Estamos juntos.
Las fotos ya se han hecho y todo se acomoda y se relaja. En un segundo, la escena se diluye y vuelve todo a su cauce natural. Nos conocemos. Algunos más que otros. Pero es sobre la alfombra que se renueva la dicha de sabernos.
Estamos juntos y, más allá de las palabras, intuímos que es esta nuestra pequeña fiesta. Banquete al que fuimos invitados por nosotros mismos. Liturgia que renueva la caricia que nos salva.
Se habla. Se ríe. Se bebe. Se comenta.
Las voces se van superponiendo y caen en una pausa provisoria.
Estamos juntos y nos protegemos, pasada la batalla que hemos librado para llegar hasta este día.
Un aire dulce atraviesa la sala. Tan lejano y distante de la indiferencia humana.
No son dos años. No. Es toda nuestra vida buscando por el mundo la tribu que nos nombre. A veces, las minorías pronuncian su propia diferencia usando el lenguaje más superficial. Teniendo los mismos tratos. Cultivando las mismas apariencias e imitando los mismos gestos vacuos.
Pero ahora, ya nada nos puede pasar, y es porque estamos juntos. Y solos a la vez. Porque hemos comprendido con los años, que lo que nos trajo hasta aquí no fueron las coincidencias. O alguna que otra herida parecida. Que los encuentros no son cruces, sino el fruto de saberse muchas veces perdidos en la misma suerte de naturaleza.
Y porque es la alegría más primordial la que se celebra en nuestra tarde compartida.
Todos hemos cruzado a nado las mismas aguas, aprendiendo a nadar al mismo tiempo. Nadie nos ha señalado la otra orilla.
Y mientras tanto, yo también he abrazado cuerpos cuyos rostros jamás conocí. Y si aún hoy me entrego a las errancias que mis deseos me imponen, es siempre sin que el corazón quede allí encadenado. Esta libertad esconde muchas veces sus cartas, pero yo sé que esto lo puedo hacer, porque están ustedes del otro lado de cada puerta.
La noche es nuestra amiga porque nos conocemos. Podemos salir de cacería. Por separado. Y sentir el frío y la distancia.
E igual volver a casa sabiéndose abrazado.
Cerrar los ojos. Pensar en los que amamos.
Y musitar una vez más la vieja frase: Amor mío, donde quiera que seas, mañana en la batalla piensa en mí.
Teo Wainfred, nació en 1963.
Lector, traductor, editor, docente.
Actualmente dirige junto a Valeria Balut, Arta ediciones.
Vive y trabaja en la ciudad de Buenos Aires.
|