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Le gusta hablar, una idea lo lleva a otra y las preguntas siempre encuentran varias respuestas. Rafael es ensayista, curador autónomo, patafísico, kamishibaísta y pensador de la cultura web.
Durante un buen rato hablamos de los años 70 y 80 en las disquerías, librerías, y distintos lugares que frecuentábamos en nuestras infancias y adolescencias del suburbano sur, en el barrio de Lomas de Zamora. Después la entrevista.
Tu incursión en el arte es a fines de los noventa.
Exactamente. Tenía muchos amigos artistas ya desde fines de los ochenta, y estaba muy atento a lo que pasaba. Pero en esa época y principios de los 90 yo estaba en otra cosa completamente diferente, escribiendo libros a dos manos con Héctor Libertella. Con amigos como Fabio Kacero, Lux Lindner y otros, era bastante natural que hiciéramos algo juntos, pero yo lo hacía siempre desde otro lugar, desde una zona de escritura que tampoco estaba tan delimitada; eran ensayos, siempre hice ensayos, en esa época ni siquiera sé si los llamaba así.
Hacia fines de los 90 hubo una suma de hechos que me introdujeron de lleno a la escritura de arte. Que me empujaron a algo en lo que yo ya estaba pero que no asumía. No lo asumía no porque tuviera conflicto, sino porque no estaba atento a eso.
¿Cuáles fueron esos hechos?
Uno de esos hecho fue que Gustavo Bruzzone me insistió en hacer una revista. En el 98 hicimos un boceto, trabajamos con gente que después no estuvo en el proyecto; pero ya estaba el nombre, Ramona. En esa época también estaba mucho con Alfredo Prior, y otro hecho que decidió que yo me dedicara más a lo que podía hacer en el arte fue que estábamos escribiendo una ópera con Sergio Pángaro, el título era "Óperas chinas completas". En un momento dado sumamos a Alfredo, a quien justo le salió una muestra en lo que era el ICI. Para la cual hizo una cena privada Ruth Benzacar, a la que fuimos con Pángaro y Prior. Por la charla en esa comida, que fue una cosa muy disparatada, me llamó Ruth Benzacar para hacer una muestra como curador, cosa que nunca se me había pasado por la cabeza. Ramona todavía no salía. La muestra con Ruth se hizo en noviembre del 99. En eso también sucede que Lebenglik me propuso que hiciera un libro que yo venía fantaseando, uno parecido al de André Lhote, con escritos de artistas argentinos. Me llamó un día para que hiciera ese libro para Ed. Adriana Hidalgo, que recién estaba empezando. Por ese encargo entonces se puso en marcha "Manifiestos argentinos". Todo fue en el 99.
Con Prior y Pángaro habíamos hecho performances en el 97 y 98. Están compiladas en el libro de Prior que hice para Vasari. Con Alfredo también hicimos mucha escritura compartida. Participaba en esa época, cosa que sigo haciendo, en Tokonoma, la revista de Amalia Sato, ex mujer de Alfredo. En esos años terminé de hacerme cargo de la influencia que tenía del arte contemporáneo. Compraba más libros de arte que de otras disciplinas. Pero yo quería hacer narrativa, ficción, no escribía tanto sobre arte, más allá de catálogos. Hice catálogos para artistas del Rojas, pero sin ningún tipo de plan, con una escritura que no tenía nada consecuente.
Trabajaste como editor en dos revistas importantes, bien distintas, Tsé-Tsé y Ramona. ¿Cómo fue trabajar en ellas?
Estuve paralelamente en las dos, son dos inicios diferentes. Tsé-Tsé es un proyecto de Reynaldo Jiménez, es su revista, su house organ personal. Él la empezó a hacer en el 95 o 96 con su mujer, Gabriela Giusti. Era una cajita de cartón con hojas sueltas. La imprimían en un papel especial y tenía esa cosa de revista objetito, con muy poca tirada. Así fue durante 4 números, después la amplió y empezó a ser una revista con tapas y demás, con colaboradores estables. En un momento, a fines de los noventa, Reynaldo decidió abrir un poco el juego. Se enojaba si uno le decía que él era el director, aunque todos lo veíamos como un proyecto de él al cual nos sumábamos. Era muy generoso en ese sentido, nos daba libertad total para que hiciéramos lo que queríamos. Éramos cuatro editores: Nakar Eliffce, Charly Ricardo, Reynaldo y yo. Fue un trabajo muy particular, porque nos reuníamos y discutíamos mucho, trabajábamos en equipo, si bien cada uno tenía su zona, un espacio con 10 notas para cada uno. Fueron esos números los más gordos, salían una vez al año, tenían toneladas de información y fueron números más extraños. Hicimos un dossier de psicodelia y lisergia. Hubo una zona llamada Alógena, de Nakar Eliffce, era la parte de escritura más límite, era más raro, él después siguió hasta la brujería, hoy está claramente en eso.
