Cierre de galerías porteñas
por Lux Lindner
 
     
 


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Por motivos que no vienen al caso tengo que ir a las oficinas de la Fundación ArteBA en la calle Paraná. Las dependencias están en un edificio paquete  ornado en su acceso con esfinges de cabezas algo cascoteadas, anyway irreprochables en lo artesanal de su respectivo once a time.
La persona con la que debo hablar está demorada y me toca esperar por tiempo indefinido. No teniendo nada para leer decido manotear una pila de revistas que hay arriba de una mesita. Compruebo algo extrañado que ninguna  de las revistas disponibles es de arte contemporáneo, y en realidad, ni siquiera son de arte. Se trata de revistas de moda y de diseño; versiones algo mejoradas de las revistas de peluquería y heladería. “Lo que hay” sobre la mesa no es “lo actual”, pero no tiene aun el charme de lo vintage. Algunas de estas revistas son del 2007. Inmersión forzada de mi YoMesmo en la particular franja de lo “simplemente desactualizado”.

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En el transcurso de 2011 cierran varias galerías de arte en Buenos Aires. El cierre de una galería de arte no es un hecho novedoso y mediáticamente se lo trata poco y nada; se habla de que abren espacios de arte en Buenos Aires, pero no tanto de todos los que cierran. Más o menos como se suele hablar de los millones de inmigrantes que vinieron a la Argentina a principios del siglo XX y nunca de todos los que volvieron desilusionados a su país de origen.
Algunas de estas galerías que han cerrado últimamente llevaban muchos años trabajando y arrastraban una especie de tradición; otras son más recientes y tienen todo el aspecto de haber estado todavía carreteando hacia alguna dirección que no sabremos ya nunca cuál ha de ser.
Dos casos son especialmente notorios, porque se refieren a lugares respetados y hasta diría que me han caído simpáticos en lo personal; me refiero a las galerías Jardín Oculto y DabbahTorrejón.

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Empezaré por aquello que conozco menos y tengo menos para reportar, vale decir Jardín Oculto.
Me atrevería a sugerir que Jardín Oculto, al menos visto desde afuera, prometía mucho. Tenía una línea definida con artistas emergentes sonando (algunos bastante poderosos, como San Poggio) y de yapa le hacían mohínes artistas de nombre y trayectoria como el exBenzacar Mr. Pombo y el exBragamenéndez Mr. Salamanco.
Bastante espacio, una buena ubicación, atendido por gente inteligente y bien dispuesta, perspectivas de subir de liga. ¿Qué le habrá pasado a Jardín Oculto?.
No hice una investigación al respecto y me limitaré a trabajar con las sensaciones que primero me vienen. Es un clásico de Buenos Aires que en la mayoría de las inauguraciones lo que más se ve, antes que clientes o interesados en la obras, son otros artistas, aparte del que expone. Y las inauguraciones de Jardín Oculto eran un simpatiquísimo punto de encuentro de artistas. Ahora bien, no recuerdo haber visto jamás un coleccionista en una inauguración de Jardín Oculto. Y los alquileres dentro de Ciudad Autónoma son carísimos.

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La salida de escena de Dabbah-Torrejón no me hundió en un pozo de profunda depresión, pero casi. Fue como ver el aviso fúnebre de una elegante dama cuyas piernas producen insomnio y uno nunca se ha animado a cortejar.  Era una galería en la que alguna vez tuve fantasía de entrar por su cierta promesa de seriedad en contraste con las ínfulas cirqueras de algunos bolichongos sojapalermitanos.
Más allá de que sus inauguraciones eran entretenidas y en ellas uno sí veía coleccionistas establecidos y otros con ganas de serlo, lo que en este país es casi una aparición celestial.
Por supuesto que me llegaban quejas de colegas hacia D&B, ¡no hay galería libre de críticas! Por otra parte esas críticas son siempre más o menos las mismas y archisabidas; “No mueven el culo, hacen nada, no te promueven, no te venden cuadros etc.“.)

