Generalidades sobre dOCUMENTA (13)
por Guido Ignatti
 
Geoffrey Farmer    
 

Nos persigue la idea de dejar algo inconcluso aunque, se sabe, no es posible abarcarlo todo. Haya paz, el mundo comienza a partir de los ojos de quien mira.

Documentar el mundo que conocemos y revisarlo aún antes de que la humanidad se manifieste en él, dar por sentado el pasado, definir el presente y conjeturar un posible futuro son el manifiesto de dOCUMENTA (13). La consagrada quinquenal de Kassel abre su discurso desde la posibilidad del documento como legado y como forma de pensamiento activo. Y lo hace de una manera tan determinante que replantea el rol, hasta ahora capital, que ocupan los artistas con su producción audio-visual. Al llevar el manifiesto teórico al centro de la discusión, la experiencia estética transmuta hacia lo inmaterial dejando llano el camino para el libro, para la noción de él. El pasado es historia, el presente producción y el futuro un vaticinio, ¿que es lo que atañe al arte actual?

La pregunta es amplia, pero para pensarla, se puede ceñir a la función de trascender en una época en la cual la mayoría de las obras no se conciben para durar y perdurar en el tiempo. El documento hoy parece ser la respuesta absoluta, no obstante que desde hace mucho tiempo ronde al arte efímero para corporizarlo y conservarlo.

Si repasamos primero la manera de llevar a cabo la documentación, hay variables que se relacionan entre el método y su objetivo.
Según el método, se puede hacer y documentar ese hacer. El típico ejemplo son las performances y su registro, datan de los 60’s en su mayoría aunque también existan algunos archivos de las vanguardias del siglo XX. El documento sirve para preservar la acción, para traerla al presente inmediato y no dejarla morir en su época o en el desconocimiento. Se trasladan los hechos en el tiempo con material escrito o audiovisual. Este tipo de documento, si bien puede tener cualidades artísticas per se no tiene la jerarquía del original. Hasta aquí el documento no es una obra de arte, es registro. Y aunque no sea performativa la cosa, como en las instalaciones de sitio específico, las obras basadas en el tiempo o las efímeras, allí también sucede lo mismo. El valor del archivo no es el de la obra en su tiempo, porque hay algo que no se puede archivar y es la experiencia vital: lo inexplicable que se manifiesta ante la obra de arte.
Ahora, si planteamos que el objetivo de documentar es el centro de la producción, se manifiesta el síndrome de nuestra época, que viene creciendo progresivamente y exhibiéndose en todas las dOCUMENTA. Se plantea como materia activa de trabajo la investigación y se redefine su lugar en la escena. Aunque su condición original sea la de complemento de la experiencia artística, su ubicación en la concepción de la obra sugiere un cambio en el sistema actual. Lo que se pone de manifiesto en Kassel, es el cambio de polaridad de la ubicación del documento de manera categórica y evidente. La importancia de la investigación, la teoría y el registro está en consonancia directa con la ejecución y se anuncia como la forma de pensamiento contemporáneo: el artista debe ser un investigador en su época.
Hoy los productos culturales disponibles fruto de las relaciones sociales, la actividad global o la sociedad de consumo misma, la evolución tecnológica, los hechos históricos y prehistóricos, son el material de trabajo; la materia ya no es prima sino elaborada o manufacturada, rescatada y utilizada por su significado, estudiada. Estamos en el momento de la edición como forma de pensamiento y esto no es solo aplicable al campo artístico. A la par, las obras en dOCUMENTA (13) ejemplifican su relación con la historia, con el conocimiento de la vida urbana y rural, la antigüedad atesorada y un posible futuro basado en ideas cientificistas. De este modo cada obra se explica sola -necesita hacerlo ya que cumple a la vez el rol de “diccionario subjetivo”- y si no lo hace por si misma, la justifican otros: va siempre acompañada por textos curatoriales que aparecen guiando el pensamiento hacia las ideas preconcebidas en la teoría, que abren y cierran el discurso perfectamente. No solo se manifiesta el artista, también lo hacen los curadores, entremezclando su discurso con el de los primeros. La relación entre ambos aquí es difícil de discernir, y por el contrario, las creaciones se revelan como un resultado colectivo.

Por eso, los actores en escena, menos limitados por sus roles, unifican sus posiciones y formas de trabajo. Formas que, en otro momento, estaban claramente delimitadas por estructuras de pensamiento autónomas y diferentes maneras de concebir su hacer. La liberación de estos preconceptos es excelente en teoría, ya que habla de un campo de expansión y de una libertad de trabajo más amplia en ambos frentes. Los artistas están cada vez más involucrados en áreas de gestión, crítica, investigación, curaduría, algo que se fue dando natural y progresivamente como un traspaso del taller al laboratorio, que pasa por la biblioteca para llegar directo a la institución; y los curadores cada vez involucran más el hecho artístico en su manera de curar. Las exhibiciones hablan por sí solas, poseen un discurso macro que excede el de los artistas, utilizan las obras para armar una narración más amplia, que a veces evade la idea original intrínseca en el trabajo. Edición de una edición y se manifiesta la voz de ambos juntas y separadas a la vez. ¿Qué diferencia la actividad de uno con la del otro? ¿El curador es a su vez un artista? ¿O es el artista quien trabaja cada vez más como un curador en su obra? Tales posiciones, un poco desafectas, son en realidad el espectro gélido de lo que un artista supo manifestar para su trabajo en el pasado: ímpetu, arrojo y espíritu.

La proximidad que hay con las instituciones en la actualidad propone ligeramente el profesionalismo, esa premisa para nada ponderada por los dogmáticos. La figura del artista pareciera estar en tránsito hacia otro estado, más aún desde la aparición del curador como mediador, no sabiendo si este es causa o consecuencia. Lejos está el modelo de artista que solía atraer con su mezcla de talento, sexualidad y desenfreno. Hoy el erotismo se momifica con el marco teórico hincado tan hondo; y en esa necesidad de explicarlo todo, hasta lo inexplicable encuentra su marco de contención, su urna.

Entre tantas explicaciones, hay editados dos catálogos sobre dOCUMENTA (13): el “Guidebook” -destinado a los artistas y su obra- es un sencillo libro de tapa blanda con una página por artista a modo de introducción, donde en la mayoría de los casos no está la obra presentada y “The book of the books” –el que posee los textos de curadores, críticos y teóricos- es una tamaña edición de tapa dura que le duplica las páginas así como también el tamaño al primero, 5 kilos de bruto libro. Mas allá de quien la tiene más grande, lo que destaco es la reflexión sobre qué es primero, y no cronológica sino conceptualmente. La sensación es la de que todo lo que vemos y leemos se produjo para el marco teórico, el evento es escrito y son varios libros los que recapitulan la escena al definir la idea de documentar. La exhibición resulta una consecuencia, quizá innecesaria para el fin, un mero atractivo más para suplir el vacío que dejan las palabras al tratar de armar un show seductor para la masa visitante.

http://d13.documenta.de/



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