Yo no escribí nunca sobre arte en Tsé-Tsé, era más sobre literatura y escritores. Esto duró hasta que en un momento dado Reynaldo dijo “doy por terminado este experimento”.
¿Cómo fue Ramona?
¡Traumática, jaja! No, lo que pasa es que hay que entender una cosa. Mil veces leí que Malcolm McLaren decía que cuando empezó a pensar en algo que fueran los Sex Pistols, lo primero que tuvo en cuenta era que fueran personas que se llevaran muy mal entre sí, y que eso iba a ser un éxito. Si se llevan mal pero están bajo un mismo objetivo se va a convertir en un especie de reality salvaje que va a funcionar. Entonces el tema es que yo nunca me llevé bien con Jacoby. Jacoby es para mi como una tía, lo conozco desde muy chico. Cuando Bruzzone empieza a insistir con sumarlo, ahí ya no me gustó. Entonces yo di un paso atrás, aunque la revista ya estaba armada. Un día en un cumpleaños de Gordín, Bruzzone lo convence a Jacoby, aunque él dice que fue un entusiasmo conjunto, yo no lo creo. Por amistad con Bruzzone dije que iba a participar, pero no en el staff. Salió Ramona y empezaron las discusiones desde el primer momento, y también es cierto que yo podía publicar lo que quería. Ya en lo primeros números tuvo una muy buena recepción, era un fenómeno extraño, una revista cero prestigiosa, era como una revista ruidosa. En el segundo año, hay que tener en cuenta que estamos en los primeros años de los 2000 y Bruzzone estaba frizado en su vida judicial, él vio una posibilidad de cambio en su posición, en su carrera. Él también dirigía una revista de derecho penal, de hecho en Ramona la parte del papel e impresión era un canje con una editorial judicial. Ahí empieza el operativo retorno a las arenas judiciales, entonces en el segundo año yo estaba en el staff, pero porque había pactado algo con Bruzzone. Era una zona que se llamaba consejería editorial y editaba una parte de la revista, aunque no era tan oficial. A partir de que Bruzzone va a la cámara penal, está 14 horas metido ahí, a Jacoby ya no le interesaba Ramona, estaba en otro proyecto con Venus. Un día me viene a ver Bruzzone y me dice: "o la editás vos o se cierra". Cosa que a mí no me terminaba de convencer porque ya había crecido mucho Ramona y era tanto trabajo por nada, porque no había plata. Entonces lo hice con la condición de hacer lo que quería, cosa que se aceptó.
¿En ese momento qué te interesaba?
Me interesaba el experimento de hacer algo que ya había probado pero de manera muy tibia en Tsé-Tsé, que era el de una revista que tuviera muchas voces diferentes. Donde pudieran escribir José Emilio Burucúa o Benito Laren. Tenía demasiado trabajo editorial. Pero al mismo tiempo había números pésimos, horrorosos. Yo creo, incluso, que lo que hoy se debería salvar de Ramona no es tanto. O sea, había cosas que no pueden ser leídas en el futuro. Era como una cosa demencial, un circo, y ese circo de voces me interesaba. Armonizar y orquestar ese circo.
¿A quiénes le pedían notas?
Había una suerte de consenso, tirábamos nombres entre nosotros pero sin tanta planificación.
¿A gente que no estuviera escribiendo en otros medios?
No, al revés, y es que estábamos muy atentos. Por ejemplo, una vez me llegó una entrevista maravillosa que le hizo Tito Giúdice a Ignacio Gutiérrez Zaldívar, que a mi me fascinó, era la mejor entrevista que había leído en mucho tiempo, absolutamente maravillosa. Él trabajaba en Clarín y en ese momento no se la publicaron íntegra, le publicaron muy poquito y las partes más idiotas. También porque esa entrevista estaba en función de un tema y Zaldívar amplió para otro lado, entonces quedó una masa de texto afuera. Era increíble.
