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La cita es en un café de Congreso. El Pato Lucas espera en una mesa sobre la ventana. Lee. Cuando me presento sonríe afable, estira la mano. Seguramente en el bolsillo tiene guardado algún truco marca Acme, pero es de mañana y todo indica que está desarmado. Conozco bien al personaje, lo sigo, pero quién será este tipo que decidió encarnar un dibujo animado para poder hablar en serio. Sin duda un buen estratega. Desde 2007 sus columnas sobre arte contemporáneo vienen desmenuzando el mundillo local hasta dejarlo reducido a migajas. La operación de deconstrucción alcanza también a las bestias sagradas de la escena que son cuestionadas como quizá no lo ha hecho ninguna otra voz en el condado; amparándose en el anonimato, claro. Pero entonces, cuánto mérito puede tener la campaña de este antihéroe, para unos, un guerrillero cultural de culto, para otros, un simple renegado. Pido un café y empiezo por el principio.
¿Cómo empezó todo, Pato?
Muy espontáneamente, con la necesidad de empezar a decir las cosas que pensaba, que me provocaban mucha irritación y que no había forma de decirlas sin que seas estigmatizado o que te hagan desaparecer, por decirlo de alguna manera. El Pato Lucas es un personaje de mi infancia que me encantaba porque era un pato kilombero, colérico. Y bueno, empecé a mandar los textos. El primer envío está en mi blog.
¿El de Marcelo Pombo?
El de Pombo, que en realidad no era tanto contra Pombo, lo que pasa es que el Pato tira nombres y eso pega, pero lo cierto es que está hablando del entorno, de cómo se construye ese personaje. Pombo había tenido una declaración, yo no sé si inocente o muy honesta. Él decía que si no fuera por las imposturas del arte contemporáneo, no estaría donde estaba sino que sería un artesano de plaza Francia. A mí, la verdad, la obra de Pombo nunca me interesó. No le entro. Pero me pareció maravilloso que él dijera eso. Y lo tomé para cuestionar a todo el sistema que ponía en determinado lugar a una persona. Lo mismo que pasa ahora con Milo Lockett. Milo seguramente será un gran tipo. Obviamente es alguien que no tiene mucho en la cabeza y que sabe hacer negocios. Es un producto, y todo lo que sucede a su alrededor no es ingenuo. Hay gente que está poniendo mucha plata para que él esté en ese lugar: Coca Cola, por ejemplo, viste el video... Coca Cola jamás pondría un mango por un artista de verdad. Bueno, supongamos que él es un artista; digamos que por un artista más interesante. Es algo que no va a suceder. Por eso cuestiono más al marco que a la persona.
Pero desde el anonimato ¿Por qué no hacerlo con tu nombre?
Pensándolo ahora, quizás en ese momento no me sentía del todo seguro para decirlo. ¿Vos quién sos para decir eso? El anonimato fue una forma para construir. Salió de esa manera.
Aunque en determinado plano el discurso sin firma no se sostiene.
Es extraño. Siempre lo hice pensando que en algún momento iba a revelar la identidad, y lo voy a hacer, pero continué con el anonimato porque por un lado es cuestionado pero por otro lo va legitimando. Es significativa la columna de Ana María Battistozzi.
Con esa columna -“Inquisidores de la originalidad”, revista Ñ, diario Clarín, sábado 17 de diciembre de 2011- el Pato entró a la oficialidad. Un hito en su historia.
Fue un poco así. Yo creo que fue un error de Ana. Creo que ella reaccionó porque sintió que mi crítica al premio Klemm era en respuesta a una columna suya en la que había hablado al respecto. Yo había visto esa nota, por arriba, pero lo saqué por otro tema. Se ve que ella se sintió tocada y reaccionó. Después yo le respondí, una respuesta de la que se habló mucho. En Facebook se metió mucha gente a opinar y se armó una cascoteada. En uno de los últimos posteos yo puse que mi próxima nota se iba a llamar inquisidores de la identidad. Porque en los medios masivos se puede escribir absolutamente cualquier cosa, poner información falsa, adulterar, manipular y lo importante es que la firma está abajo. Pero cuando yo digo cosas que son verificables, desde mi opinión, se rasgan las vestiduras. Para mí lo de la firma, lo de la autoría, ya no tiene demasiado sentido. Por eso en algún momento dije que el Pato Lucas es la construcción de un artista, un personaje que es parte de mi obra. Ya se va a saber quién es. Es cuestión de tiempo.
