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La nave que los humanos encuentran en la remota luna LV-223 es ahora un templo sepultado por milenios de tormentas de polvo. Una ruina, reconocible resto arqueológico. Ridley Scott ubica el acontecimiento en el año 2089. El film es Prometheus, y a la mañana siguiente de verlo, se me hace difícil hablar de Real /Virtual. Arte cinético argentino en los años sesenta sin que la película se cuele en mis pensamientos. Tiempos arcaicos y futuros se entremezclan en ella, sin que ninguno de los dos sea más que someramente reconocible, a espejo de lo que ocurre con el tiempo del que habla la muestra -y ése es en el fondo su tema-.
En la plataforma argumental de Prometheus, los humanos están a punto de dar con quienes nos crearon, nuestros ingenieros. Venimos del superhombre y vamos de proa a topar con un reptiloide letal; o quizá a encarnarlo -el nuevo film de Scott es la precuela de Alien-. Vivimos perdiendo entidad, acordeonados por el peso del despliegue de pasados y futuros imposibles. La linealidad se ha desquiciado.
El desarrollo dinámico de la luz participa desde siempre en la concepción de obras visuales. Desde el deslumbre de las pinturas rupestres, a ser vistas bajo la chispa parpadeante de fogatas, hasta las catedrales góticas a ser entendidas según la evolución de los rayos solares. La percepción de la materia más sólida se transforma mediante la oposición de su estatismo pétreo con la ligereza lumínica.
Si a nuestro futuro podemos rastrearlo en el remoto pasado, ¿adónde apunta un arte que, pensando el devenir, ya tornó monumento y señal? Los artistas cinéticos de los ´60 a los que refiere esta muestra exudan confianza en ellos mismos, pero sobre todo, acerca del tiempo en el que hicieron estas obras. Pese a encarnar la expansión del gesto planteado por Victor Vasarely más temprano en el siglo 20, -y luego evolucionado en París-, el brote argentino de cinetismo que representan los artistas de Real / Virtual debe entenderse en el contexto temporal que señala el guión expositivo, particularmente el segundo quinquenio de una década de paradigmática experimentación en cada plano de los aconteceres humanos, suerte de salto evolutivo con inflexión psicodélica de la especie. Es hasta ahora la última vez que una porción considerable de la población coincidió en imaginar un tiempo en el que los hombres seríamos mejores, gracias a la expansión de la consciencia. Esta sería provocada, primero, por una alteración perceptual necesaria para dudar de los valores establecidos. Una siguiente fase de corte meditativo nos permitiría anclar en nuestro ser trascendente. Algunas de las obras presentes en Real / Virtual evidencian la intención de reunir estas dos fases, anticipando los ingenios desarrollados como gimnasios mentales que trajo la llamada tecnología de la consciencia a partir de los ´90. Otras, se concentran en deconstruir la mirada y provocar una expansión. Son la medida de una poética de alteraciones. Obras que operan efectos, y aquí esa palabra no denigra una integridad artística sino que verdaderamente ilustra la intención de sus realizadores.
José Luis Brea hablaba de futurotopías, a las que definía como imaginarios deja vu invertidos. La ternura de las ruinas tempranas, atribuibles a la velocidad del presente, al poder de lo real de sobrepasar las potencias de toda imaginación, -en línea con lo que señalábamos antes-. Pero, decía Brea, exhibe también la desaparición del futuro de nuestro orden del discurso, de la cultura que nos es propia y a través de la que logramos pensar el mundo. ¿Qué fue de nuestra idea del futuro? ¿Podemos encontrar a grupos significativos de humanos que siquiera deseen lo mismo o tengan ideas en común al respecto?
La tarde del viernes siguiente a la inauguración, los guardianes de sala de Real / Virtual se veían alegres. Lo que no es usual. Pero la cantidad de actividad que tenían a su cargo, supervisando la interacción de la gente con obras dinámicas, frágiles, los tornaba más protagonistas que de costumbre. No tiene que llevarse puestos los espejos, pero tampoco deje de pararse allá, que va a verse multiplicado al infinito, me dice quien custodia Inestabilidad Proposición Arquitectural, grandiosa instalación de Le Parc. Seguramente la intención de este artista de socializar el arte, preocupación compartida con otros emblemáticos cinéticos, no funcionó exactamente como lo habían imaginado. Aun hoy los vemos formar parte de un circuito antitético respecto a tales premisas. Otros de los cinéticos salieron por la tangente del arte explícitamente político, como Juan Carlos Romero. Pero, cumplidos sus objetivos de largo plazo o no, qué duda cabe, Le Parc ha producido una cantidad de trabajos de altísima calidad. Aquí hay reunidos varios de ellos.
Otros artistas de los que se exhiben muy buenas obras son Kosice, Boto, Brizzi, Polesello, García Rossi, Vardanega, Tomasello. Y hay piezas importantes como la de los cordobeses Giusiano y Schneider, o la emblemática y patrimonio de la colección del MNBA del francohúngaro Nicolas Schöffer, suerte de padre del arte cibernético. Esta pieza llegó al museo en 1961 y desde entonces no había sido exhibida.
Es evidente el esfuerzo del equipo de restauración para la puesta a punto de muchas de estas obras. Y en verdad, a varios niveles se aprecia la eficaz interacción de equipos de profesionales, bajo la dirección curatorial de María José Herrera. El montaje de Real / Virtual es sobrio: semipenumbra, luces puntuales, fondo oscuro, buena circulación. Es raro el espacio final del recorrido, la escenografía de living; y cierto que, de realizarse el recorrido priorizando las piezas con movimiento propio, luego la parte "estática" resulta tan extraña como la sensación que tenemos al tocar tierra tras marearnos en un juego del parque de diversiones. Y mucho de italpark lisérgico tiene esta muestra. Luego, las teclas para accionar las piezas funcionan bien y son fácilmente localizables. El desplegable que se entrega en sala no contiene un texto curatorial necesario, y el catálogo enunciado no estaba el día que fui.
La muestra cierra un ciclo de propuestas que enhebraron los últimos tiempos de actividad del MNBA, enfocadas en la historia del arte argentino del siglo 20. Son parte de un proceso de transición de nuestro museo que, una vez más, busca transformarse.
Así, lo expuesto en Real / Virtual tiene la posibilidad de ser leído como prematura extinción de algo que solo llegó a suceder parcialmente. Ni el rumbo de la humanidad ni el del arte fueron exactamente los que estos artistas imaginaron entonces. Pero, como en Prometheus, la ruina también es nave.
(Real / Virtual. Arte cinético argentino en los años sesenta en el Museo Nacional de Bellas Artes, Av. del Libertador 1473, Ciudad de Buenos Aires; hasta el 19 de agosto de 2012; gratis)
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