Sobre Laurent Thurin Nal en la Alianza Francesa
por Mariano Soto
 
Un doute    
 

Laurent Thurin Nal es fotógrafo de plató. Término ajeno éste, pero adorable a nuestros oídos, con ese retintín castizo que a algunos tanto nos gusta. Esto quiere decir que Laurent trabaja de registrar en fotos fijas, dinámicas escenas de películas y de backstage de cine. Y lo que hace no resulta de ningún modo intrascendente: su retrato frontal de Juliette Binoche poniéndose unos aros rojos, es nada menos que el afiche principal de Copia certificada, de Abbas Kiarostami, e imagen icónica de esta película. Así también hay en su haber fotos in action de Beatrice Dalle, Nicole Garcia, Jeanne Moreau y del muy sexy Guillaume Gouix. Captados en plena acción, jugueteando en el back, o mostrando el mismísimo nudo de una escena que recordaremos por largo tiempo, estrellas cool o aspirantes a serlo se convierten en los protagonistas de las historias ficcionales, que Laurent registra como documentación del proceso de filmación de las películas. Laurent es francés, y la mayoría de los films en los que trabaja también lo son, o son coproducciones con Francia, algunas de corte más independiente, otras algo más comerciales.
Algunas de estas fotografías forman hoy parte de una muestra suya, que tiene lugar en la fotogalería de la Alianza Francesa de Buenos Aires. Allí podemos espiar, a través de estas imágenes, la trastienda de ese mundo mítico del cine europeo, o el congelamiento eterno de momentos cruciales de ficciones hechas y derechas.
Así, la divina Juliette se pone sus aros rojos, o Gouix nos atraviesa con su mirada celeste, tirado en el suelo de una calle de París.
Pero esto es sólo parte de la cosa, ya que Laurent tiene bastante más para dar, sobre todo a la hora de jugar a cambiar las piezas de lugar. La muestra se llama Fictions en francés, o sea, ficciones. ¿Estas ficciones a las que apela el título son las de esas películas de las que Laurent nos revela, contrariamente, su costado más “real”, documental y verdadero? En parte sí y en parte no. Y ya veremos por qué.
La muestra tiene dos componentes, dos tipos de trabajos y dos estéticas muy distintas.
En la pared de enfrente a Juliette, Jeanne Moreau y a otros pequeños momentos a pleno color robados a los sets de cine, Laurent monta una verdadera película a través de una batería de fotos de mediano formato, en un blanco y negro extremo, de grano reventado, como en una llamada desesperada a lo mejor del siglo 20. Algo así como un primer Godard, Fellini y Truffaut, más un algo de Doisneau y de Sid Grossman, que dan vueltas como fantasmas sagrados en la atmósfera estética y espiritual de esta serie.
Pero son fotos hechas hoy día, y acusan, en el recorte compositivo y la frescura narrativa, una indudable contemporaneidad, a pesar del homenaje o la cita.
Lo interesante es que todo este conjunto funciona como un film en sí mismo; está lleno de pequeñas historias, de momentos mágicos que parecen actuados, guionados, pergeñados por un director de culto. Y es acá donde el procedimiento de Laurent como fotógrafo se convierte en práctica artística, complementándose con la jugada anterior de las fotos de set: ninguna de estas imágenes en blanco y negro pertenece a ninguna película que jamás haya sido filmada. Son instantáneas de pura cepa, realidad desnuda, cuya carga dramática y novelística es sólo un logro del buen ojo de Thurin Nal para encontrar esa historia particular, en el lote completo del momento transcurrente. Puede ser una pareja escapando al final de un largo túnel, con alguien que los observa al lado, testigo involuntario. Pueden ser las piernas de una chica de falda y zapatos de tira tipo años 20, eternizada en un salto elegante como de bailarina. O una morocha de camisa ajustada y melena redonda a lo Leslie Caron acodada en una mesa de bar. O aquella chica que se recoge el pelo y nos deja el brazo en ángulo agudo en primer plano, tapando como con un niqab la cara del chico que está a su lado, de quien vemos sólo su mirada, divertida y cómplice.
