, pero las plantas, y los hongos en especial, son… bueno, viste que la palabra psicodelia refiere a lo que permite revelar el alma. Y antes yo pensaba que era algo que me permitía mostrar mi creatividad, pero no tiene nada que ver con eso. Lo que se revela es de una naturaleza que no tiene nada que ver con esta realidad material, pero contiene en sí la trama con la que está hecho todo y lo que te da es… creo que una compasión, un entendimiento del sufrimiento y de la necesidad de amor que hay en el mundo, que permite sobrellevar esta naturaleza nuestra que es finita, en la que nacemos, morimos, amamos y dejamos de amar, nos dejan. Todo lo que nos genera dolor tiene un sentido detrás y eso se hace manifiesto. Cuando alguien ama, está poniendo en funcionamiento un montón de energías que bajan y actúan. La medicina acepta hoy que el amor y ciertos pensamientos hacen que el cuerpo sane mejor, la ciencia empieza a aceptar que la mente incide en la materia, ya no pensamos como hace cien años que la materia es un montón de ladrillos y otro al final que es indivisible y se llama átomo. Ya sabemos que el átomo no es indivisible, que es energía girando. Entonces toda nuestra percepción ya está cambiando, y lo único que puedo decir sin caer en cosas que parecerían una locura, es que realmente esta existencia es un milagro de una dimensión imposible de entender. Que el hecho de que estemos acá es una posibilidad tan remota… y ahí los pequeños problemas humanos pasan a llevarte naturalmente al lugar de la compasión. Me encanta encontrar gente que está alineada con algo que es más grande que nosotros, que entienden la dificultad de esta alineación. Y creo que vos y yo entendemos que estamos limitados por espacio-tiempo, queremos una especie de amor universal que sabemos que es una especie de utopía inabarcable pero que por momentos se da, y a veces podemos tocarla en forma de obra. Mirá, ya que estamos teniendo esta charla para una revista de arte contemporáneo, quiero decirte que una de las cosas que me quedaron clarísimas es que el arte contemporáneo como institución tiene un papel importante, algo que yo no entendía del todo. Y que es el siguiente: aligerar el lenguaje. Voy a explicar lo que quiero decir con esto: yo no creo que todo el arte que se hace hoy en día sea importante, en un nivel trascendente, humano, espiritual. Algunas obras sí y algunos artistas sí, son grandes canales. Pero después, toda esta gran cantidad de artistas que antes tratábamos de analizar desde el punto de vista más sociopolítico, con su cinismo y todo, hacen un gran trabajo. Aligeran el lenguaje. Cuando vos escuchás gente que está en ese nivel denso de realidad en el que lo importante es lo que dicen las tapas de los diarios, el fútbol, la tele… su lenguaje, su manera de expresarse y su relación con el mundo son de la misma densidad, y ellos están siendo parte de esa bola pesada que gira, que es esa cosa que se llama realidad. Creo que los artistas directa o indirectamente, sabiéndolo o no, con sus buenas o malas intenciones, su buen ego, no ego o lo que sea, todos contribuyen a aligerar la manera de comunicarse, a poner un poco de poesía en el medio, y eso es bueno siempre. Es una revelación que a mí me hizo muy bien. Y por más que no nos entendamos, yo sé que mi obra no tiene nada que ver con muchas cosas que son más ligeras que yo, también entendí mi lugar, que es otro, y dejé de estar peleado con eso.

Aunque otros te deben criticar desde el otro lugar, el de frívolo, diciendo que lo que representás en algunos casos es banal.

