Sobre Alejandro Pasquale, Mondongo, Verónica Gómez y Javier Olivera
por Dany Barreto
 
Alejandro Pasquale    
 


"Nadie es tan feo como en la foto del DNI ni nadie es tan lindo como en la foto de perfil de facebook", dijo un filosofo twittero sembrando un problema o un misterio. Los retratos son una síntesis mínima de lo que somos en la realidad, parecen decir mucho pero esconden bajo la superficie más que un iceberg.
En la era de las redes sociales, las últimas estadísticas afirman que mil quinientos millones de personas en el planeta están conectadas. Vemos en facebook, instagram, flickr, twitter, blogs, toneladas de fotos de todo tipo, retratos de gente comiendo, besando, riendo, llorando, bailando, viajando, cogiendo, comprando, ahora, ayer, hace un año, 20, 40, con padres, amigos, novios, amantes, mascotas. Scanner, photoshop, illustrator, contraste, brillo, color, medidas, pesos, píxeles, cm, etc., son herramientas virtuales de uso común y cotidiano que logran que nuestras fotos se transformen en casi un juego diario, como un Triviador, Candy crush, o Pet rescue.
Este exceso de retratos y autorretratos fotográficos podría provocar una obesidad ocular infecciosa, una enfermedad peligrosa, donde los inflamados globos oculares crecen en tamaño y peso hasta lo inimaginable, hasta reventar, salpicando para todos lados y contagiando a medio mundo, echando a perder definitivamente las computadoras y teléfonos celulares de usuarios afectados... pero por ahora nada de esto sucede si no todo lo contrario, genera en los artistas más elasticidad muscular e intelectual, más recovecos para seguir buceando en este género tan antiguo.
La palabra retrato viene del latín retractus, participio del verbo retrahere. Este verbo significa "hacer volver atrás", pero también adquiere el significado de reducir y abreviar, convertir algo en otra cosa y sacar de nuevo a la luz, de ahí el significado moderno de retrato. Sacar de nuevo a la luz. Esto sucede doblemente en el trabajo de un artista, porque la obra no solo es un documento sino sobre todo es un reflejo de consignas poéticas fusionadas con algunas o muchas incógnitas por develar. Nam Goldin después de retratar a sus amigos reventados, drogadictos, alcohólicos con los que registró una época, también se copó con hacer retratos de niños: "Ya no fotografío adultos tanto como antes. No tengo hijos y psicológicamente la obsesión que tengo con ellos tiene bastante que ver con mis ganas de ser madre… No recuerdo muy bien sobre lo que suponía ser una niña, así que quizás fotografiarlos me trae recuerdos. Son salvajes y mágicos, como llegados de otro planeta. Y todavía no están socialmente condicionados, así que pueden gritar y expresar sus sentimientos públicamente. A veces los envidio."
El retrato no se detiene, se mueve, se corre, busca, experimenta, se alimenta, copia, crece, adolece, madura, envejece y vuelve a nacer, es inmortal e invencible. Se parece a la medusa de aguas tropicales, la Turritopsis nutricula, único animal inmortal del planeta, que cuando envejece vuelve a renacer, invirtiendo el ciclo de la vida, engañando a la muerte y a los científicos.

En estos días, en Buenos Aires hay varios artistas abordando el género; en esta nota me refiero a cuatro que exponen en diferentes espacios.
 
Alejandro Pasquale en Quimera galería, muestra "Legado", curada por Gabriel Bitterman. Los retratos dibujados por Pasquale son estados en suspensión, estados vírgenes a punto de desvanecerse y convertirse en momentos nostálgicos. Aparentes situaciones simples, cotidianas, como reuniones, juegos, donde los retratados no posaron si no que fueron sorprendidos en una acción, en pleno movimiento. Esto provoca que la situación parezca una suerte de trance, como si fueran atrapados en el momento justo en que incorporan un espíritu o entidad que los coloca en un estado de felicidad. El legado es compartir momentos, encuentros, situaciones que Pasquale parece coleccionar para construir luego sus retratos.
La forma y técnica de dibujar es admirable, logra una imagen fotográfica con millones de rayas rectas de birome sobre papel. Como si se transformara en un scanner humano que produce poesía. Aprovecha muy bien en sus dibujos los efectos dados y conocidos a través de la fotografía, como el fuera de foco, movimiento, lo espontáneo, para provocar unos retratos activos que desdoblan significados.
 
