Premio Foster Catena a la fotografía contemporánea
por M.S.Dansey
 
Juan Sebastian Bruno - Mi DJ    
 

BRUNO
            Buenos retratos, aunque no sean más que un parlante y una teta. Sabrán disculpar, pero son eso: un parlante Hitachi HS-J3, salido de lo que en los ochentas llamábamos “minicomponente”. Y una teta que de buenas a primera parece masculina pero después se revela femenina e irreverente. No una teta cualquiera, una teta bien vestida, con chomba colorada Fred Perry, cárdigan blanco y saco de terciopelo azul que es corrido a un lado, para que el pecho se vuelque hacia espectador en una suerte de saludo trash. Una teta guarra fotografiada por Juan Sebastián Bruno, ganador del Premio Foster Catena 2010.  Realmente, un díptico de carácter que reparte sus colores firmes en una composición de líneas sobrias y elegantes. Una apuesta consistente de este artista que ya se había presentado el año anterior y ahora vino a demostrar perseverancia y madurez.

Pareciera que eso busca la galería de Ernesto Catena con este premio que, en su tercera y última edición, convoca a la guardia de fotógrafos sub-35 para ser juzgados por una mesa que reune a la curadora Eva Grinstein y representantes de los distintos sectores que operan en la escena comercial: el artista Pablo Siquier, el coleccionista Esteban Tedesco, la ejecutiva de la galería Joanna Foster y la directora artística, Guadalupe Chirotarrab.

PALADINO
Los bodegones de Federico Paladino, merecedor de la mención especial, también están muy bien.  Luz cuidada -ni publicitaria, ni casual- para estas naturalezas muertas que uno podría encontrar en la cocina de cualquier joven argentino de clase media, artie-fartie, que la noche anterior estuvo de parranda con sus amigotes y bueh... Botellas de cerveza, pilas de vasos sucios, jarrito I Love NY, restos de torta, cajas de pizza aceitosa, colillas, pelusas y el foco de Paladino preciso en la mugre.

FRANGI
La obra de Diego Frangi, otro de los diez seleccionados, es clave para entender la “emergencia” que este premio refleja en justa proporción. Las seis fotos de Frangi cuentan cuán “locos” son los amigos de Frangi. Con la excusa de lo que pasa alrededor de un sofá, jóvenes no-tan-jóvenes, demuestran cuanto tiempo han estado viendo MTV.

Como en la pantalla, la escena esta saturada. Algo llegó al límite, al final. Aunque haya que forzarlo para que entre, todo esta ahí. No hay más que lo que se ve. Pareciera ser que ese circuito de doble entrada en el que la realidad y los medios se estudian y se copian mutuamente uno a otro, una y otra vez, a la enésima; pareciera que ese juego ha llegado a su fin, que la materia ya no da para más, como cuando un niño se pone a moldear plastilina y de tanto manoseo los colores quedan reducidos a un marrón turbio con similitudes que, por buen gusto, mejor no mencionar.

TREVISAN
El políptico del rosarino Ariel Trevisan no escapa a la tendencia. Sus doce fotos, dispuestas en cuatro líneas de tres, muestran doce acoplados casi idénticos midiéndose silenciosamente las diferencias. Doce acoplados en tres cuarto perfil, con sus lonas de colores plenos, durmiendo su siesta pesada en los rincones suburbanos donde lo suelen hacer. El híbrido entre el archivo documental y el ensayo fashion de estas fotos, que dicen mucho casi sin decir nada, recuerdan a aquellos retratos “straight up” que hace 30 años popularizó la revista de moda inglesa i-D. Abro paréntesis: i-D surgió en Londres en 1980, de la cabeza del productor todo-lo-que-toco-lo-convierto-en-oro Terry Jones, quien venía de editar la Vogue UK, la revista más glam del reino donde, según se vanagloria, lo único bueno que hizo fue publicar en tapa un fuera de foco.  Claro, en la calle estallaba el punk y Jones entendió que la cosa daba para más. Atrás de eso fue con su pasquín junto a fotógrafos como Nick Knight, Terry Richarson y Wolfgang Tillmans, quien todavía ni soñaba ganarse el Turner Prize. La consigna estaba clara, los fotógrafos a la calle como sabuesos –hoy dirían cool-hunting- a registrar lo que estaba pasando: britanitos y britanitas ataviados a la new wave, paraditos como soldados listos para ser retratados –shooteados- en su contexto natural, “from top to toe”.

PENEDO
Si tomamos como línea de referencia esa estética de lo cotidiano, ese existencialismo de corte urbano que socava el mito modernista de la obra, el autor y la originalidad –“cualquiera puede sacar esta foto”-, la obra de Lucila Penedo bien podría haber ganado el certamen. Nuevamente los amigos del artista –Elisa, Guada, Mumi, Gerard- en poses casuales, sin ganas o motivo para estar ahí. Instantáneas de todos los días, de esas que se sacan al boleo y uno piensa borrarlas pero, vaya a saber porqué, no lo hace y quedan guardarlas en carpetas que solo sirven para ocuparle megas al ordenador.
La diferencia con aquellas fotos de Knight-Richarson-Tillmans que solían parecer improvisadas y espontáneas cuando en realidad estaban cuidadosamente planeadas; la diferencia con aquellos snapshots que sabían captar la energía estática de una escena vulgar, la diferencia fundamental es que estas solo son improvisadas y vulgares, y llegaron 30 años tarde.  Como si vinieran a dar fe de la crisis de la “emergencia”. Como si todo diera lo mismo y fuera más de lo mismo. Como si no hubiera futuro. O el futuro fuera monocromático como el masacote de plastilina. 