¿Y por qué esa actitud belicosa? Porque lo cierto es que sos un pato inquisidor: acusás, sentenciás y los quemás en la plaza pública a fuego lento.
Son cosas que mucha gente dice pero nadie dice. Milo Lockett tal cosa, Alicia tal otra, pero nadie lo dice. ¿Por qué no lo decimos?.
Será para guardar las formas, para sostener cierta armonía.
Justamente, a mí eso no me parece. Para mí el campo del arte, como cualquier otro campo, es uno de absoluta conflictividad. Esto de ser políticamente correcto no me cierra. No creo en un campo de paz, me suena a cementerio. El conflicto está, no hay que crearlo. En todo caso uno lo hace visible.
Y en el plano personal, ¿cuál será el conflicto, el trauma del pato? Porque Lucas está condenado a ser el segundo de Bugs Bunny, es un pato envidioso, ambicioso, fanfarrón, avaro…
(Ríe) Yo tomé esa cosa de cascarrabias. A ver… como artista nunca apunte a ciertos lugares de legitimación como el mercado. Siempre me manejé en el ámbito institucional, cuando estuve en alguna galería fue porque me invitaron y fueron muy pocas veces. Estuve en premios importantes. Pero nunca busqué la legitimación del mercado, donde se supone que tienen éxito muchos de los personajes a los que critico. No creo que parta de la envidia. Por eso le aclaré a Ana María Battistozzi que yo no había mandado obra al premio Klemm. Si la mandara seguramente no entraría. No doy el tipo.
Como todo rebelde te sentís fuera del sistema.
De alguna manera sí, soy un outsider, elijo no participar de determinadas cosas del sistema que son las que te dan visibilidad. Tengo otra estrategia. Elijo tener una mirada crítica, así como elijo que mi obra hable de cosas que no son muy aceptables para el mercado.
¿Pensás que podes ganar esta guerra?
No, no puedo. No tengo ni el tiempo ni las ganas de librar una guerra que no se va a ganar. Tal vez algunas cosas se podrían lograr. Tiré la idea de que los jurados de premios como el Klemm, como Itaú, como Curriculum Cero, tengan que justificar conceptualmente sus decisiones. Porque si a vos como artista te están pidiendo una fundamentación de la obra, ¿por qué no van a fundamentar ellos su decisión? Creo que la idea guarda lógica y pueden tomarla.
Peleás una guerra que no vas a ganar. ¿Sos nihilista o un romántico?
Nihilista me gusta. No sé bien, creo que necesito decir lo que pienso porque si no me explota la vena. Veo cosas absolutamente absurdas y necesito decirlo. No se si es una guerra, no lo pondría en esos términos, pero creo que no está mal que se discutan algunas cosas. Y no se discute nada, esa corrección política es algo que no corresponde. A ver: Guido Ignatti, en su última nota de Sauna que yo comenté, hablaba bastante de (Nicolás) Bourriaud y la estética relacional. Y yo tengo serios conflictos con Bourriaud y la estética relacional. No solo yo, (Néstor) Garcia Canclini, Ives Michaud y una cantidad de autores, porque Bourriaud plantea un recorte del arte contemporáneo que es de cero conflictividad, y no me parece. No se puede separar el arte del mundo, y el mundo es un bardo. Es más, si leés Radicante y le buscás otro ángulo, podría entenderse como la preocupación de un europeo ante la inmigración. Entonces, no sé, lo conflictivo está aunque lo niegues.
Sos un teórico. ¿Qué formación tenés?
(Carraspea, imposta la voz) A ver… estudié en la Pueyrredón, no terminé porque siempre me pareció terrible, después seguí haciendo talleres, seminarios, soy lector de filosofía de toda la vida, en algún momento pase por la facultad pero dejé; era pendejo, pero siempre me interesó la teoría, la literatura, hice algunos talleres de narrativa.
Escribís bien.
Escribir me gusto siempre.
¿Quién escribe mejor, vos o el Pato?
Probablemente el Pato (ríe). Tiene giros irónicos que yo no los pongo cuando escribo. No se bien dónde está la separación, creo que yo soy más formal y más serio, el pato dice las cosas de una manera que yo no las diría. Siempre me resultó más fácil escribir que hablar.
¿No será un desperdicio que lo que escribís lo firme una caricatura? ¿No será el Pato un teórico frustrado?
