Sobre trayectos de la fotografía en Argentina
por Bruno Dubner
 
     
 

En un panorama marcado por la poca discusión acerca de la fotografía, las historias vernáculas escritas alrededor del medio poseen una característica no menor: existir. Las líneas que tipeo en este preciso instante no serían posibles sin la existencia de esas publicaciones.
Sin embargo, experimento ante esos textos un malestar signado por los constantes análisis que del referente hacen los historiadores, como si el tema por sí mismo todo lo justificase. Se sabe, la fotografía como ningún otro medio se torna invisible en pos de lo que da a ver, y estas historias representan (al menos para mi) una cronología de aquello que las fotografías de los distintos períodos han dado a ver. Se habla mucho del tema y poco de fotografía.
Las razones de por qué considero a estas historias oportunidades desperdiciadas para pensar al medio son estrictamente fotográficas. O mejor dicho, la carencia se funda en la imposibilidad de pensar a la fotografía por fuera de la denuncia política o por fuera del discurso enfocado en justificarla como arte. En ambos casos, la fotografía solo resulta posible en relación a un opuesto, en relación a lo que no es. Como consecuencia de esta lógica, las historias son sus omisiones. Inconscientemente operan como el encuadre; una flecha de doble dirección en donde el adentro señala el afuera y viceversa.
Veo las fotos hechas por Horacio Coppola de una Buenos Aires bellamente imperial, y ante la evidencia de lo que no está, me pregunto: Quién fue el fotógrafo de las putas francesas y polacas? Quién fotografió los fumaderos de opio del Dock Sud? Quién hacía las fotos porno en argentina? Por qué en estas historias todo lo concerniente al goce brilla por su ausencia y por qué no hay personas sonriendo? Camino por Corrientes, paso por Los Inmortales y veo la foto de Gardel y Ratti duros como una piedra: Quién los fotografió? Quién fotografió la cocaína en las farmacias? Quién fotografió el crimen? Existió algo así como un Weegee argentino?
Una aclaración: Coppola me parece un genio. Me matan sus fotos, y esta omisión que señalo no es, por supuesto, responsabilidad suya.
No me pasa lo mismo frente a ciertos reporteros gráficos que trabajaron durante la última dictadura y los primeros años de la democracia. Entiendo el contexto histórico, pero esos trabajos no me interesan particularmente. Aún así,  aplicando la misma lógica que en el caso anterior, pregunto por sustracción: En dónde están las fotos de Mau Mau y Afrika? En donde están las fotos de moda y publicidad de ese entonces? Y los desfiles de Ellesse, Fiorucci, etc.? Y los paparazzi? Existió un fotógrafo del jet set local? Existió un Ron Galella argentino capaz de obtener imágenes tan sofisticadas y guarangas como las de Friedlander o Winogrand?
Podríamos preguntarnos también por la fotografía científica y de arquitectura entre tantas otras ausencias, pero en este punto me parece importante remarcar que la cuestión no es reemplazar un tema por otro, una historia B por sobre una historia A (seguiríamos en la misma), sino considerar en si resulta útil seguir tomando a la fotografía como algo dado y externo a su propio programa, ya que ella siempre responderá ante nuestro pedido más allá de cualquier intención. La foto solo es una foto de su propio procedimiento. Ya sea que se trate del tema, la técnica o el arte, nada ajeno a ese programa tiene peso por sí mismo. Toda foto es una foto de la nada.
Lejos de ser inocua, esta condición informe resulta mucho más potente y efectiva que cualquier explotación grandilocuente de la miseria.
Empecinados en la búsqueda de autores o del hecho social relevante (empecinados en alguna verdad), los historiadores no reparan en las prácticas anteriormente citadas. Proclaman la democracia del medio pero no consideran la lúcida carencia de énfasis ni el poder de la ambigüedad y libertad que emana de toda esa producción. Ningún medio resulta tan efectivo como la fotografía para licuar y disolver lo alto con lo bajo, lo sublime con lo banal, el arte con el documento. Nada tan eficaz como la fotografía para barrer con la lógica constreñida de los opuestos y señalar que todo intento de jerarquía no es más que una impostura.
Más cerca del hoy, tampoco sorprende la omisión de artistas como David Lamelas, que en muchas de sus obras recurre a la fotografía desde el costado, aplicando al medio el mismo tratamiento lateral que el espectador promedio. Un tratamiento histérico para un medio histérico. Procedimientos como éstos revitalizan a la fotografía.
Como resultado de las lecturas predeterminadas de antemano, se suele citar como mérito de la fotogalería del Rojas la introducción de cierta impronta amateur nan goldineana. Lo cierto es que esa corriente ha sido una más de las tantas que han pasado por ese espacio. Desde el principio se han exhibido en su paredes trabajos de fotógrafos que no solo se encuentran en las antípodas de esa estética, sino que cuando se analizan sus nombres en retrospectiva, cualquier intento de clasificación estilística resulta imposible: Aldo Sessa, Esteban Pastorino, la Fototeca del Foto Club Buenos Aires, Julio Grinblatt, Raota; entre tantos otros.
Esto demuestra que más allá de una estética particular (o de la posibilidad de fotografiar en color), el gran aporte de la fotogalería del Rojas, a través de su creador y curador Alberto Goldenstein, no ha sido la imposición de un modo de producir imágenes, sino más bien todo lo contrario: Constituirse en un espacio esencial para la reflexión acerca del medio habilitada desde todos los ángulos posibles.  Podría decirse que el motor de la fotogalería ha sido plantear una pregunta constante (inédita hasta ese entonces en la Argentina) que sólo puede ser respondida de manera parcial con cada una de sus diferentes muestras: Qué es la fotografía? En un contexto redundante y solemne, la fotogalería del Rojas se permitió preguntar en lugar de aseverar.
En última instancia, y más allá del resultado de una investigación en particular, se trata de abrazar el riesgo de bucear en un medio que aún hoy, a 173 años de su creación, nos sigue resultando tan fascinante como en 1839.




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Bruno Dubner (Bs. As. 1978) es fotógrafo. Sus trabajos han sido exhibidos de manera individual y colectiva en  distintos espacios de la Argentina y del exterior.

 

 
     
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Tapa
Editorial + Staff
Producción fotográfica
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Las 1000 y 500
Ideas en un aniversario
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El tiempo juntos
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Los libros prohibidos
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La historia oficial
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