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En sus orígenes el arte estuvo ligado a la magia, pero hoy su función esencial no consiste en hacer magia sino en ilustrar y estimular la acción, crear canales de diálogo y conocimiento, de reflexión y denuncia. Se busca un arte que sea expresión de la Belleza (con mayúsculas), aunque en los albores de la humanidad el arte tenía muy poco que ver con la belleza y nada en absoluto con el deseo estético, era un instrumento mágico y un lenguaje de comunicación de las personas y tribus entre sí, y entre éstas y la naturaleza y/o la divinidad. Por tanto, desde el principio ha sido más importante lo conceptual que lo objetual o formalista, la materia portadora de ideas y para esto, lo esencial no es, muchas veces, lo representado sino lo referido, lo evocado, lo manifestado aun "en lo oculto".
La obra de arte no es un mero adorno o divertimento más o menos sugerente, sino un objeto de percepción y conocimiento, de comunicación. Pero antes de ser juzgada y apreciada es percibida y aquí entran en juego la capacidad de la misma para transmitir ideas y sentimientos y la capacidad del observador-lector para pasar más allá del puro lenguaje de las formas, hacia una realidad interior, verdaderamente interesante: la de las ideas y los mensajes. Una capacidad de establecer comparaciones, de captar diferencias, identificar el estilo, tema y asunto, su evolución y logros.
Para hacer este ejercicio del que hablo hay que realizar primero una exploración visual, búsqueda de la belleza como agrado, análisis "epidérmico" del objeto, para después, en un segundo término, llegar a una percepción de la composición, unificación de los elementos de la obra en una visión global. En tercer lugar la percepción del estilo del autor, del reconocimiento de la pieza y por último lo más importante: la apropiación del mensaje estético, vivencial, social, etc. donde se encierran los verdaderos valores de la obra, esos que nos harán disfrutar siempre de ella y buscar sus polisémicas lecturas. Una obra de arte no son las formas que la representan, es la riqueza que se guarda en su interior.
Algunos artistas han trabajado con y sobre el libro como objeto pero interesándose por algo que va más allá de su presencia objetual. Es un deseo de comunicación de lo que se encuentra oculto y donde se nos invita a investigar. Es decir, se nos invita a penetrar en su ciencia, en su historia, a hacernos un personaje más de su narración.
El libro es un elemento capaz de transportar las vivencias del que lo escribe, del que lo encuaderna, del que lo vende, pero también del que lo lee, del que lo subraya, del que escribe anotaciones en sus márgenes. Muchas veces, al coger de nuevo un libro recordamos a la persona con quien estábamos, el lugar en que lo leímos. Se concibe así como un contenedor de historias más allá de las que están escritas en sus páginas.
Se han recreado en la elaboración del objeto de tal manera que han llegado a traspasar un lenguaje de signos por un lenguaje de ideas. Un objeto evocador en tal manera, que puede contener múltiples historias. Es decir, la de cada uno que se acerca a la obra. Tantas como la mente del espectador sea capaz de imaginar. En esta capacidad de despertar la imaginación radica precisamente lo sublime del arte. En hacer de algo particular un constructo universal o, para expresarlo con más propiedad, comunal.
Cada artista se ha acercado al objeto con su propio lenguaje y desde sus propios intereses. Desde su forma particular de leer el mundo y sus historias. Por lo tanto son visiones distintas y complementarias que, todas juntas, completan el mosaico de la ficción.
Juan Ramón Barbancho (Hinojosa del Duque, Córdoba, España, 1964). Licenciado en Geografía e Historia en la Universidad de Sevilla.
Ha realizado numerosos comisariados, desde las exposiciones de Goya y Velázquez (Francia, 2002) hasta muchas en España y varios festivales internacionales de video en Tel Aviv, Italia y Latinoamérica.
Ha publicado una cantidad de artículos y ediciones como, entre muchas, "Reflexiones sobre la escultura contemporánea en Andalucía" y "De cuerpo presente: Narrativas del cuerpo en Andalucía".
Se interesa, tanto para el comisariado como para la investigación, por el arte social y políticamente comprometido. Y por ello, por la ciudad y su relación con los ciudadanos, el cuerpo y sus lecturas y proyectos de arte colectivo, así como sobre la visibilidad de las mujeres y los homosexuales en el arte actual.
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