No me considero lo suficientemente sólido como para decir que soy un teórico. Creo que me falta leer un montón, que los verdaderos teóricos tienen un perfil muy bajo, no son los escriben en los suplementos culturales.
Tampoco sirve de mucho ser sabio en un plano hipotético. Uno es en el mundo.
Y bueno, algo de eso hay. Supongo que también pude darse de otra manera. Yo no le veo mucha vida más al Pato.
¿Cómo ves la escena del arte argentino?
Pequeña. Me parece que es una gran nube de humo. Que todo se organiza en torno al gran evento anual del arte que tristemente es ArteBA. El evento de arte en Argentina es una feria de arte. No digo que las bienales sean maravillosas pero no tenemos una bienal. Y eso no es casualidad, es el reflejo de la escena que es bastante chata, una cáscara, una copia de lo que se ve afuera. Te pongo un ejemplo. El año pasado vi en Venecia la instalación de Thomas Hirschhorn, impresionante, una instalación que realmente te partía la cabeza, una tremenda acumulación de imágenes terribles, una obra realmente contundente. Al mismo tiempo, tenés acá, sin dar nombres, un artista que es interesante, pero que es el émulo local de Hirschhorn. Es interesante la obra de ese chico, pero…
¿De quién hablas, de Adrián Villar Rojas o de Diego Bianchi?
Bianchi. Si ves su Instalación en Lyon, está bien, con altibajos, pero luego lo ves a Hirschhorn en Venecia y entendés que Bianchi es sólo la cáscara. Villar Rojas, a pesar de las críticas que recibe y de que puede cuestionarse su selección para Venecia, por ser un artista tan joven y porque la obra no era tan buena, a mí es un artista que me interesa. Pero bueno, volviendo a Bianchi, me parece que acá todo se organiza de esa manera, como lo que yo critiqué del premio Klemm: uno roba a Cattelan, otro toma el dispositivo de otro artista pero no lo dice. Me parece que es así porque al caerse todas las instancias de legitimación, queda el mercado de facto, y eso es terrible porque sabemos que el mercado no es legitimador de nada.
En alguna medida, todo eso que decís tiene que ver con la falta de políticas públicas, con cierto abandono de parte del Estado. ¿Cómo ves la gestión de la Nación y de la Ciudad de Buenos Aires?
Ehhh… me resulta complicado. (Suda como en el sauna) Ehhh, bueno, yo creo… (le pide un café al mozo) Yo creo que Nación, o este gobierno para puntualizar, ha puesto mucha más plata en Cultura. Este nuevo pabellón en la Bienal de Venecia es importante, se están recuperando espacios. Tengo contacto con gente en Cancillería y se ve que hay más dinero para Cultura y para Educación también. Se hicieron cosas en la feria del Libro de Frankfurt. Se hicieron una cantidad de cosas. El tema es después. Tenemos ese espacio en Venecia, pero no es solo el espacio, hay que ver qué se va a poner y cómo se va a decidir, fundamental. Después, respecto a la ciudad, te lo digo honestamente, a mí de la ciudad no me gusta nada. No me gusta Macri, no me gusta cómo piensa, ni cómo piensa la gente que está con él. No me gusta lo que hacen. Tampoco hacen mucho. El Centro Cultural Recoleta está para atrás. No se para dónde va el Mamba, no veo que tenga un rumbo, me parece que no va a ninguna parte.
A mí lo que me parece, Pato, es que te pusiste medio nervioso, que te saltó la vena K.
(Risita de costado) No, mirá, vamos por partes. Yo no soy un K declarado, lo que sí creo es que, desde la vuelta de la democracia, tengo que admitir que esto es lo mejor que tuvimos. No digo que sea lo mejor que podemos tener. Me parece que están faltando muchas cosas, que hay lados oscuros. Pero si tengo que preservar algo, digo, después de las catástrofes que tuvimos, me quedo con esto.
¿No te parece que hay un discurso único y que eso se traslada a la cultura? ¿Que la política cultural está acotada a los fines políticos, que este modelo no tolera la crítica que vos tanto ponderás?
Probablemente. Tal vez sea uno de los defectos, que no se acepta la crítica, que no se permite el disenso, que no se escucha. Vos sabés que hay gente que te va a pegar palos y sabés esos palos por dónde vienen. También que hay gente que no tenés que ni escucharla. Pero coincido con vos, hay un punto en el que el disenso no es tolerado. Es cierto. Y es uno de los problemas.