Pero todas estas imágenes tan Nouvelle vague son capturas urbanas de criaturas contemporáneas. Algunas locales, como la de la chica recogiéndose el pelo, en la que Laurent retrató a su amigo Nicolás Bohler –también fotógrafo- en una noche de fiesta artie en la galería POPA, barrio de La Boca. Las ciudades pueden ser Buenos Aires, México, Bruselas. Cualquier bar, cualquier momento mágico pueden convertirse en leyenda blanco y negro de grano exagerado, pura sensibilidad matérica y simbólica. La serie se llama Aquellos días, aquellas noches, y el título evoca ese algo poético de la bohemia en las grandes ciudades occidentales durante el siglo 20. No en balde Laurent es francés: lleva en su sangre, implícitos, los lineamientos que formatearon filosófica y formalmente el arte y la cultura occidentales durante la Modernidad y su ocaso.
Viendo sus imágenes puede sentirse que la bohemia está viva, que la poesía nos espera a la vuelta de la esquina, que el amor es una aventura excitante y maravillosa con fondo de callecitas adoquinadas y descapotables rojos como aquel en el que se matan los protagonistas de Le mepris.
Laurent nos regala ficción, indudablemente. Y cierto tipo de sueño anacrónico, nostálgico. Sus imágenes son un tributo a un pasado cultural, artístico. A una intensidad vital que hoy sólo podemos ensayar, mentir, recrear. Perdida la inocencia, Laurent viene a regalarnos imágenes que la invocan, la conjuran. Operación pos posmoderna, ya ni siquiera sentimos que esa historia del arte esté ahí, lista para ser fagocitada y regurgitada a piacere por el artista, como peroraba Bonito Oliva, sino que directamente volvemos una y otra vez a los distintos momentos históricos para recrearlos y sentir la adrenalina de ese forzamiento, que termina siendo la afirmación vital de nuestra propia impronta histórica. Porque puede que el punto sea ese: buceando en la representación de lo que fuimos, podremos tal vez concientizar eso que hoy somos, a través de la pura recreación-comparación. Nos buscamos a través de la diferencia vital que impone la representación del pasado. Éste es un acto de afirmación, ya que la apropiación impone una necesaria distancia con ese pasado que evidentemente no somos. Ahí está el principio de nuestra evidente originalidad histórica. Ahí está la punta del ovillo del que nos toca tirar.
Como sea, la muestra de Laurent encierra una operación artística legítima, al trastocar identidades, forzar tiempos, subvertir el límite entre ficción y realidad, crear mundos paralelos y taumaturgia. Y emocionarnos.
En la inauguración, como parte de la cosa, cantó el grupo NANAeNADA, un trío trés charmant de guitarra, violín y una cantante encantadora quienes, vestidos tipo años ´50 de feria americana, entonaron canciones de películas en francés y en inglés. Entre ellas Moon river.
Y claro, quien podría, luego, sacarse de la cabeza a Audrey Hepburn y su guitarra en el alféizar de la ventana; sobre todo luego de revivir la escena una docena de veces por You Tube.







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La muestra Fictions, de Laurent Thurin Nal, puede visitarse hasta el 21 de febrero de 2014, en el primer piso de la Alianza Francesa de Buenos Aires, Sede Central, avenida Córdoba 936/946, CABA; de lunes a viernes de 9 a 20hs, sábados de 9 a 13hs. Entrada libre y gratuita.

 


los olvidados 1    
 
     
  SUMARIO  
Año 3 - Numero 33
Diciembre 2013
Tapa
Editorial + Staff
Fotografío por lo que no sé
Entrevista a Alberto Goldenstein
por Dany Barreto y MSDansey
     
Producción fotográfica
por Lena Szankay
     
L´eau en el toilette
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