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Hago las cosas por entusiasmo y también porque a veces reconozco un cauce en un lugar donde no está a la vista. Se torna físico. Siento que por ahí me puedo verter, discurrir.
Ambas cosas me pasan con Sauna. Algunas de las notas que escribo aquí son deliberadas, otras vienen de saber que hay un tema que por afinidad o contraste está formateado para que lo aborde.
Me gusta que la revista, tomando elementos de lo que acontece mes a mes en el ámbito de nuestras artes visuales, tanto apunte hacia esferas sutiles como remueva zonas anquilosadas. A mí, particularmente, me sucede de encontrarme con alguna frecuencia hablando de asuntos que rozan la política, reconozco que es una matriz importante de mis dos años de Sauna. Casi nunca recibí directamente comentarios negativos por hacerlo. Más bien todo lo contrario, aun de quienes piensan diferente. Eso es alentador por estas épocas. Y cuando un artista me manifestó su desacuerdo con lo que dijo uno de mis compañeros acerca de una obra suya, le expliqué lo mejor que pude que esa crítica era un acto de amor: estamos mirando lo que hacés, lo consideramos seriamente, no diremos lo mismo si nos parece valioso que si no. Como también soy artista, es lo que espero que suceda cuando yo exhibo algo.
Ojalá alguien perciba lo que hicimos hasta aquí como un aporte, aun con nuestros errores y baches. Siento que un hijo valioso que dejamos es nuestro concurso de textos anual, que promueve nuevas producciones de gente experimentando con la palabra, las ideas y las artes visuales.
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“Lo que ayer tuvo sentido, hoy no lo tiene”, dice Ray Barko, el caprichoso y egocéntrico artista estrella de la película Untitled, una suerte de parodia de Damien Hirst, que, finalmente, muere aplastado por una de sus propias obras: una vaca embalsamada con collares de cuentas de colores.
El mundo del arte contemporáneo aparece lúcidamente plasmado en esta genial película de Jonathan Parker, cruda radiografía de hasta los más remotos e internos tendones y ligamentos de éste medio. Allí todos son pretenciosos, pero a la vez tienen una innegable porción de razón; todos triunfan, todos fracasan, todos son sinceros y todos son un fraude. La realidad dura un tris tras, en lo bueno y en lo malo, ya que cuesta recordar lo que ocurrió ayer, en este nuestro mundo hiperinformado con un click.
Vengo del ámbito de las disciplinas que estudian lo histórico, donde las verdades y las direcciones interpretativas ya están dadas –aunque sean muchas, diversas y siempre renovables- por el simple hecho de formar parte del pasado. Por eso, lo que más estimulante me resulta de trabajar con arte contemporáneo es que es un organismo vivo y en pleno proceso de construcción. Atravesado constantemente por debates, por hipótesis que se anulan unas a otras; teñido de subjetividades que parten tanto desde la arena político-ideológica hasta de la más prosaica carnalidad.
Con SAUNA empecé mi buceo –informal, pero sistematizado y concienzudo- en las aguas del arte contemporáneo. Hace ya dos años. Y hoy no me dan ganas de dejarlas: las corrientes submarinas que la atraviesan infunden vitalidad, fuerza creadora y la excitante ansiedad que genera la hoja en blanco.
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24 meses en SAUNA, 24 números, 24 tapas, 24 entrevistas, cientos de textos, miles de muestras, millones de encuentros y desencuentros que marcan un espacio y un tiempo donde el deseo y el amor conviven las 24 horas en el mundo de las artes visuales. La independencia de la revista y de cada uno de los seis saunos nos permite meternos donde más nos interesa, sin problemas. El problema está en que ahora tengo 1500 caracteres para decir que veo una caída pronunciada de las artes visuales (artistas, obras, gestores, galerías, coleccionismo, curadores, ferias, becas, premios, instituciones, educación, gobierno, etc, etc.). En este momento prevalece en mi una mirada negativa porque creo que estamos viviendo bulímicamente: consumimos, no digerimos y vomitamos, ya es casi una adicción. Comer y vomitar. Provoca una sensación de placer rápido, egoísta, superficial, mentiroso. Muchas muestra para ver, mucha producción, muchos artistas, mucho de todo, y poco o nulo mercado. Cada vez menos coleccionismo, las instituciones frenadas hacen poco, los directores están en la mira, las galerías cierran, las que quedan se les hace muy difícil sobrevivir, los artistas se ven obligados a generar espacios, revistas, eventos, etc, en lugar de producir obras. Víctima y victimario son uno mismo, el medio, no hay un culpable. La bulimia provoca un cuerpo y cabeza poco saludable, débil y mezquino.
