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Somos parte de un mundo regido por la imagen. Estas se multiplican constantemente, en todas las direcciones, como un virus en expansión. Producir arte hoy, en plena efervescencia y registro de lo contemporáneo, implica un cuestionamiento sobre el mismo hacer. Como críticos, artistas e historiadores del arte, somos deudores de interrogantes y debates postulados durante los años 60´y 70´sobre el problema que conllevan la producción, función, institucionalización y circulación del arte. El arte contemporáneo es una subcultura importante con reglas, discursos, eventos claves y monumentos propios.
En medio del entramado de fuerzas y corrientes, ligadas íntimamente con los valores del mercado y la especulación de los favores y los premios, existe en el arte contemporáneo un terreno posible para llevar adelante batallas y negociaciones sobre el devenir (si es que existe tal) de las producciones artísticas. A partir de los debates postcoloniales, es posible afirmar que “el arte contemporáneo tiene una diseminación local, regional, lateral y transversal cada vez mayor”.
En este contexto de interacciones y desacuerdos es donde la curaduría, entendida como estrategia política y critica puesta en acción, puede marcar un trayecto distinto. El crítico, investigador y curador Cuauhtémoc Medina se presenta como un agente artístico capaz de fortalecer esta situación, enriqueciendo el debate de la teoría postcolonial a partir de nuevos mecanismos curatoriales con el objetivo de desarticular modelos tradicionales de exposición y representación. Frontal, creativo y entusiasta, Medina transita como un flâneur los distintos ámbitos institucionales y artísticos muchas veces no accesibles a la periferia, articulando espacios y artistas comprometidos con los debates de la condición postcolonial, e impulsando proyectos e investigaciones de revisionismo histórico artístico y social.
Lo latinoamericano en el arte contemporáneo
Las periferias en la era global funcionan como lugares de resistencia, como plataformas de negociación y lucha por erradicar la teoría colonialista de la dependencia. Latinoamérica debe ser pensada como una región artística, como un “circuito institucional”. Las estrategias culturales de la periferia son múltiples, cambiantes y perturbadoras, y tanto artistas como curadores son los encargados de dar el correcto uso a las herramientas culturales disponibles para librar distintos combates en el centro mismo del arte contemporáneo.
Las acciones más eficaces del campo cultural latinoamericano han sido la intervención, la apropiación y la inversión ideológica de valores. Consciente de lo que está en juego en el mundo del arte contemporáneo, Medina utiliza distintas tácticas para generar desacuerdos con lo establecido occidentalmente. Durante todo el 2010 llevó adelante el Proyecto de Arte Contemporáneo “Dominó Caníbal”, en el interior de la Sala Verónicas del Convento de Verónicas, un edificio barroco del siglo XVIII ubicado en Murcia, España. Para este novedoso proyecto curatorial convocó a siete artistas cercanos a los debates postcoloniales. Con la sala del convento como contexto y los ejes planteados desde la situación transcultural actual y el canibalismo como acción real, el curador logró sugerir una alternativa potente a los estándares de exhibición vigentes (bienales, ferias, mega exposiciones, festivales). Sobre dicho proyecto afirma que “Dominó Caníbal se plantea como un contra modelo de los géneros usuales de invitación artística, al plantearse como una plataforma hecha de superposiciones y discontinuidades entre varios artistas que habrán de intervenir sucesiva y escalonadamente un mismo espacio, canibalizando (reinterpretando, derruyendo y apropiándose) la obra de los otros participantes.”
Modelos en decadencia: las bienales cavan su propia fosa
Caminando por los abarrotados pasillos y salas de la 29° Bienal de São Paulo (2010), el curador se detiene a reflexionar sobre la obra censurada “Bandera blanca” de Nuno Ramos. Una gran instalación que encerraba a tres urubúes en uno de los nudos arquitectónicos del pabellón mediante una tela a modo de jaula. La escena fúnebre de las aves de rapiña (parecidas a los buitres o zopilotes) revoloteando dentro de la bienal, indicaba la existencia de algún cadáver en las proximidades. Una metáfora trágica y sutil sobre la muerte del arte, o en todo caso, de los soportes que la contienen.
Agudo y conciso en su crítica a este tipo de modelo impuesto en la agenda cultural mundial. no vacila sobre su aproximación: “Las exhibiciones no son instrumentos de enseñanza, pero sí son experiencias pedagógicas para quienes las visitan, para quienes las hacen y para quienes las critican.” Es oportuno hacer notar el deterioro y decadencia de dichos eventos como promotores de problemáticas del arte contemporáneo. El mayor defecto de estos circos culturales son “la pérdida de energía y la no inclusión de nuevos artistas, geografías y prácticas disidentes por la presión, en eventos como Venecia, a complacer al público.”
