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Para ver el sol, dicen que decía Sócrates, es mejor estudiarlo en el agua.
La luz, pues, quizá sea más legible en sus reflejos, en su representación, en sus trasuntos y en el temblor de nuestras propias pupilas.
Cuando Carlos Cruz-Diez, con toda su conciencia, su experiencia sensorial y práctica y su mirada teórica, engaña al ojo, le está diciendo una verdad. Le está haciendo decir una verdad nada evidente.
Ahora mismo en el Malba, se puede confrontar la propia ilusión de ver con la transformación que sufre la percepción cuando se ha estudiado disciplinadamente el modo de torcer su recorrido.
Narración que espera un ojo ávido de ver la otra cosa.
Es Fabián Lebenglik desde Página 12 quien hace alusión a la estirpe gestáltica en las que abrevó el artista, a las teorías modernas sobre percepción del color y su fusión en la retina. Es Fabián también quien habla de una fenomenología de la visión.
Pero mas allá de toda aproximación al curriculum vitae de este artista, poco se ha hablado en estos días de la importancia que tiene para su obra el espectador. Gesto que reorganiza el escenario y lo contemporaniza y lo abre.
Si hay algo que ha preocupado desde siempre a Cruz-Diez, ha sido la fuente de interacción en su obra, y su punto de partida para posicionarse frente a los problemas de la pintura y el espacio. Su reflexión sobre el color más que sobre el movimiento, como tema central, en un momento en el que muchos artistas estaban a punto de abandonar la pintura para hacer propuestas aparentemente más radicales. Algo de esto cita en su nota de Ñ Ana María Battistozzi, de boca de la curadora de la muestra Mari Carmen Ramírez.
Pero es notable como en este salto que da Cruz-Diez, valiéndose de los más impecables medios de realización, su mayor preocupación no haya sido dicha noción de movimiento, sino el punto de partida para abordar tanto la pintura como todos aquellos lenguajes adonde irá probando sus teorías y las de los otros sobre el color.
Mas bien, el tratamiento del color al mismo tiempo físico e inmaterial, como marca Mercedes Urquiza en Perfil. Como agente que disuelve cuerpos y volúmenes en el espacio.
Quizá sea por eso que nunca haya sido incluido verdaderamente en las filas de los artistas cinéticos de la época.
Faltaría acotar, como tema central de su obra, su preocupación por la propagación de estos principios mas allá de los espacios reservados a una elite de consumo del arte . Las constantes intervenciones urbanas en su Venezuela natal, la aproximación de estas experiencias a la calle, las innumerables intervenciones publicas como la "Inducción cromática para un bus público" de 1975. Su obsesión por acercar estas experiencias a la mayor cantidad de gente, su decisión de que fuera trastocada la mirada de las personas que simplemente pasaran, distraídas, por delante de su obra.
Capítulo aparte apenas esbozado por la prensa especializada para la ocasión.
Salir al encuentro del otro.
En forma de color, de temperatura.
Transformar la experiencia sensorial y abrir nuevos caminos.
Conocer la luz por sus reflejos.
El sol en el movimiento del agua.
Convertir el mirar en pulsión y el ojo en creador.
Carlos Cruz-Diez: El color en el espacio y en el tiempo
Malba. Del 21 de septiembre al 5 de marzo de 2012.
Teo Wainfred, nació en 1963.
Lector, traductor, editor, docente.
Actualmente dirige junto a Valeria Balut, Arta ediciones.
Vive y trabaja en la ciudad de Buenos Aires.
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