Pandora´s Box revela la colección permanente del MAC + Nauman
por Juan Batalla
 
Exotic Garden; Nam June Paik, 1986    
 

Primero fue la caja. La sala que inicia la experiencia Pandora señala la coyuntura, el extrañamiento de objetos que, siguiendo arbitrios, fueron dispuestos a convivir e intercambiar iones de aquí hasta la hora de su cesación. Caja como género, altar, jaula, diorama, juguete, gaveta secreta, reunión improbable, eternización.
Es un primer agrupamiento de obras: la caja como tema. Con ecos en los sucesivos módulos de la muestra que relaciona obras de Joseph Cornell (1903 – 1972) con las de artistas modernos y contemporáneos.

Pero primero fue la mañana de lluvia en Chicago. El Museum of Contemporary Art, tras dejar atrás los negocios de Michigan Avenue y la Marylin a la que se le vuela el vestido con la que los turistas se fotografían; en particular muchas mujeres que, con el mayor desgarbo, repiten el gesto.

Primero las salas con zafarranchos preparatorios de la planta baja, las nuevas adquisiciones: guau la flamante obra de Kiki Smith incorporada por el MAC. Otras que vemos son adquisiciones propuestas al board, y el museo nos regala algo cercano a una infidencia o al reality al decirnos que esas piezas están a prueba, como los jugadores de fútbol cuando son “probados” en un equipo, o los dos días sujetos a cambio de una camisa que llevamos a casa sin querer pasar por el detestable probador de la tienda.
Y una muestra de cámara e inmejorable título, Motor Cocktail, que se encolumna tras la obra de Tinguely que le presta nombre y contradice filosóficamente al optimismo futurístico de las demás allí exhibidas, todas definibles por su calidad experimental en torno al sonido y al movimiento en los 60´. Tinguely es un poeta… pero continuemos.

Primera mujer fue Eva; y la primera hembra de la mitología griega, Pandora: ante el atrevimiento de Prometeo, fue instrumento de venganza de Zeus y trajo las desgracias a la Tierra.
El título de la exhibición del MAC la alude. Pero, más allá de resultar pertinente por su asociación con algo que aquí importa y mucho, el formato caja, nada relaciona esta exposición con el despliegue nefando que significó la ejecución del castigo del tronitonante. Más bien todo lo contrario: en Pandora´s box la caja resulta arcón alucinante en su despliegue de las posibilidades retóricas de una colección que incluye a muchos de nuestros amigos, los clásicos contemporáneos. Artistas que nos acompañaron siempre o por temporadas, como sucede con algunos músicos y sus obras. Encontrarse con tales creaciones es toparse con aspectos entrañables de nuestra propia existencia. Y este clasicismo temprano acaso sea un síntoma de contemporaneidad; se expande a través de catálogos, de internet, y nos lleva a conocer bastante a muchos artistas incluso antes de alcanzar la madurez.
Esa es la primera idea de los curadores Darling y Alsdorf, tan simple como eficaz: la creación de diez módulos para hacer dialogar a la obra de Cornell con algunas de la colección permanente del MAC. Con un montaje que da lugar a que las obras se expandan sin ceñirse a un guión arbitrario, la propuesta es diáfana y admite pocos cuestionamientos.

Muchas veces Cornell alcanzaba un estado peculiar de satisfacción tras trabajar, leemos en su diario íntimo. Toda su tarea mínima la realizó en el sótano del hogar materno, en Queens. Las cajas incesantes agrupan cosas cuyas aproximaciones simbólicas forman mapas ontológicos. Y flujo del inconsciente.
Artista moderno, se identificó con el surrealismo francés y formó parte de una segunda ola de ese movimiento que se desarrolló en Estados Unidos. También fue cineasta secreto. Pero la leyenda que pretende convertirlo en un ermitaño desconectado de la escena de su tiempo va dando paso a un Cornell más cabal; que era frecuentado por Duchamp, a quien ayudó a pensar y realizar sus cajas, y hasta por los mismos expresionistas abstractos que resultaban su antítesis formal; mientras que estos epitomizaban entonces el avant – grade, con obras enormes, Cornell trabajaba en otro extremo de la escala con cajas habitadas por lo ínfimo.
Hoy Cornell es visto como un precursor del arte contemporáneo, por la utilización pre – pop de materiales baratos y de imágenes repetitivas. Así como de lenguajes minimalistas antes de que este movimiento fuese definido como tal.