A decir verdad, algo de eso hay. 

VERÓN
Pablo Verón es el más conceptual del seleccionado Catena. Primera foto, primerísimo primer plano de la lente izquierda de un par de anteojos viejos. Mundo cóncavo, la llama, y sobre ese “mundo” Verón va cerrando el foco hasta perderlo, pero no le importa. En tres tomas sucesivas, cada vez más y más cerca, la textura del vidrio va revelando sus defectos, su mácula y finalmente esas galaxias siniestras que conforman la nebulosa de toda materia.  El artista en su obsesión podría haber usado un macro pero no lo hizo. No hizo nada de lo que se supone debería haber hecho. Un verdadero punk. De ese punkismo que proclama la entropía, segunda ley de la termodinámica: Los sistemas cerrados –que no reciban un aporte calórico externo- tienden indefectiblemente al desorden, al caos, a la homogeneización.  Quién podría dudarlo: El universo será gris melange, o no será.

ALCHÉ
Si de la temperatura de las cosas se trata, es considerable el aporte de la actriz, productora y ahora artista visual, María Alché. La “niña santa” de Lucrecia Martel, sorprende en el escenario del arte con una serie de fotos familiares en las que se incluye subvirtiendo la línea temporal. La idea no es original pero tiene excelente factura técnica y estética. María caminando hacia su mamá embarazada de ella misma, María de turista en las sierras cordobesas junto a sus abuelos de luna de miel, María con su papá de diez años descontrolando la habitación. Alché pone a rodar su talento histriónico y su sensibilidad visual para fundirse en a la escena de antaño que luego retocará digitalmente hasta conseguir ese color desteñido de la impresión original. Los gestos, el vestuario, el viento que sopla y despeina, la sombra del fotógrafo de espaldas al sol son aspectos cuidados en la recomposición de la escena que luego, gracias a las destrezas de la postproducción, aparece como el fotograma verosímil de una emotiva ficción autobiográfica.

Alché no se aleja de este ritual de lo habitual que anima a su generación, pero en este proceso explota todas las posibilidades que brinda las distintas instancias del fenómeno fotográfico. Y crea -hay que decirlo- imágenes bellísimas, verdaderas joyitas cargadas de esa palabra que odio usar por pretenciosa pero que a veces es irreemplazable: magia.

¿Será casual que este “aporte calórico” al “sistema cerrado” que por momentos parece ser el sistema del Arte, venga de afuera? ¿Será acaso que por venir de otro campo, por no tener antecedentes dentro de la escena, Alché no haya conseguido premio ni mención? Sería lógico pensar que la maquinaria del arte comercial, al que Catena quiso representar en su jurado, necesita de una garantía de continuidad, como la que efectivamente ha demostrado el persistente Bruno. Esa previsibilidad propia del marketing mediático que nos hace cada día un poquito más parecidos, un poquito más grises, un poquito más entrópicos, un poquito más escatológicos, como la plastilina.

El Premio Foster Catena 2010 puede visitarse del 15 de octubre al 19 de noviembre, de martes a sábado de 13 a 19.30. Ernesto Catena Fotografía Contemporanea, Honduras 4882, C.A.B.A.

 
Federico Paladino - Caballito, Buenos Aires
 
Diego Frangi - Kitty Style 127 365
 
Ariel Trevisan - Sin título, de la serie Trenes de Carretera
 
Lucila Penedo - Abrazo
 
Pablo Veron - Mundo Cóncavo
 
Pablo Veron - Mundo Cóncavo detalle
 
Ezequeil Suranyi - Popu Baja
 
Soledad Manrique - Sin título, de la serie Huanguelén
 
Izq: Maria Alche - Mar muerto y otra sin titulo    
 
     
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Año 1 - Numero 4
Tapa
Editorial + Staff
Lectores
Dama salvaje
Entrevista a Nushi Muntaabski
por Dany Barreto
     
Producción fotográfica: Nushi Muntaabski
por Rosana Schoijett
     
La temperatura de las cosas
Sobre el arte callejero en interiores
por Guido Ignatti
     
El desierto artificial
Proa: Las Pampas: Arte y Cultura en el Siglo XIX
por Juan Batalla
     
Las alas del museo
Sobre el Museo de Ciencias Naturales
por Mariano Soto
     
Catena premia a la escatología fotográfica contemporánea – Y rescata algunas gemas
Premio Foster Catena a la fotografía contemporánea
por M.S.Dansey
     
Carne
Corderos y pánico en una residencia artística
por Guillermo Srodek Hart
     
Cultura libre y copyleft interrogando al arte contemporáneo
Tensiones en la cultura digital
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Cuando sea grande quiero ser (un coleccionista) como Ale Ikonicoff
Pistas confusas, links e hipertextos sobre coleccionismo otro
por Alejandro Londero
     
Affaire Internacional
Traspasando las fronteras invisibles / Uche Okpa – Iroha
diálogo con Juan Batalla
     
Dr.Selva / Kid Yarará
Cómic
por Charlie Goz y Mari Bárbola
     
Foro de opinión
Marta Minujín
     
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