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Leo con cierta atención el reportaje a la Sra. Torrejón, cofundadora de D&T, en el número anterior de Sauna (1). Tengo la sensación, partiendo de sus palabras, de que ella ha puesto una galería como emprendimiento muy ligado al afecto y confianza que ha tenido hacia personas determinadas, más allá de su auténtico interés personal por la escena del arte que puedo rastrear con mi memoria hasta artículos ignotos en revistas hoy olvidadas. Esta ligazón afectiva es motivo lícito si los hay. Pero no sé si con esa tapa se cubre toda la cacerola del problema que nos ocupa, que es el de la Entrada y Salida de la Temporalidad de las galerías de arte.
Lo que no llego a desprender de los dichos de Torrejón es la existencia de algún tipo de proyecto estético sobrevolando las salas ahora vacías, una posición a defender, un rumbo curatorial como podrían ser (doy ejemplos arbitrarios) - “ a favor de la pintura machista en contra del concepto asexuado” (o viceversa) o “arte cipayo lustrado a muñeca” o “elogios milimétricos de la no-razón”, “Minimal Poncho Honcho”, “alfombras salpicadas por chongos tatuados”, o acaso “chicas lindas que parezcan travestis”, o lo que pase por la cabeza de los interesados al momento de tirar abajo una pared o firmar un contrato de alquiler para poner el boliche.

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Siguiendo un poco con Torrejón, se me hace que promover a la gente que uno quiere y en la que confía puede ser buen argumento para defender el proyecto de una galería de arte delante de familiares preocupados. Y tener don de gentes, capacidad de funcionar como anfitrión y relaciones en los mass media puede contribuir poderosamente a prolongar la vida del proyecto.
Pero se necesita además otro tipo de munición para arrojarse al ruedo en una mercado internacional, si uno es consultado sobre el origen y propósitos de su galería por comerciantes extranjeros que jamás han tomado un mate y son inmunes a las piernas de las milongueras. Se me hace que hay que tener un motivo no-amiguista y no-exitista; virtuosas y defendibles excusas no siempre exentas de aristas librescas para explicar frente a almaceneros con estudios universitarios de otras culturas porqué trabajamos con alguien. ¿Qué es lo que hace que lo que mostramos merezca promoverse y venderse? Me parece que sin plantearse esta pregunta al menos alguna vez estamos frente a una especie de monumentalización del oportunismo. Y las oportunidades desaparecen más rápido que los proyectos.

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Alguien podría decirme que no es cuestión de un galerista responder tremendas preguntas cabezonas y yo contestaría que quizá no es la función del galerista mismo o de quien pone su nombre al frente del bolichongo…, pero hay preguntas que alguien tiene que responder, no importa ya quién, dentro de una galería de Arte Contemporáneo.
Ahora bien, ¿ese alguien estaba en algún lado en los casos que referimos? Tal vez no se puede dar el nombre de un culpable para estas bajadas de persiana porque el culpable es alguien que nunca apareció y que tal vez hubiera debido estar.

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Torrejón ha dicho cosas con las que estoy totalmente  de acuerdo, como que “No se puede pensar en el destino de las galerías si no hay instituciones, museos y becas que sean sólidos”. Y sí. Sin educación, por más jet-set que aparezca no hacemos nada. Solemos peligrosamente olvidar que Estados Unidos es mucho más que alfombras de Hollywood, collectors en limusina y paredes plateadas de la Factory y hay variados soportes estatales, más allá del mejor funcionamiento de la economía. Del Viejo Mundo mejor ni hablar, es el paraíso de la Subvención al Insignificante, custodiado por respuestas estandarizadas.