Esta visión que tengo hoy no me gusta y no es la idea con la que se fundó la revista pero no nos queda más que poner el cuerpo y salir a lo que nos toque. El futuro será mejor, distinto, hay que buscarlo. Y SAUNA estará ahí.
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Hacer un balance puede ser de lo peor, más si lo hacemos en septiembre. Si bien estamos de festejo, copa en mano cual típico diciembre, lo que estamos celebrando aquí es la vida que nosotros mismos dimos a luz, o que creamos a lo Frankenstein, y en estos casos resulta siempre difícil delimitar objetivamente el camino transitado y las expectativas futuras. Resulta difícil porque somos unos padres primerizos muy orgullosos de su bebé freak que con solo dos años se montó al mundo del arte en un huevo, así como en el corazón a fuerza de coraje. No escapamos a la endogámica manera de ser que tiene el arte y sus hacedores, porque somos eso de lo que hablamos. Edición tras edición, pensamos el balance y quizá por eso nos cueste hacer otro más, el balance de nuestros balances puede ser innecesario, excesivo, aunque seguramente sea sí, celebratorio.
La exigencia de evaluarlo todo ya está dada por sentado en nuestro hacer. Le damos vuelta a todo hasta que agotados logramos que esas ideas que están en el aire –y que por osmosis las incorporamos a nuestro ser- sean transpiradas luego en el Sauna. Tal vez a todos les pase lo que a mí, que al finalizar cada texto me pregunto porqué lo hago; pregunta sin una sola respuesta cierta, aunque sí con muchas posibles. Lo que claramente está a la vista es la necesidad de agitar las aguas calmas, revolver lo que está quieto para saber si la consistencia es buena. Es un acto de responsabilidad que se traduce en masoquismo, porque no escapamos a lo que juzgamos –para bien o para mal-. Porque estamos embarrados, es que en la batalla de las ideas todos nos salpicamos, hay que gozarlo para que quede claro que todo esto además de ser muy serio es un juego.
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Me aburre el chisme, prefiero hablar de mí, del interlocutor, del artista resucitado. A decir verdad, los chismes de los artistas resucitados me gustan mucho. Sobre todo si los autores pertenecieron a sus círculos, si fueron a los mismos bares, si compartieron amantes. El chisme solo me interesa como género literario. Los comentarios maliciosos, solapados, sirven como retratos, no solo de sus víctimas, sino de los victimarios. El arte del buen chismoso requiere de gran habilidad para recortar la realidad y retorcerla con estilo, exhibirla al detalle y tratar de que la invención guarde suficiente verosimilitud como para que sea creíble. Es necesaria también una cuota de morbo para atrapar a la audiencia y un par de guiños picaros para hacerla cómplice. Nada que no haga la prensa amarilla, acaso, ¿podríamos entender la Argentina sin las placas de Crónica TV y las tapas de revista Gente?
Sauna surgió en 2010, cuando ya había pasado el temblor de la gran crisis, y en el mundo del arte se sentía el recambio de la década. Muchas instituciones habían caído, otras se refundaban y otras tantas seguían tambaleando. Nos impulsó la idea de contribuir al debate. No cuchicheamos. Hablamos en voz alta, en caliente, con nombre y apellido. El combate es cuerpo a cuerpo, como en Fharenheit 451, los papers arden,los títulos quedan reducidos a cenizas, no hay billete que valga. No es fácil sostener las imposturas, la experiencia puede ser asfixiante. Las miserias del vecino, las anécdotas de alcoba, los chanchullos del gobierno no son los temas que más nos interesan, pero en un campo que no para de expandirse, termina por interesarnos todo. Tratamos de ser honestos. Cuidamos los modales. Y nos sacamos las ganas de decir lo que queda escrito. Después de cada sesión, créanme, volvemos a casa livianitos como animales.
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