¿Zaldívar en Ramona? Raro…
¡Tapa de Ramona! Cuando leí eso lo llamé a Giúdice, le dije quiero ya esa nota, la pongo en tapa. Era genial porque Zaldívar decía todo lo que pensábamos que él pensaba, pero nunca decía, y acá lo dijo con todas las letras. Era muy genial, empezaba diciendo esto: "Vamos a decirlo de una manera muy clara, no hubo nada interesante después del post-impresionismo, o muy poco. ¿Cuánto duró el cubismo? ¿Cuánto duró el fauvismo?…". Uno estaba seguro que él pensaba esto, pero no tenía manera de corroborarlo. No edité absolutamente nada, la deje así y era una entrevista fabulosa.
Muchas cosas pasaron, por ejemplo cuando fue la sentencia por obscenidad de León Ferrari fuimos directamente al expediente y publicamos toda la sentencia, hicimos el número con la sentencia. Había mucho juego en eso.
¿Estuviste hasta el final?
No, me fui antes, en un momento el menage a trois había durado demasiado, el último número que yo edité fue el número 68 en el 2007. Salió tres años más, estuve 7 de los 10 años.
Digo que fue traumático porque me gusta exagerar. Del 2002 al 2007, en esos años pude jugar con lo que quería, era como mi gesta, me divertí mucho.
En esos años Ramona estaba muy dividida: papel y digital. Jacoby con otra gente se encargaban de la Ramona digital, y revista en papel estuvo en mis manos. Se complementaban también, eran dos hemisferios, lo de él era la agenda y lo mío eran las notas.
¿Ya estabas enganchado con la cultura web?
Me pasó algo parecido a lo que me pasó con el arte. Llegué a publicar cuando estaba a fines de la primaria y principio de la secundaria en la revista Lúpin. Editaba planitos de electrónica, kits electrónicos y esas cosas, pero era muy privado, siempre tuve ese interés, era una cosa más de tecnología de garage.
Participé mucho en esa época de las ferias de ciencias, iba con aparatos que armaba yo. Fue una napa subterránea que siempre estuvo.
Tu manera de analizar y pensar la cultura web es más desde un lugar antropológico.
Tal cual, mi interés viene de ese lugar. Es más, leo más antropología que historia del arte. Sigo cierta linea de antropología como la de Gilbert Duran, o sociólogos como Maffesoli, todo sobre su teoría de la nueva tribalidad. Y autores que sigo de siempre como Lev Manovich, Henry Jenkins.
Cuando hablo de cultura web lo hago desde un lugar antropológico y subsidiariamente estético, no es la estética de la cultura, la estética es algo que tiene que aparecer indefectiblemente. Vivimos en una época en la que ya no existe contexto que no sea digital. Un concepto que hace mucho abandonó su exclusividad tecnológica para constituirse en una presencia contundentemente cultural, lo invade absolutamente todo.
Cuando me fui de Ramona hubo un proyecto que no prosperó, entre otras la causa fue económica, que era realizar un área de cultura web en el CCRojas, con la propulsión de Daniel Molina, que estaba y sigue estando muy interesado.
¿Porqué siendo un pensador de la cultura web no participás de ninguna red social? No tenés Facebook ni Twitter.
Tiene que ver con la adicción, puedo ser muy adicto. Si me meto en Twitter puede ser opio para mi, no salgo, estaría muy pendiente.
¿Tenés alguna adicción?
Los libros. Soy como Obélix que se cayó en la marmita. Con los libros, sigo siendo el mismo energúmeno de siempre.
Vas mucho a Parque Rivadavia.
Sí. A mi hija la llevé cuando tenía menos de una semana. Es como un hogar para mí. Esto lo repetí varias veces pero es así: Manucho decía, si quieren entender como veo el mundo, viajen a Venecia; y yo, haciendo una paráfrasis ridícula, diría vayan a Parque Rivadavia. Empecé a ir en el 85, venía desde Lomas de Zamora, iba por los discos, conseguía vinilos que en otros lugares no estaban y también canjeaba. Viví todas las transformaciones del Parque. Los libros vinieron después, compraba libros de una manera salvaje. Ahí conocí a muchos de los amigos que aun mantengo.
En los medios se pueden encontrar textos tuyos de varios temas, desde gastronomía a tv, amores de verano, ley sopa, etc.
Fijate que en lo que vengo publicando en estos últimos 5 años casi no escribo de arte. Aunque acabo de publicar un obituario de Glusberg. Algunas notas son desafíos que me proponen, como en el suplemento Ñ, que me pidieron una sobre las comidas y otra que fue toda una experiencia en el 2010, me pidieron que estuviera 10 horas mirando televisión argentina y que hiciera un informe. Me gustan los desafíos.
