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Conectividad se llama al potencial de conexión entre distintos elementos o entidades. Humberto Vélez, cabal ontólogo, es consciente de esta posibilidad y dirige su atención a descubrir lugares, personas y actividades que disponen de filamentos capaces de electrizarse entre sí. De tales reuniones surgen aconteceres únicos y efímeros pero plenos de sustancia.
Hay elementos recurrentes. Principalmente, una química que se da entre museos e instituciones del arte o de la vida pública por un lado, y por otro grupos de personas aglutinadas por prácticas identitariamente significativas.
Tal como el título de la muestra revela, Vélez entiende esto que provoca - hasta cierto punto con deliberación y luego entregado a la fuerza real que se genera - como performances, de las que él mismo no es el sujeto protagónico sino que, formado en cine, se coloca como director, guionista y productor. Los acontecimientos producen registros. Algunos de ellos son los que se exhiben en el subsuelo de Benzacar.
La primera obra que uno topa es "El último constructor", súper 8 transferido a video proyectado directamente sobre la pared. Vemos a un fisicoculturista de 70 años de edad que realiza una rutina de poses en una costa. El blanco y negro y el tratamiento de la imagen confluyen para transmitir cierta melancolía que nos envuelve mientras el hombre posa con gracia. Pensamos en su edad, en aquellos que enfrentan las atrocidades del tiempo en forma estoica, y tenemos la noción de que el agua tras él debe ser la del Canal de Panamá, país de origen del artista.
El Canal es símbolo de muchas cosas. De paso y comunicación, pero también de colonialismo. Fue fundante de la Panamá independizada de Colombia en 1903 - las obras del Canal terminaron en 1914-. EEUU ejerció control sobre él durante todo el siglo, hasta que el acuerdo Torrijos - Carter dispuso el fin del ejercicio colonial para 1997. "Nada más pasar el canal, se esbozaba aquella masa aplastante de América del Norte, mientras a su espalda, a menos de dos kilómetros, empezaban los paisajes apocalípticos de América del Sur", decía un pasaje de "Barrio negro" de George Simenon. Y viene a cuenta para ilustrar algo de la densidad metafísica que propone este último constructor al realizar su danza delante del Canal.
Por más que vive mayormente en Manchester y su carrera lo lleva a viajar permanentemente, Panamá es una preocupación para Vélez. Asoma nostálgicamente, aparecen ahí ciertos valores en extinción; por ejemplo en "La carrera", instalación sonora que permite que ese temperamento emerja velado tras una crítica a las etiquetas y prejuicios de la sociedad clasista. En una tercera lectura, "La carrera" también ironiza sobre las carreras profesionales de los artistas, devolviendo una imagen áspera.
Luego, asistimos al combo de videos. En "El contrapunto" varios payadores se dan cita en el Mercado de Valores de Valparaíso para improvisar. Resulta que el día en que iba a hacerse la performance sucedió el terremoto en Chile, lo que llevó a postergar una semana el encuentro pero enriqueció trágicamente su resonancia.
"El clavado" sucede en la piscina Joséphine Baker, sobre el Sena. Y se dan cita grupos de deportistas y tribus urbanas. Todo el evento, bajo el paraguas del Pompidou.
Mientras que "La pelea" reúne en Tate Modern a integrantes de clubes de boxeo barriales, un grupo de danza, gaiteros escoceses y percusionistas africanos. Sí, todo eso. Y pasan cosas. Se percibe un orgullo, pride que se dispara a partir de la presencia del encuentro de todas estas personas con el público museístico. En tiempos de borramientos y travestismo de las identidades, en las obras de Vélez estas contrapuestamente se fortalecen y revitalizan. Vélez "hace algo". Activa una épica improbable. Organiza y documenta un estallido que intuye primero, gracias a una compleja mente poética. Surge una estética de las colaboraciones. Y cierta ética. Al combinarse entre sí, permiten hablar de un proceder social-estético. Las instituciones - y la institución arte, en definitiva- son desbordadas, pero no en un gesto punk.
Hay necesidad de crear nuevos ritos. Desde distintos abordajes, explotando polaridades previamente insospechadas. Otra performance de Vélez, cuyo registro no se exhibe aquí, provoca algo de esto a través de unir una institución + un grupo de parkours (tribu de escaladores urbanos) + una cultura tribal originaria canadiense. Dice Vélez que, al conversar con el ritualista del grupo - cuya voluntad de colaboración podía estar en duda-, recibió su respuesta de que la idea le encantaba, porque estaba cansado de que los rituales fueran siempre los mismos y nada le venía mejor que este disparador para crear uno nuevo.
Ah, también hay que tener en cuenta en "Performances" lo que nace de la competencia y el deporte. Se abordan distintas prácticas deportivas, que son homenajeadas en su significación comunitaria. Nos hace pensar en los mayas u olmecas y su juego de pelota, en un deporte que es trascendente y fundante de mitos. Aunque acá no vaya la vida en ello. Y también trae ecos de otros abordajes contemporáneos al tema, como el del interminable fútbol de mesa de Cattelan o Barney escalando las paredes de galerías.
Un objeto más se exhibe en Benzacar: es un estandarte que evoca "the fight", la performance de los boxeadores. Cada puesta en escena de Vélez genera la elaboración de uno, que realizan miembros de alguno de los grupos involucrados en ellas. Los bordados representan formidablemente los cruces propuestos. Y no es casual que este tipo de estandartes, originalmente elaborados por cofradías y comunidades europeas y más tarde adoptados fervorosamente en América, ya sean parte de lo que irremediablemente fuga, reemplazados por banderines de plástico.
Kant buscaba cimentar la sociabilidad mediante la belleza. Lo opuesto sería un espectáculo teatral, como simulacro que cortaría la raíz de la "comunicabilidad" que interesa a Vélez. Sus hechos-performances involucran a la belleza de modo directo, especialmente cuando él crea concursos para los que las reglas deben ser inventadas o reversionadas respecto a algunas existentes. Lejos de parámetros estigmatizantes, como parte de una construcción nueva que, al modo de los rituales, transforman a cuanto toma parte de ella.
("Performances" de Humberto Vélez en Galería Ruth Benzacar, Florida 1000, Ciudad de Buenos aires. Hasta el 26 de abril.)
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