La caja puede ser ventana. Lo es Diagonal Composition (93´), de Jeff Wall, caja de luz que desarrolla una tendencia de la fotografía contemporánea que consiste en reconocer estados de gracia donde pocos los ven. La fealdad de la cocina mugrienta y la arquitectura descacharrada se compensa con la luz que rellena todo por igual y subvierte el discurso de la materia.
Y diorama alucinado: una exquisita pieza de Nam June Paik, Exotic Garden (86´), es un aparato de representación de ideas de sonoridad y movimiento, registro futurístico plasmado en la prehistoria de los dinosaurios, pero también del siglo XX. Con filmaciones psicodélicas emergiendo como frutos de los árboles en la maqueta selvática.
Epifanías de la segunda sala: una caja de Cornell contiene cinco copas que encastran en hendiduras creadas sobre la base de esta. Contienen elementos de lectura abierta: determinado caracol, una bolita de vidrio, todo se recorta e integra con el fondo que muestra improbables mapas estelares. Se lee en referencia a ellos.
Y mudan los estados de consciencia ante la presencia de obras que erizan: Richard Long y su Chicago mud circle; el homenaje a la ingravidez de Jeff Koons, que en la primera de dos obras que sacó Pandora de su caja sitúa tres pelotas de básquet flotando en el espacio de una pecera (85´); y Mariko Mori, con la genial Birth of a star, en la que hace uso de efectos tridimensionales y auditivos para exhibir a una mujer inalcanzable, atrapada en un espacio virtual de la pared. Sin amontillado.
Primero la repetición. ¿Puede ser posible? No importa. Repetición es vacío, apelar a una suspensión de las leyes matéricas. Suspéndese también la ordenación, por consiguiente. Primero es segundo y también tercero. Y este recurso tan saturado por el arte actual tiene, es cierto, cantidad de ejemplos en los que las obras justifican su uso. Entonces aquí están. Warhol mismo; Arman y una caja cargada de relojes. Y la reconocible instalación de Christian Boltanski Les enfants de Dijon (85´), cada cual con su retrato en la penumbra y una lámpara iluminando a cada uno de ellos.
Feathered fantasies: una sala exhibe piezas en relación a aves. Las cajas de Cornell se ocuparon de ellas. Esquematizando jaulas e incluyendo ilustraciones de lechuzas tomadas de libros. Para este artista, las aves convocan a la potencia del vuelo, de una fuga hacia otros horizontes. Y si son nocturnas, hablan además de ver allí donde los demás no lo hacen.
Sobresale un traje sonoro (Soundsuit) de Nick Cave. El artista residente en Chicago desborda delirio barroco, navega simultáneamente todos los océanos cruzando ideas performáticas, musicales y de todo tipo a la velocidad del vuelo de los colibríes.
El mar es otro espacio a surcar por Pandora´s. La sección que le está dedicada tiene dos protagonistas indiscutibles: el primero es un Magritte de locos, Les Merveilles de la Nature, donde dos seres con piernas humanas pero torso y cabeza de pez, se abrazan sentados en una banca a la orilla del mar, sobre cuyo horizonte vemos una carabela hecha de océano transfigurada por la luz. Los seres remiten a estatuas de la corte africana de los Fon, a sus reyes peces. Y la nostalgia es infinita. El otro momento cumbre en la sala está dado por el video de Pipilotti Rist que se proyecta en un ángulo. Es el agua que fluye y unifica cada cosa. Pero hay algo que está allí partido, en la belleza inconmensurable. La canción cantada por la misma artista es Wicked Game de Chris Isaak. Hace de banda de sonido para casi toda Pandora´s.
The Voyeur es el capítulo que refiere a un romanticismo lejano, filtrado por visiones de erotismo de bajos fondos. Solo visiones. Al menos en Cornell. Cindy Sherman y un still de video se burla de las convenciones sobre el retrato de la mujer. El trabajo del 77´ ya es vintage por demás. Francesca Woodman, que hizo tanta cosa interesante en su cortísima vida, aparece con una foto en la que la carne torna espíritu, en el marco de esas casas abandonadas a las que su arte habitualmente refiere. Y la mujer en la bañera de Koons es mirada por un buzo, colegimos al ver emerger un snorkel. Una esponja con forma de corazón flota. Hay un detalle: ella perdió la mitad superior de la cabeza. Luego Darger. ¿Primero Darger? Siempre. Primero, aunque no sé en cuál lista. Como no bastan tres líneas para referirse a este inclasificable, sugerimos, para los que no lo conocen, seguir el enlace, http://es.wikipedia.org/wiki/Henry_Darger, mientras imaginamos ocuparnos en una nota acerca de él en un número próximo.
De lo filmado por Cornell vemos obra excelente, y la caja Bubble Works de algún modo lo introduce. Allí hay una pipa cuyo humo funciona como textura de sus fantasías. Usó filtros de color, se apropió de imágenes y realizó procedimientos propios del cine experimental, en el año 38´. El film incluye desafíos a la física desde un ámbito circense. Está hablando del arte. Y dialogando, merced a la curaduría, con un gran video de Cao Guimarâes y Neuenschwander, en el que una burbuja recorre una casa en venta.
Una exploración sobre los collages encajonados de Cornell lo sitúan junto a Baldessari, David Salle. Y hay otras obras más geométricas, siempre al borde de decantar la clave de un secreto. Por último la relación de Cornell con la arquitectura es excusa para ver una tremenda obra de Gursky, cierta casi abstracta visión desde la ventana del Hilton de New York.

Y primero fue Bruce Nauman. La muestra que acaba de inaugurar en la galería de Donald Young, Combinations described (Chicago), compuesta por un video y cuatro dibujos, tiene algo de statement. O, dada la dimensión de Nauman, es la significación con la que tendemos a dotar a lo que vemos. Lo representado son sus manos que se mueven, mejor dicho los dedos que las conforman, obedeciendo a órdenes que tornan la mecanicidad vertiginosa. Bruce, heroico, ya dejó Chicago para volver al ranch en el que vive recluido. Y nos dicen en la galería que, lejos de haberse tranquilizado, tenerlo allí fue como soportar un huracán que va directo a la médula respecto a sus objetivos, con ideas cada vez más intensas.

Primero fue Pandora. Y la mentada ausencia de esperanza en su cofre brujo, fisura abierta en la percepción de la existencia que tenemos los humanos. Pero también motivo del arte. De su razón para existir, podríamos dudar de si no se trata de la necesidad de suturar algo adentro, en algún lado.









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(Pandora´s box hasta el 16 de octubre en el Museum of Contemporary Art de Chicago, 220 East Chicago Ave.; Combinations Described en Donald Young Gallery, 224 South Michigan Ave., Chicago)




 

S/T Soundsuit; Nick Cave, 2011     
 
     
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