Una ruptura con las bienales de corte occidental se dio gracias a la gran apuesta y compromiso de avanzada en la planificación de la Bienal de La Habana, que desde 1984 ha garantizado un espacio para el conocimiento y promoción de las obras de artistas de los países en vía de desarrollo, además de poner el acento en temáticas pertinentes a los debates de la condición postcolonial (a cargo de Gerardo Mosquera y el equipo cultural del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam). Lo mismo se puede decir del acierto de la Documenta 11 realizada en 2002 bajo el nombre “Plataform” impulsada por Okwui Enwezor, donde las temáticas de la representación visual fueron profundamente reescritas desde los márgenes, desde la periferia.
La curaduría como antropofagia
La curaduría como la posibilidad de poner en juego, de colocar en situación y desplegar en el contexto estrategias y tácticas culturales que logren penetrar en lo establecido, irrumpiendo con desacuerdos y consecuentes negociaciones con el objeto del arte, con los espacios de exhibición, y porqué no, con el público y los artistas. Es una interacción e intervención activa en pos de lograr un abanico de distinciones, de nuevos criterios de aproximación. Una apuesta concreta para abrir trayectos y territorios y así poder accionar “un actuar por y en contra determinadas formas de cultura”. La figura del curador se presenta entonces como un mediador, un articulador, alguien dispuesto a aportar el afuera de la obra, trabajando en equipo; es decir, realizar una actividad de coautoría.
A cargo del Pabellón Mexicano en la 53° Bienal de Venecia, Medina acompañó y trabajó en el potente envío de Teresa Margolles “¿De qué otra cosa podemos hablar?”. Ubicada en el decadente Palacio Rota Ivancich, la obra funcionó como una crítica mordaz al narcotráfico en México, poniendo en evidencia los lazos de poder entre el Estado y los carteles. El logro de la artista no está en el hecho de la denuncia sino en cómo la hace presente. García Canclini afirma que “sugerir, insinuar, trabajar con la inminencia más que con representaciones literales, valoriza estos trabajos”. En las paredes cuelgan trapos bañados de sangre, el olor abruma las salas y cada día se lavan los suelos con una mezcla de sangre y agua de las víctimas. Joyas y brazaletes se producen a partir del vidrio encontrado en las calles mexicanas luego de un tiroteo entre la policía y los narcotraficantes. Trabajar desde lo que queda, producir a partir de restos anónimos y mínimos en lo cotidiano. Mordaz y sutil, la instalación hace presente lo oculto, evidenciando lo clandestino y así “cosecha el remanente informe de miles de vidas, estableciendo la cartografía de un territorio marcado por la acumulación de cadáveres”.
Comerse al otro, devorarlo y digerirlo, separando lo que nos fortalece y escupiendo lo que nos afecta. El canibalismo es el accionar de Cuauhtémoc Medina, que transitando por los laberintos más profundos del mundo del arte contemporáneo, selecciona aquello que lo nutre de saber y conciencia. El disenso, el desacuerdo y la negociación son herramientas útiles para que el curador invierta y someta el discurso central. Quedan puertas entreabiertas para que una tenue y lúgubre luz ilumine escalones inciertos desde donde posicionarse y desplazarse hacia nuevas situaciones e insinuaciones.
Cuauhtémoc Medina
Entre 2002 y 2008 fue el primer Curador Asociado de Arte Latinoamericano en las Colecciones de Tate Modern, en el Reino Unido. Además de colaborar constantemente ensayos en libros, catálogos y revistas, tiene a su cargo la columna “Ojo Breve” del periódico Reforma en la ciudad de México. En los últimos años ha curado, entre otros eventos “La era de la discrepancia. Arte y Cultura Visual en México (1968-1997)” (Co-curada con Olivier Debroise, Pilar García and Alvaro Vazquez, 2007-2008); el proyecto de Teresa Margolles, “¿De qué otra cosa podríamos hablar?” (2009) para el Pabellón de México en la 53a. Bienal de Venecia; “Dominó Caníbal” (2010) en Murcia, España. En 2012, fue curador de la bienal “Manifesta 9: The Deep of the Modern”, que tuvo lugar en Genk, Bélgica, en Junio-Septiembre del 2012. Durante el 2013 visito Buenos Aires para dictar cursos en la Universidad Torcuato Di Tella, y fue curador en jefe del “Premio Pretobras ArteBA 2013”. Fue elegido como el sexto curador en recibir el Walter Hopps Award for Curatorial Achievement.
Nicolas Frank. Profesor y Licenciado en Artes Plasticas por la Facultad de Filosofia y Letras (UBA). Trabaja como docente en el Posgrado “Especializacion en Medios y Tecnologias para la Producción Pictórica” (IUNA), y en la Institucion de Formacion Docente Esc. de Artes Visuales Antonio Berni (San Martin). Participó en diferentes Congresos Academicos en Artes. Es miembro del equipo de investigacion y curaduría PROYECTO CHECA, con el cual realizó la exhibicion “Materia Sensible” (Julio 2013) y “Carlos Wajsman, La mano izquierda de la oscuridad” (Noviembre 2013).
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