Sobre Algunos Artistas, Fundación PROA
por M.S.Dansey
 
Belleza y Felicidad    
 

No estaba escrito hasta la semana pasada. Fue Daniel Molina quien dio el soplo inicial. El mismo Molina lo venía diciendo, no sin una cuota de reproche. Hasta ahora que lo puso en un artículo de La Nación, casi al pasar, como para disimular sus ansias de reconocimiento: Fue él quien a fines de 1988 le propuso a Leopoldo Sosa Pujato, entonces director del Rojas, crear una galería de arte en ese pasillo infame, pero amplio y estratégicamente ubicado que conducía a los baños del centro cultural. Así arrancó este mito fundante de la plástica argentina, el de un grupo de artistas marginales que hacían cositas lindas con baratijas, mientras el país subía cuesta arriba la montaña rusa del menemismo elegido dos y casi tres veces. Como el siglo, todo avanzaba inexorablemente hacia el final. Ya se había declarado el fin de la Historia y la única cuestión que valía era ser o no global. Jorge Glusberg era el referente local ante el sistema del arte internacional que se encontraba en franca expansión.
En ese mapa, la galería del Rojas figuraba como un enclave minúsculo y periférico que aún dentro de la estructura universitaria se jactaba de su carácter anti-institucional. Un grupo de amigos que trabajaba sin prejuicio, manipulando lo ordinario hasta lograr una belleza indiscutible y difícil de etiquetar. Si light, si kitsch, si gay, si pasivo participativo o guerrillero festivo no vindicativo. Hicieran lo que hicieran, los hacía sentir dueños de si mismos, andar con liviandad. Objetos de peluche, purpurina, y perlitas, erigidos como tótems de una microcomunidad fundada en los afectos y el gusto personal por el inimputable, Gumier Maier.
Tanto y tan lejos, ahora me encuentro recorriendo estos objetos, explorándolos, buscando en sus trazos, sus pliegues, tratando de entender su verdad que 25 años más tarde nos sigue engatusando. Casi al margen, en la colección Bruzzone, hay una tinta de Alberto Greco, artista que sin dudas marca un antes y un después. Aunque en esta camada no se discute la paternidad de Pablo Suárez. El genio salido de un bidón de plástico perfora el cuadro informalista y derrama la caravana encabezada por Pombo y Harte, a la que se suman experimentos fundamentales de Avello, Centurión, Gordín, Schiavi, Schvartz… La lista es larga y está pedagógicamente organizada en disciplinas. Rafael Cippolini hizo el trabajo arqueológico que la colección exige. Quizás faltó una plumereada, pero en la aglomeración se salvan los baches de una exhibición que pretende revivir la época como fenómeno.
La sala del cirujano Tedesco es ascética y precisa. Menos es más. Sobre todo cuando hay dinero. Hay trabajos importantes de artistas importantes de la última década. La puerta, obra temprana de Villar Rojas expone las entrañas de su producción actual. En soberbios marcos dorados a la hoja una serie de acuarelas de Siquier y un bestiario de Machi; enfrentados a dos obras de uno y otro, ya configurados como artistas consagrados. La mente fría sigue los vasos comunicantes. De cuerpo entero: Ballesteros, De Caro, Bairon, Basualdo, Lamothe, Duville y una momia de Bianchi, originalmente suspendida entre dos caballetes con sus púas de vidrios rotos, que ahora duerme un sueño de princesa en una cripta de cristal. Es la obra desacralizada, yendo de la sala al living y del living vuelta a la sala, por obra y gracia de Ana Gallardo, curadora del espacio y operadora de Tedesco en la vida real. Acaso la relación de la artista y el coleccionista, sea necesaria para entender el entramado de redes informales que en la Argentina post crisis vinieron a reemplazar al sistema de galerías e instituciones. 
Para el caso, Alejandro Ikonicoff se presenta como financista de mucho de lo que muestra. Como Tedesco, es el tipo de mecenas que llega a pagarle las cuentas al artista, a cambiarles obra por computadoras, pasajes en avión, todo dentro de un ambiente que podría decirse familiar.  Su hija Ramona, como la revista, que tiene un altar en el ingreso –la revista, no la niña- es hija de Yanina, hermana de Cecilia Szalkovicz, pareja de Gastón Pérsico, ambos artistas, y padres de Aurora, niña despierta si las hay. Ellos, Szalcovicz y Pérsico curaron esta sala con inteligencia. Se le perdona el nepotismo a Ikonicoff. El Delicatessen ofrece exquisiteces de Gurfein, Tessi, Villar Rojas, Legón. Fotografía de la misma Szalkovicz, Ueno, Mitlag, Flores, Schoijett. Un juego de palabras de Lamothe. Una secuencia en torno a la línea con obra de Pruden, Scafatti y el lápiz roto y precintado de Leo Estol –la línea que no fue–.  