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Ética, Estética y Política del Deseo se unen en la obra de Robert Mapplethorpe.
Ética como la designación en acto de la huella del Deseo.
Estética como la morfología visual de la Ética.
En Arte Contemporáneo es obra todo lo que el Artista designe como obra y pueda sostenerlo existencialmente, en la línea de los pensamientos de Wittgenstein, Lacan, Spinoza y Duchamp entre otros.
El artista, a partir de sus rasgos biográficos emocionales más oscuros y luminosos, delinea el Estilo.
Crea, funda, subjetiva una morfología nueva y específica en el mundo.
Política es la transformación social que realiza el artista a través del dispositivo del Arte, esto acontece cuando el artista modifica y deconstruye los Paradigmas Ideológicos de su época a partir de Nuevos Paradigmas Estéticos, transformando a través de su obra a la sociedad. Creando una nueva forma de ver lo real, produce conocimiento y nuevas posibilidades de subjetivación, nuevas formas de desear y existir.
Allí la Ética se encarna en una Estética que designa una nueva Política. Esta tesis puede seguirse en el concepto de La Estilística de la Existencia, en la de la Historia de la Sexualidad de Michel Foucault.
Mapplethorpe crea una nueva Política del Deseo uniendo indisolublemente Ética y Estética.
El arte desde una Ética quiebra las normativas morales, traspasa las fronteras y legitima una nueva forma de desear, le otorga visibilidad y entidad fáctica y poética. Encarna Deseo.
La obra de Mapplethorpe designa al cuerpo masculino como puro objeto de deseo, objetivado y estetizado bajo un ideal neoclásico y reapropiado desde un lenguaje frío, publicitario, asépticamente cargado de Eros.
Sus escultóricas fotos blanco y negro recorren la forma como puro ideal.
Los toma en la toma. En la intimidad del estudio se consuma la obra, en el intenso, cargado, sagrado y silencioso sonido del disparador de la cámara. Pero no es Blow up; el glamour fashion queda velado por La mujer pública de Zulawski.
De la disco al estudio, de la calle como circuito de deseo vital al estudio, del casting de la noche de neón a la luz perfecta de los flashes, artificio diurno, aura de instantes de vida recreados por la magia ritual del arte como infraleve.
Toda conexión de intimidad erótica entre fotógrafo y fotografiado se encarna en la foto como dispositivo de deseo, traspasando los cánones de lo socialmente aceptado como “deseable”, dando visibilidad a nuevos imaginarios eróticos.
Sus hombres perfectos de las calles se dejan acariciar ahora por nuestros ojos, y el deseo hasta ahora marginal, sin imagen pública, deseo conocido y experimentado por todos en la vida real, toma cuerpo y morfología de obra de arte pública, en ese instante llega a nuestro corazón como una flecha. Al igual que un Caravaggio, el deseo quiebra el ajuste del imperativo kantiano del deber ser y la forma peligrosamente no elegante da paso a lo oculto deseado con su filosa autonomía explosiva.
Hombre objeto de deseo para todos, gay, hetero, bondage, sado leather, tierno, violento, pleno, herido, místico, nocturna forma de lo éxtimo, lo más íntimo deviene del exterior now. Nuestras pasiones ven la luz del día en la blanca, sagrada y perfecta sala del Museo, dulce refugio gótico de las grandes metrópolis del nuevo siglo, donde el arte posee todo el poder de liberarnos de cualquier atadura para poder existir bajo las condiciones de nuestros propios actos, nuestros deseos más profundos, oscuramente luminosos, sublimes como cada uno de nosotros.
Fabiana Barreda nace en Buenos Aires el 27 de julio de 1967. Lic. En Psicología – Seminarios de especialización en Psicoanalisis – Filosofía – Arte. Desarrolla su tesis de obra Proyecto Hábitat – Arquitectura Bio social desde 1997 hasta 2007. Docente y teorica en arte contemporáneo. Participo en bienales, becas, premios y muestras en Argentina y el exterior.
http://www.fabianabarreda.com
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Autorretrato, 1980. |
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Hombre con traje de polyester, 1980. |
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Autorretrato, 1988. |
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