Y cómo ves a los que tienen que ejercer esa crítica.
En un momento castigaba sistemáticamente al suplemento ADN (del diario La Nación). Después dejé de leerlo. Pero lo leía y me irritaba profundamente. Lo que me irrita es que haya gente que tiene un espacio de poder, porque indudablemente Ñ y ADN son espacios de poder que llegan a muchísima gente, y que lo empleen para decir estupideces. Cosas estúpidas, banales, de una banalidad que no es banal, en el sentido de que es una política, y que responde a intereses. Además, me parece tremendo que una persona que no sabe un carajo de arte, que tenía una simple columna de mercado de arte, pase a manejar el suplemento. Estamos hablando de Alicia en el país de las maravillas, alguien que entiende el arte como moda, que te habla más de los zapatos de fulano, de lo que sirvieron en la casa de mengano y de todas esas boludeces.
Boludeces que son síntomas de algo.
Síntomas de gente que no sabe de otra cosa.
Alguna vez le pegaste también a Daniel Molina.
Daniel no es que no sepa. Pero sabe de literatura. Mucho. Y de golpe deviene crítico de arte y empieza a escribir desde puntos absolutamente banales. Me irritaban sus notas. Te digo, y es importante, hay gente de la que he escrito muy mal y con la que, sin embargo, he tenido una relación muy afectuosa. Por ejemplo, Jorge López Anaya. Yo tuve una relación cercana, y no coincidía con el en muchas de sus ideas, pero le reconozco algo; más allá de todo lo que se habló de él sobre el tema de la dictadura y todo eso, dejemos eso de lado. Yo le reconozco a López Anaya que en un momento haya sido el único tipo que escribía y generaba conflicto, que decía lo que pensaba. Yo lo he visto decirle a Felipe Noé, en una mesa en la Fundación Banco Patricios donde había mucha gente, decirle adelante de todos que Noé era un póstumo de sí mismo. Y se armó la goma. Él decía lo que pensaba.
Entonces conocimiento y valentía.
El cruce de ambas cosas. El crítico tiene que tener un pensamiento crítico. A mí me gusta leer los textos de José Luis Brea, que se murió hace poco. Un tipo muy interesante, que hacía una critica de los críticos devastadora.
Decías en una columna que en literatura, cine y teatro hay una crítica más profunda que en las artes visuales. ¿A qué pensás que responde esto?
Yo creo que tanto la literatura, como el teatro, como el cine, han conservado cierto formato que se puede delimitar. Uno sabe hasta dónde algo es teatro y hasta dónde no lo es. Hay un límite más claro que en el campo de las artes visuales, que se ha visto tan abierto por una infinidad de otros discursos que en algún punto los límites se han disuelto. Esa expansión permite todo y hace que los críticos no sepan dónde están parados. Me parece que hay una dificultad profunda de la crítica que no encuentra un eje para hacer crítica.
Y en esa confusión los mercaderes sacan ventaja.
Es así. Esto quizás suene un poco reaccionario. Yo no sé si tenemos arte todavía. López Anaya había sacado un texto que se llamaba El arte deslimitado, y yo le contestaba desde una columna que no creía en esa idea, porque me parecía que arte es un concepto y que, como todo concepto, tiene necesariamente límites, sino no se puede identificar como tal. Si está deslimitado no hay concepto, y si no hay concepto no podemos hablar de tal cosa. Entonces, si está deslimitado y no sabemos bien qué es. ¿De qué estamos hablando? ¿Tendremos arte todavía? Quizás no. Es posible que quizás no nos hayamos dado cuenta de que ya no hay arte y de que lo que tenemos es una impresionante operación de mercado. No sé, digo, es una posibilidad.
Y ya que hablamos de la muerte, ¿cómo imaginás la operación de defunción del propio Pato?
Yo creo que será a fines de este año, principios del que viene, y que será una declaración en el blog, no más. No creo que esto dure mucho más, pero también es cierto que ya lo pospuse otras veces. De lo que estoy seguro es de que cuando diga, "este soy yo", me va a leer mucha menos gente. Porque el misterio, viste como funciona…
El misterio vende.
Risas. Y ya se dijo mucho: Thats all folks!
Textos y críticas sobre arte contemporáneo, por pato Lucas:
www.lucaspato.blogspot.com |
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