Creo que sí. Y creo que muchos de esos críticos son los que te digo que entiendo su ligereza, pero yo me di cuenta de que estoy hablando a otra gente que no es la misma a la que le están hablando ellos. Entonces cierta frivolidad, o facilidad en el lenguaje que yo uso, tiene que ver con la idea que te decía del hit. No es que esté buscando ser hit. Pero sí me gusta cuando el lenguaje que se usa, que es la superficie de la tela, más las palabras de la canción, que son los colores del cuadro, los puede leer más gente que una elite que está preparada para hacerlo. Cuando vos vas a una súper sala, en un espacio híper caro, para ver una líneas muy sutiles sosteniendo algo, bueno, solo hay cierto público que puede acceder a eso. Y, ojo, está buenísimo que lo hagan… Pero yo soy optimista en todo sentido, creo que todo va evolucionando, y la cultura también va evolucionando. Cuando ves las publicidades de hace 50 años, son bastardas al lado de lo que son las publicidades horribles de hoy en día. Pero hoy nadie te pondría una publicidad de entonces, donde hay un tipo que le está soplando humo en la cara a una chica para levantársela. Así que yo soy optimista, y creo que todo se va sutilizando y que cada uno colabora directa o indirectamentete, aun desde el enojo - calculo que debe haber muchos enojados que me deben ver a mí como un monstruo casi publicista-. Pero yo estoy en paz con mis intenciones, porque sé que mi intención no es frívola, y estoy dispuesto a correr un par de riesgos estéticos, si se quiere, con tal de quizás hacer una canción que sea más escuchable, que yo escucharía. Porque yo no soy una persona hípersutil intelectualmente - sí entiendo el arte conceptual, sí entiendo el minimalismo, y los respeto muchísimo. Siempre los respeté, pero más ahora -. La mayor parte del arte que me atrae, generalmente es abstracto. Y es sutil, y es divino. Pero hay algo en mí que me lleva a hacer una cosa más matérica, más densa, porque lo que siento es que cuando salgo al mundo hay una gran… no es que quiera hablar de la señora que va por la calle puteando mientras tira un carrito de bebé, pero hay algo que me hace afín al mundo denso y quiero serle fiel…

Yo no veo a la señora en tus cuadros, veo más bien a personas mucho más livianas.

Yo no hablo de esa señora, pero quiero que ella pueda mirar mi cuadro y le pase algo. Suele pasarme que mucha gente que no te esperás se engancha a hacerme preguntas y comentar. Y no digo que esa sea la finalidad del arte, porque eso lo puede conseguir cualquier pibe que tenga la capacidad técnica. Sé lo que es el arte, no es que estoy poniendo una chica en pelotas con la intención de vender un cuadro efectista, aunque se me puede acusar de eso.

Pero es sexy tu pintura. Y no es tan común hoy encontrar artistas que trabajen sobre algo sexy sin ser irónicos.

Te puedo mostrar un mail que le escribí hace 20 minutos a una amiga. Le había mostrado un video de Marc Bolan, y ella me dice "vos viste lo que es ese nene, cómo está vestido". Y yo le dije "lo que es genial es que es sexy sin cinismo". Y ella me decía que esa era la definición de lo que más le gusta. Y yo ahí me hice un cartel para la pantalla que dice "sexy sin cinismo". Es que yo creo que la naturaleza es sexy y es sin cinismo. La naturaleza es dádiva permanente, vos vas a un bosque, vas al aire abierto… A veces nos vamos tan arriba en la cabeza, a mí me parece que el mundo de la cultura vive de las cejas para arriba. Y se olvidan de toda esta parte que es su cuerpo. El sexo pasa a ser una especie de bien intercambiable. O sea: somos amor, si entendiéramos la cantidad de millones de cosas que están funcionando en este momento para que mi alma le esté hablando a la tuya y nos podamos contactar, tocar, hablar y mirar a los ojos… nos moriríamos. Eso es parte de la psicodelia. Que me digan lo que quieran, yo no dejo de maravillarme. Y la astronomía, que vos me decías, siempre tuve ese interés, siempre me pareció fantástico estar en una especie de mota de polvo alrededor de una estrella menor en el borde de una galaxia cualunque - porque la Vía Láctea no se distingue por nada en particular en un Universo casi infinito -. Por eso a mí la política y la problemática formalista de las épocas y demás… bueno, me siento frívolo algunas veces, porque no me involucro en esas cosas. Igual pienso que los humanos que desarrollan sus pequeñas luchas sí hacen algo importante, sin ir más lejos la lucha de los gays para conseguir igualdad, todo eso lo admiro muchísimo. Hace unos días miraba la charla que dio la chica de los Wachowski, que antes era un chico, Larry. El speech que da, ¿lo viste? Fantástico. Larry Wachowski, director de la saga Matrix, que nunca había hablado de algo así en su vida, bueno, dio una charla increíble.