¿Mirás televisión? ¿Sos teleadicto?
Miré mucho en los 70 cuando estaba en la primaria. Ahora no tengo tele, es más, nunca tuve en mis domicilios televisión, prefiero la computadora. Leo el diario todos los días, y leo los suplementos de espectáculos, entonces estoy al tanto de qué sucede en la televisión por más que no la mire.
Escribís en el suplemento Radar.
Empecé escribiendo en Radar libros porque estaba Daniel Link, en ese momento él era un excelentísimo interlocutor para ideas que yo tenía. Lo llamaba, le proponía, y el tipo se copaba inmediatamente. Cosas que no eran para Radar libros, como por ejemplo, cuando estuve comunicándome por mail con Nicolas Bourriaud, inmediatamente antes de que fuera director del Palais de Tokyo. Había leído su “Estética relacional”. En ese momento no había ni interés ni difusión de él. Pero cuando me enteré que venía al país, le escribí para hacerle una entrevista y aceptó. Se lo propuse a Link y lo primero que me dijo fue sí, genial, pero es una nota más para Radar, entonces habló con Alan Pauls y Boido, y a ninguno de los dos les interesó, entonces la entrevista terminó en Radar libros. Una nota larguísima donde habla de sus posiciones y visiones estéticas. Fue citado por todo el mundo. Link era muy jugado.
Me pareció interesante cuando salió en Radar tu respuesta a Claudio Iglesias sobre Curriculum Cero. ¿Te incomodó tener que dar esa respuesta?
No, me sorprendió en parte. Me temo que había mucho por decir, porque él fue jurado un año después, cuando había dicho que era un premio sin premio, que era un desastre Curriculum Cero. Me parecieron muy ridículos, inexactos y graciosos sus argumentos. Le tenía que contestar porque hay algo que a mí me indigna: que se dispare y polemice está bien, pero meterte a destrozar chicos de Curriculum Cero me parecía inaceptable. Que haya sido muy crudo con Jorge Macchi, bueno, Macchi ya es un artista reconocido, está perfecto, pero con un Curriculum Cero... Primero atacó al premio, eso me parecía bien, pero un año después se sumó al premio, o sea que no lo entiendo bien.
Él hacia una revista web que era muy buena, que se llamaba Éxito. Lo conozco hace mucho a Claudio, se había propuesto para hacer las traducciones en Ramona y le hice la contrapropuesta para que escribiera, y lo hizo.
Claudio hizo cosas buenísimas y está haciendo cosas interesantes, por eso me sorprendió.
¿Te gusta enseñar?
Creo que ni la enseñanza ni la curaduría fueron vocacionales en mí. La curaduría para mí es como una extensión del ensayo, de mi trabajo como ensayista. Y la parte de enseñanza también, no va mucho más allá de eso. Empecé a mediados de los 90 dando unos cursos en el CCRojas, pero sin ninguna continuidad; incluso dimos uno con Lindner . Recién a principios del 2000 comencé con un taller de ensayos, que sostuve toda la década en el Rojas. Y en Antorchas en el 2001 me recomendó Alejandro Puente a Américo Castilla, ahí di básicamente clínicas. Fui aprendiendo ese rol, y siguió, es hasta el día de hoy que viajo muchísimo por el interior del país, ahora voy a estar en Misiones, Córdoba, y en Rosario estamos empezando con Roberto Echen un laboratorio y taller de curaduría. Me gusta mucho trabajar a partir de seguir producciones de artistas, la clínica sería como un seguimiento. Tengo como cierta regularidad, estuve los últimos años trabajando con un grupo de chicos rosarinos que se llama La Hermana Favorita.
La enseñanza se fue aceitando con el tiempo.
¿Cómo es que no querés transformarte en un curador profesional?
Es que no soy un buen gestor, hay cosas que sé que no hago bien. Me gusta que la curaduría me sorprenda.
¿Manejarías una institución?
Según qué clase de institución y en qué contexto. Igual nunca me ofrecieron manejar una institución. No se hacer la parte de gestión, no la disfruto. Y siempre voy a defender tener tiempo para escribir y leer.
Hay varios blogs tuyos en la red?