Una selección a cuatro manos con cuidado sin igual que no deja de ser el trabajo de dos artistas manipulando el trabajo de otros. Retomamos el caso Bianchi, hay tres obras suyas que muestran sus características naturales: la fragilidad, el deterioro y el guiño zen. Pero en su nuevo tratamiento pierden la molestia invasiva que sus instalaciones tuvieron alguna vez. La obra pasa a ser un recordatorio de lo que fue. Así se leen las piezas en la vitrina de curiosidades: Souvenirs de Galindo, Garabelo, Provisorio Permanente, Joglar, Pérsico y la documentación de Fuerza y Elegancia, una acción de los Rosa Chancho en 2007 que sirve como parámetro de la evolución cultural. Si Bruzzone corría atrás de los artistas, tratando de cazar sus hazañas con su camcorder, como si fueran mariposas, una década más tarde, Ikonicoff las compraba atravesadas por el alfiler. La inversión rinde. Paisaje Ámbar, una instalación de Juliana Iriart; desparramo de grasa, harina, azúcar, carbón, aceite para autos y repollos en descomposición, fue presentada en Appetite en 2006 y ahora reconstruida para la ocasión. Por efímero que sea, no todo está perdido. Gracias Ikonicoff.
Porque, si acaso hablamos de Políticas Públicas en materia de Artes Visuales, ahí tenemos la Propaganda de Cultura Nación y el Marketing de Cultura Ciudad. El coleccionista vendría a ocupa el rol de caudillo que llega para ordenar el caos. La grasa de sus dedos quedará marcada en la pieza de museo. El arbiter elegantiae dirá finoli, finoli. De hecho, el racconto se ve bonito. Pero esto no es decoración. Y lo cierto es que no lo es.
La sala Bruzzone se puede tornar asfixiante. La de Tesdesco, un poco pasteurizada aunque cada una de sus bestias sagradas tenga algo que decir. Y aunque Ikonicoff no quiera nada muy dramático para su playground, muchas de sus obras transitan el denso erotismo que termina perdiéndonos en el paisaje de Iriart.
            Claramente, Diego Bianchi no es Alberto Heredia, ni Carlos Herrera es Oscar Bony. Será el signo de los tiempos: se ha perdido el riesgo. Cuando Gumier Maier titula su muestra Algunos Artistas, en 1992, ese algunos está poniendo el acento en la vaguedad del recorte. Los algunos artistas de ahora, son el elenco estable del argentinische Kunst.
Pero entonces, ¿quién legitima a quién?
Aquí la anfitriona es Adriana Rosemberg, la que podría estar en el restó de Francis Mallmann con su círculo de íntimos, pero está acá, en la parrilla de la otra esquina, haciendo crónica del under en primera persona, festejando el éxito de la muestra con todo aquel que quiso venir a hincarle el diente al choripán.
Rosemberg invita a estos tres coleccionistas cuando podría estar invitando a otros que seguro tendrán más y mejor. Podría, pero invita a estos.  Y estos llegan de la mano de sus seres de confianza. Los que les comen la cabeza, les ablandan el corazón. Nadie llama a un curador en jefe, no hay programa ni bajada de línea vertical. Todo sucede un poco así, como en el parnaso que recibe en la entrada, la nube de retratos de artistas y coleccionistas en exposición. Fotos de Goldenstein, Miño, López, Minelli, Schoijett y otros que como ellos retrataron a sus amigos, se retrataron entre ellos, y se auto-retrataron en un juego de miradas cruzadas, deforme y vital.
Es la nueva vanguardia: El Amiguismo. La nueva estética moral. Una especie de Asociación de Socorro Mutuo, con algo de Sociedad Anónima y una pizca de Mafia. Con sus códigos, sus territorios, sus santo y señas. En paralelo a las instituciones, infiltrados en ellas, camuflados, y dispuestos a conquistarlo todo.
El artista será autista pero transmite urbi et orbi el llamado de amor que le permitirá cumplir con el plan. Toda relación amorosa se funda en una conspiración. Y cuantos más, mejor. Los que entraron por la puerta de atrás. Los que entraron por la ventana. Bienvenidos, es por acá.

 


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Algunos Artistas / 90 – HOY
Arte argentino en las colecciones Bruzzone / Ikonicoff / Tedesco
Selección de obras:
Rafael Cippolini / Colección Bruzzone
Ana Gallardo / Colección Tedesco
Gastón Pérsico y Cecilia Szalkowicz / Colección Ikonicoff
Fundación PROA. Av. Pedro de Mendoza 1929. La Boca, Caminito
De martes a domingo, de 11 a 19. charLunes cerrado.

 

Dino Bruzzone    
 
     
  SUMARIO  
Año 3 - Numero 29
Tapa
Editorial + Staff
El arte es una interrupción del orden social
Entrevista a Néstor García Canclini
por Juan Giribaldi
     
Producción fotográfica
por Lucero González
     
Qué ves cuando me ves
Artes visuales a través del cine
por Dany Barreto
     
Los modernos
Sobre Tessi y Schiavi en la Fundación Klemm
por Guido Ignatti
     
Tadzio nella morgue
Sobre el monumento a Colón
por Juan Batalla
     
Seúl, un lavadero clandestino y el chico más lindo del mundo
Reflexiones sobre cine, cortos y arte
por Mariano Soto
     
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