Voy a verlo. Hablábamos de lo sexy recién. ¿Vos creés que el amor hacia otra persona hace mejores artistas, o más bien les complica la relación con la creatividad? Porque estar enamorado es un momento en que se revoluciona todo. ¿El arte crece, entra en standby, se vuelve a potenciar más adelante? ¿Cómo lo ves?

Creo que pasa de todo, conozco todos los casos. En lo personal, pocas veces estuve con alguien que estuviera conectado con su obra. Pero tuve un par de relaciones que fueron clave. Por ejemplo, yo salí con Vale Pesqueira, que es una diseñadora de ropa, y Vale me devolvió un amor por lo genuino, en el contexto de una crisis personal enorme. Yo estaba tan enquilombado respecto a lo que tenía que hacer como artista, estaba paralizado, y ella me mostró un camino, a través de verla levantarse a la mañana, atender su local, que entonces eran ella y tres personas más, chiquito. Y soñaba con venderle un día a Japón y tener un lugar más grande, y más gente, y yo veía el amor que ella ponía en eso, y me fue contagiando y yo retomé los hilos de mi relación con la obra gracias a ella. Enamorarse es algo ya distinto, y hay gente a la que le hace bien, y gente a la que le hace mal. Siempre me gustó un reportaje a Cortázar en el que decía que el amor le hacía tener mal gusto. Hay gente a la que no le sirve estar enamorado, claramente. Y luego hay algo que tiene que ver con el cinismo, en fin, yo creo que las relaciones creativas son importantes. Te puedo hablar de July Sky: tenemos una relación de ida y vuelta alucinante, de mucha admiración mutua, y quizá sea la relación más creativa que yo haya tenido hasta ahora. En lugar de fundirnos el uno con el otro, los 2 tenemos algo de reconocimiento de que el otro es otro - lo que no es una distancia -, y eso cuida la creatividad. Yo creo que esta cosa de la media naranja y la media naranja, ya lo dijo alguna vez Lennon, que pone una presión que… ¡No! Vos sos una naranja entera, y yo soy una manzana y ella es una pera.

E intercambiamos moléculas igual.

Sí, nos fundimos si querés, pero algo que fui aprendiendo es que el amor es darle permiso al otro para que sea el mejor él, ella, ello, lo que sea. Eso es más que si le decís "te necesito toda la vida, sin vos me muero". Uno diciéndole "sí" al otro. No creo que haya mejor definición, darle permiso al otro de que sea.







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  SUMARIO  
Año 3 - Numero 26
Tapa
Editorial + Staff
Sexy sin cinismo
Entrevista a Diego Gravinese
por Juan Batalla
     
Producción fotográfica
por Thaís Zumblick
     
39´ 20´´ en la vida de una chica de Margate, UK
Tracey Emin en el MALBA
por Guido Ignatti
     
Star Pelos
Ale Star en Purr Libros
por Dany Barreto
     
Close up de una reina desfigurada
Poética y trabajo de campo en la obra de Zarina Bhimji
por Mariano Soto
     
El sentido emancipado
Texto ganador del 2do Concurso Sauna
por Francesco Giaveri
     
Cierre del 2do Concurso de Textos SAUNA
     
Dr. Selva & Kid Yarará
"Good boy" – Cómic
por Charlie Goz y Mari Bárbola
     
  EDICIONES ANTERIORES  
números online 1-25
     
   
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