Hice la prueba en 2003 y 2004 de tener varios, pero no los mantenía y duraban pocos posts. Después que me fui de Ramona quise tener un lugar en los medios para poder publicar lo que se me cantara, y así empezó Cippodromo. Casi enseguida se transformó en otra cosa, en un ejercicio de escritura con un protocolo bien particular, que era de un post cada cinco o cuatro días, así durante varios años, salvo el último cuando ya estaba cansado. En 2007, 2008, 2009, eran entre 4500 y 5000 caracteres, un formato muy rígido que mandaba y que en realidad estaba construido a partir de links, yo navegaba y cosechaba links y una vez que los tenía, escribía un texto para alojar esos links. Eran escrituras sobre ejercicios de navegación. El Cippodromo se transformo en una cosa muy cerrada. Y como había cosas que también quería publicar y no entraban en ese formato rígido, invente uno que se llamaba Cippodromon que era como un lado B, donde hacía copy paste de las notas que publicaba en prensa, o material que me interesaba, que veía en otra parte y lo publicaba dentro de ese continuum. Era un blog con agenda, avanzaba como un tractorcito, cada vez que tenía un rato, en dos horas me escribía algo. Era la manera de pensar la teoría a través de la rutina.
Cippoplasma es otra cosa porque mi vida mutó, mi ritmo cambió, tenía otra rutina. Ya no era escribir ensayos a través de la rutina, sino algo más parecido a Cippodromon. Hay una diferencia grande también, que me pasé a Wordpress. No porque crea que sea mejor, sino porque es una estructura más dócil para lo que quería ahora. Necesitaba que se parezca a una página web, está tuneado de manera que tiene una función blog, pero es más un sitio web.
Ahora que empieza arteBA, ¿qué te provoca?
Estuve en el 2006 como jurado en un Premio Petrobras y en 2010 como director en otro. El Petrobras me parece algo a tener en cuenta. Se convirtió, y eso me gusta, en un lugar de experimentación. Lo que hizo Victoria Noorthorn ahora es increíble, no sé si me gusta o no, pero es increíble lo de los doce jurados que después son ocho, es como un reality de jurados, es una demencia. Es un lugar donde miro, y me parece para tener en cuenta. Tengo dudas con hacer curaduría de un premio, no sé, puede estar buenísimo pero no lo sé.
¿Disfrutás la feria?
No la sufro, aprendí a no sufrirla.
¿Y lo social de la feria?
Tampoco lo disfruto, pero no lo sufro. El único momento que recuerdo que fue agotador en arteBA fue el montaje pre-feria, lidiar con la gente de seguridad, ese montaje fue atroz, discutir con los stands vecinos por la obra de Mariano Giraud que era una pista de skate. Implicado como director del premio, en este caso tenía la obligación de dar un montón de respuestas que no tenía ganas de dar.
No es más que una feria de galerías con otros ingredientes más que se van sumando, los artistas entiendo que se pongan más nerviosos, yo no porque no tengo nada en juego.
¿Este año participás de la feria?
No directamente para arteBA, es en el marco de la feria. La fiesta que ocurre todos los años durante la feria pero organizada por otra empresa, este año va a estar curada por Roberto Echen y yo en la fundación Konex. Vamos a ver y experimentar qué es una curaduría de una fiesta, pensar en cada elemento que la conforma.
Es el evento más importante del año, no tenemos bienales. Bueno, la del Fin del Mundo...
No, claro, en esa escala no hay nada comparado con arteBA. De la Bienal del Fin del Mundo no participé, pero conozco bien la situación, la organización es atroz, tienen deudas desde la primera que hicieron y colgaron a un montón de gente. Es como un Fitzcarraldo.
Ushuaia es un lugar increíble, yo estuve mucho tiempo, todo lo que sucedía era muy particular. Conviven cosas como los antiguos pobladores, el humo, la teoría de que hay túneles que comunican con Islandia, todos ingredientes que están presentes de una manera bastante psicótica, más cosas increíbles como el scrap, todo el desecho tecnológico que abandonan ahí. Todo eso es el fin del mundo, eso justifica una bienal.
Rafael Cippolini. Es ensayista y curador autónomo. Nació en Lomas de Zamora en 1967. Publicó “Manifiestos Argentinos. Políticas de lo visual 1900-2000”, “Contagiosa paranoia”, “Alfredo Prior” y “Patafísica. Epítomes, Recetas, Instrumentos y Lecciones de Aparato”, entre otros. Sus últimas curadurías fueron “Zodiacología” en el Museo MDLC, de Rosario, “Televisión. El Di Tella y un episodio en la historia de la TV”, en el Espacio Fundación Telefónica de Buenos Aires (en coautoría con Inés Katzenstein), “Fragilidad Iltda. Episodio dos”, en el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario y “Argentrash. Un estado de los músculos de la información”, en el Fondo Nacional de las Artes.
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