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El 25 de septiembre se llevó a cabo en Diagonal Sur, pleno centro de Buenos Aires, un recital por el Monumento a la Mujer Originaria en el que participaron músicos como Víctor Heredia y Horacio Fontova, entre otros. Fue frente al monumento a Roca realizado por José Luis Zorrilla de San Martín; precisamente, la intención del movimiento es la de remover de allí esta estatua y reemplazarla por el tal monumento que donaría a la Ciudad de Buenos Aires el escultor Andrés Zerneri, con la condición expresa de que sea emplazado precisamente en ese lugar y circunstancia.
El mismo día el diario Página 12 publicó en su contratapa un artículo de Osvaldo Bayer (1) que dice, en el contexto del señalamiento de conflictos que involucran a comunidades indígenas, que “en esta semana vivimos un acto en el que quedó en evidencia una vez más que en la Historia triunfa finalmente la ética. En la propia Legislatura de Buenos Aires se llevó un acto –iniciado por la diputada María José Lubertino– por el cual se apoyó mi proyecto de reemplazar el monumento al genocida Julio Argentino Roca por un monumento a la mujer de los pueblos originarios. Proyecto que el escultor Andrés Zerneri ya se ha tomado la responsabilidad de llevar a cabo”. Falta el “a cabo”, pero no importa. Seguramente es un texto “urgente”, y la urgencia fuerza a tales omisiones hasta a un escritor templado como Bayer. El problema de las omisiones es un poco más grave cuando nos preguntamos qué y cómo será el Monumento a la Mujer Originaria, y porqué se arrogó Zerneri el derecho de llevarlo a cabo, con el silencio de fondo de quienes apoyan la causa antirroquista y eligen no detener la atención en el detalle de que Buenos Aires va a tener que convivir con este mamotreto de acá en más.
¿Cuáles deben ser los procedimientos a llevar a cabo en caso de que una ciudad quiera erigir un monumento nuevo en un punto neurálgico de su casco? (En este caso la idea incluye la remoción de uno existente, o sea que se trata de una doble movida). Sin duda, la ejecución de un plan de tal envergadura debe incluir no solo a legisladores, sino a funcionarios de áreas de cultura, planeamiento urbano, monumentos públicos y personalidades notables del campo de las artes visuales. No pueden dejar de intervenir en la decisión los directores de los principales museos, por ejemplo. Sin consultar a quienes están capacitados para opinar, todo el campo del arte, que es el que nos incumbe, queda deslegitimado. Un monumento será una expresión política, pero a la par es una obra estética que debe legitimarse como tal.
Navegamos la web de Andrés Zerneri (2). Allí plantea su monumento como una creación colectiva, ya que el bronce que utilizará proviene del fundido de miles de llaves que recibe en su taller o en otros puntos de acopio. Menciona como su mentor a Bayer, y dice contar con el apoyo de organizaciones indígenas, de derechos humanos y de “la voluntad popular”. También lo avalan algunos artistas, pero no artistas visuales sino cantantes y actores, principalmente. Pretende que la obra sea emplazada en el marco de los festejos del Bicentenario en octubre de 2010. Su currículum nos dice que Zerneri, nacido en 1972, es “uno de los artistas más prolíficos de la Argentina: director de arte, realizador cinematográfico, aficionado fotógrafo, docente, dibujante e ilustrador, productivo artista plástico, escultor, escenógrafo premiado, director de una radio comunitaria en su adolescencia, animador socio-cultural y militante social. Director de las actividades culturales de la Casa Cabrera.” La estatua de la Mujer Originaria tiene un antecedente: la instalación en Rosario, en 2008, de un monumento al Che Guevara también de su autoría. En aquel caso, no debió removerse un monumento preexistente.
Pensando sin los apremios de la trinchera, recordamos las palabras de Ticio Escobar: “La supervivencia del nervio crítico del arte parecería depender de sus posibilidades de recuperar el impulso subversivo de las vanguardias” (3). No puede pensarse en una crítica aguda acerca de nada desde un producto visual como el de Zerneri. Él mismo señala que no pretende que su producción alcance el estatuto de obra de arte. Es mera expresión reivindicatoria. Lo cual, en el contexto de la suma de voluntades y hechos políticos que avalarían su existencia, significa arte propagandístico. Habrá que pensar a la distancia las estéticas que generó este período de gobierno, en lo que hace a la instalación de una imagen pública desde las obras artísticas; pero seguro resultarán emergentes este hecho, de finalmente producirse, y la elección de Milo Lockett como cara de los festejos del Bicentenario (4).
La voluntad iconoclasta alcanzó también a otros actores del mundo artístico. El colectivo GAC desarrolló una serie de “intervenciones” sobre el monumento desde 2003, además de generar un manifiesto llamado Ley Antimonumento a Julio Argentino Roca. Pretende “la inmediata remoción y/o destrucción” de todos los monumentos a Roca (5). Mientras que en Río Gallegos, estudiantes de artes visuales accionaron con pintura y rollos de papel higiénico sobre un monumento a Roca de esa ciudad, acompañados por el artista Juan Carlos Romero, hasta que la policía impidió que la “acción” continuase, esperado corolario que le dio al hecho lugar en la prensa.
Otros aconteceres nos permiten comprender mejor a los iconoclastas contemporáneos. Como lo sucedido en Venezuela, cuando manifestantes chavistas derrumbaron una estatua a Colón de más de 100 años el 12 de octubre de 2004. El sitio pasó a llamarse Paseo de la Resistencia Indígena.
Visitamos el domingo 26 el monumento en Diagonal Sur. Luce violado. Autorizado el recital público destinado a movilizar fuerzas con el fin de su remoción / destrucción, no se ejerció la custodia lógica de este bien patrimonial que es la obra de Zorrilla. Desde las pintadas y carteles percibimos además cómo se ha tejido una urdimbre con dos sentidos, ya que no se trata solo de terminar con este monumento, sino que tal voluntad está inextricablemente unida a la de su reemplazo por la Mujer Originaria de Zerneri.
José Luis Zorrilla de San Martín, artista uruguayo, fue el hijo de José, autor del poema nacional Tabaré, que es una reivindicación del hombre originario. Fue a su vez padre de la actriz China Zorrilla. Vivió entre 1891 y 1975, y Buenos Aires alberga dos de sus obras emblemáticas: el monumento a Artigas de la plaza de Av. Del Libertador y Tagle, y éste de Roca. Fue discípulo y amigo de Bourdelle y director del Museo Nacional de Artes Visuales de Uruguay por más de 20 años. El monumento a Roca lo produjo tras ganar un concurso público internacional al que se llamó en 1937. La obra se instaló en 1941 y pertenece a la Ciudad de Buenos Aires.
(1) http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-153768-2010-09-25.html
(2) http://www.andreszerneri.com.ar/
(3) ”El arte fuera de sí”; Ticio Escobar; edición CAV- Fondec, Paraguay. 2004 (4) http://www.plat.com.ar/info/novedades/245/milo-lockett-artista-imagen-del-bicentenario
(5) ”Pensamientos, prácticas y acciones del GAC”; Ediciones Tinta Limón, Argentina. 2009
Monumento al Tte. Gral. Julio A. Roca – Diagonal Sur y Perú, Buenos Aires. |
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Afiche acerca del Monumento a la Mujer Originaria |
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Juan Palomino, recolección de llaves |
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Pintura de Andrés Zerneri |
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Milo Lockett en el Paseo del Bicentenario |
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Monumento a Artigas por Zorrilla de San Martín |
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Juan Carlos Romero en Río Gallegos |
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