Mondongo (Juliana Laffitte y Manuel Mendanha) en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA) con curaduría de Kevin Power. La muestra ocurre en dos pisos del museo, el primero está dedicado a retratos, allí hay 4 niños, 3 mujeres, y 2 hombres, Rodolfo Fowgill y Lucien Freud. Con estos nueve retratados arman lío, provocando amores y odios entre fans y detractores. El gran atractivo de Mondongo es la técnica, sus obras tiene una factura impecable, minuciosa, ejecutada sobre materiales no habituales. Con esto el espectador fan mondonguero flashea y es abducido de cabeza, como por una droga que lo lleva por el intrincado y alucinante modo de trabajo artesanal. Esto mismo enoja a otros, que les exigen algo más… poesía? compromiso social? seriedad? humor? conceptualismo? No se puede agradar y conformar a todos, no existe un único arte, el arte no siempre es inteligente. David Hockney después de retratar a sus amigos gays, novios y amantes, de no haber escondido nunca su homosexualidad, fue cuestionado por no haber abordado en su obra el tema del sida.
Mondongo busca distintos medios para pintar sin pintura, experimentaron con todo tipo de materiales: galletitas, monedas, fiambres, plastilina, clavos, cereales, etc., a veces haciendo una metáfora -más chistecito que otra cosa- entre el material elegido y el retratado. Esta vez eligieron hilos de algodón de infinitos colores, mezclados sobre madera, generando una obra matérica, colorida, y cálida. La mayoría de las obras son grandes formatos, algunos de hasta tres metros de alto por dos de ancho; estos tamaños de retratos también hacen atractiva y espectacular la puesta del colectivo.
Destaco una frase que escribió el curador y que se encuentra ploteada en la sala acompañando los retratos: "Ron Kitaj tenía razón cuando dijo que ¡cada generación debe conocer su rostro! El retrato pone imagen al espíritu colectivo de una época; a la forma en que se ve a sí misma, y a la manera en que elige ser vista. Plantea no solamente la pregunta acerca de la apariencia del ser humano, sino, y más profundamente, la reevaluación de su situación frente al mundo. El retrato siempre ha sido fundamental en la historia del grupo. Es un género que les permite explorar dimensiones psicológicas y emocionales de los sujetos retratados y en este caso, son personas cercanas con las que les unen fuertes vínculos."

Verónica Gómez en el Museo Sivori exhibe "Retratos de mascotas", curada por Guadalupe Chirotarrab. Perros, gatos, conejos, pájaros, tortugas, iguanas, cobayos y otras especies son homenajeados con ternura y humor. Obras que surgieron a través de una pequeña y original empresa (pequeña porque consta de una única integrante) que Gómez creo en 2009 y se llama "Servicio de Retratos de Mascota", que se dedica como su nombre lo indica a hacer retratos de mascotas por encargo. Una vez contratada, la artista-empresaria realiza una serie de movimientos incluyendo reuniones, fotografías, videos y entrevistas para luego llevar a cabo los retratos. Esta estrategia de trabajo hace imaginar a la artista con su valijita llena de materiales yendo al encuentro de sus clientes mascotas y la convierte en un personaje salido de un cuento infantil, o de las películas de Hayao Miyazaki y, porqué no, en la mismísima escritora e ilustradora Beatrix Potter.
La muestra consta de tres partes: los retratos de mascotas; más una instalación, como una suerte de gabinete-taller de la artista donde se  mezclan elementos de trabajo con objetos simbólicos; y por último, un video, donde aparecen entrevistados los dueños de las mascotas ofreciendo información práctica y afectiva imprescindible para el trabajo de Gómez.

Javier Olivera en Fundación OSDE, en la nueva sala de intervenciones, presenta "Si el cuerpo es el templo, el rostro es el altar”. El retrato toma una nueva forma en esta instalación. Aprovechando la arquitectura especial del espacio, Olivera creó un templo, con aires de Stanley Kubrick, un futurismo que usurpa y modifica una arquitectura establecida, antigua pero impecable, espacio cargado de oscuridad y silencio. Con luces de neón azul y espejos en la antesala, el visitante se prepara para adentrarse en el centro de la cuestión. Una fuente de agua. Iluminada de forma tal que no puedas evitarla, como si fuera una planta carnívora te atrapa y en su interior cual espejo de agua aparece uno reflejado, y por medio de un dispositivo interactivo provoca que una pantalla gigante se encienda con la imagen de nuestra cara vista a través del agua, sufriendo alteraciones por los movimientos. El retrato que genera esta instalación enrarece el género, lo hace vivo, misterioso y efímero.
Olivera en esta obra trabajó en colaboración con IQlab (colectivo de artistas tecnológicos).

 "No quiero morir jamás", dice el hijo de Stannis Baratheon en "Game of thrones" (temporada 2, capítulo 8), la serie preferida de nuestra presidenta, en la que nadie, ni nobles ni poderosos gobernantes zafan de la muerte. Pero todos quedan bien retratados.





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Javier Olivera    
 
     
  SUMARIO  
Año 2 - Numero 30
Tapa
Editorial + Staff
Palabra grave, artista aérea
Entrevista a Bairon
por Mariano Soto
     
Producción fotográfica
por Cecilia Lenardón
     
Retratismomismo
Sobre Pasquale, Mondongo, Gómez y Olivera
por Dany Barreto
     
Teoría y práctica sobre un bandolerismo híbrido
Sobre el premio de la Fundación Vairoletto
por Guido Ignatti
     
Tadzio nella morgue (II)
Monumento a Colón y entrevista a Salvemos las Estatuas
por Juan Batalla
     
Gabinete de obsesiones
55ª Bienal de Venecia
por Humberto Vélez
     
Sheila Leirner y la Gran Tela para la 18ª Bienal de San Pablo
La curaduría como práctica experimental (caso II)
por Jimena Ferreiro
     
La hija de la lágrima
Mención en Segundo Concurso de Textos Sauna
por Viviana Saavedra
     
Dr. Selva & Kid Yarará
Cómic
por Charlie Goz y Mariano Blatt
     
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