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El motivo más frecuente para desactivar un proyecto de galería  de arte suele ser que “no se han cumplido las expectativas económicas”. Ahora bien: ¿cómo se mide lo que es lícito esperar de semejantes emprendimientos? Aquí se impone decir que el negocio del arte es lento (no así el “negocio del negocio”) y conviene tener muy en claro que el dinero, si aparece, tardará en hacerlo. Y no es seguro que lo invertido se multiplique tan geométricamente como para sentir que se hizo el gran negoción, sobre todo en los primeros años (aquí pienso en Jardín Oculto más que D&T).
No se puede poner todo en los números. Creo que gran parte de la recompensa para el galerista estriba en el trabajo mismo, en el revolcón cómplice, en el trato diario con gente encantadora, atrevida y sensible como los artistas y sus culposos seguidores. Si tenés problemas o poca paciencia con gente algo heterodoxa no pongas una galería. Los costos no te cerrarán, ni humana ni monetariamente. Estás trabajando con materiales inestables e imprevisibles y si no estás preparado, te van a freír la cabeza. Un artista es algo mas que un proveedor de paquetes de irregular tamaño, textura  y viscosidad. Es una personita que puede dar mucho, pero también necesita  que se le dé atención calificada y especializada. Parece que regala, pero no regala un carajo. Los carriles normales y previsibles para satisfacer a personas de su clase-edad no sirven, o solo lo hacen aparentemente. Las revistas de moda no lo tranquilizan.

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La tentación de putear contra “los coleccionistas que no apoyan el arte argentino” es fuerte y cómoda  y crearía con cierta rapidez consenso en la barra de los resentidos. Pero en el fondo… ¿Qué tenemos derecho a pedirle a los coleccionistas? La verdad es que no se los puede obligar a nada. El coleccionismo es una pasión, no una profesión o un juramento que se hace sobre las tripas de un animal analfabeto.  El collector no maneja sólo información “objetiva”, sino mas bien subjetiva, interna y  libidinal. A los artistejos y galeristas el olor del dinero que nos falta nos pone tan gelatinosos que olvidamos que del otro  lado de la transacción también hay una amebita, que como nosotros ingresa alimentos, excreta y se reproduce. Y necesita información que no siempre se le da.

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El panorama es complejo y no es para que nos pongamos a sonreír de costado desde alguna explicación monocausal que le retaceamos al público.
El problema común a muchos  galeristas locales, se me ocurre, es su dificultad para capacitar, delegar y armar un grupo de gente capaz que defienda un concepto, un rumbo despersonalizado (condensable quizás en unas pocas frases absurdas o no tanto), que lentamente se difunda (en catálogos, revistas más de arte que de moda, libros de tapa blanda y dura y en la web) y se vaya  independizando de sus autores dejando una estela de dinero en el interín. El miedo que aparece en este plano de la situación puede ser algo como: “no sea cosa que yo construya una gran idea y mi empleado me la robe”. ¡Y algo de profunda verdad hay en este miedo, como suele pasar con todo miedo! Pero ahí es donde debe primar cierta estoica generosidad para quienes vienen atrás. Pues, ¿qué padre tendría hijas si pensara solamente en que algún día va a venir un sabandija a robársela, después de todo lo que se invirtió en ella en salud, educación y vestimenta? ¿Es una solución estrangular a la doncella que ha salido de tus entrañas cuando le dicen el primer piropo?

12
La sala de espera de una oficina cualunque. incluyendo también este concepto  las dependencias de ArteBA, no están obligadas a funcionar como hemeroteca que deba tener lo último de lo último en un área determinada. ¿O sí? A la final, una sala de espera en una Fundación es una sala de espera es una sala de espera. ¿Y no hay acaso una frase que dice “atrasado como revista de consultorio”? Pero aquí lo que me da vueltas en la cabeza no es el problema de “vintage, atrasado o al día”.  El problema es lo territorial, no temporal… que no hay nada de arte circulando, derramándose sobre el ignorante ocasional, tras satisfacer a los directamente involucrados. Se derrama otra cosa, que no es Arte y esa otra cosa  tiene que ver con la moda. Pero si moda es lo que sobra dentro del sistema del arte… -significa que acaso hay más moda que arte dentro del sistema del arte-. O cómo diría el enano de jardín de Todtnauberg: ¿Porqué jugamos al truco del arte con cartas de la moda y no con las cartas del arte?
 


(1) revistasauna.com.ar/02_17/02.html


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Lux Lindner, Nace antes de 1972. Dibujante y  Activista. Autor de la Teoría de la Madre.


   
 
     
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