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En los últimos años las bienales han tratado de presentar y entender las nuevas perspectivas y formas de abordar el arte contemporáneo que han aparecido con el cambio de siglo, organizado exhibiciones basadas en esquemas que utilizan la geopolítica, la utopía y lo político-social. En esta ocasión la Bienal de Venecia, la más antigua del mundo, ha recurrido a la idea del gabinete, abuelo del museo moderno, cuyo origen es la curiosidad individual convertida en salón que trata de encapsular y representar al mundo de acuerdo a las particularidades y fascinaciones que provocan los objetos coleccionados. Un mundo indescifrable pero que a través del gabinete se puede ejemplificar.
Para la 55ª Bienal el curador italiano Massimiliano Gioni, inspirado en la obra Il Palazzo Enciclopedico de 1955 del artista italiano-estadounidense Marino Auritu, presenta en la exposición central del Palazzo delle Exposizione en los Giardini un gabinete de principios del siglo XXI que es un reflejo de las pasiones del seleccionador y de las obsesiones de los artistas que compila. Compilación que resulta deslumbrante a través del descubrimiento de varios de los artistas seleccionados pero que durante el recorrido se vuelve repetitiva en su intención de mostrar la misma y distinta obsesión de cada uno, hasta el punto de hacer imposible en ciertos casos el contemplar la obra porque llevaría horas ver la pieza, como ocurre con The Book of Genesis del famoso caricaturista estadounidense Robert Crump, conocido por su incisivo personaje Fritz, The Cat.
Axilas, nostalgias y deconstrucciones suizas
De esta muestra en el Palazzo delle Exposizione la pintura de la estadounidense Ellen Altfest es un ejemplo de nuevas perspectivas en el retrato y de la obsesión en el detalle. Pinturas de pequeña dimensión, retratos de hombres sin rostros, más bien retratos de cuerpos: axilas desnudas y abiertas, espaldas velludas como alfombras, brazos casi transparentes, delgados y venosos que apuntalan el deseo de llegar al extremo detalle de pintar los poros de la piel, de atrapar el color en el punto. Si la tradición del bodegón consistía en humanizar los objetos, la idea de Alfest es re-humanizar el cuerpo, y en su caso el cuerpo masculino, tratándolo como paisaje y contradictoriamente como objeto.
Si Alfest nos abre la ventana a los paisajes del cuerpo, los portugueses Joao María Gusmao y Pedro Paiva con sus filmes en súper 8 y 16” dejan entrar la nostalgia a través de una idea fantástica del pasado y de la fugacidad del momento. Este pasado al que aluden es un pasado colonial o relacionado con la práctica artística. El presente que muestran es cotidiano pero extraño a la vez, una observación intrigante de los mecanismos y situaciones de la vida que se esfuma en un instante, en una mirada de fascinación. Su idea de la nostalgia es humorística y por lo tanto crítica de sí misma, de las preconcepciones que tenemos sobre lo vivido y creído, de lo que concebimos como arte. Por ejemplo, en una de sus proyecciones cuelga en una azotea una sábana blanca extendida en que aparecen y desaparecen reflejos que dan la impresión de ser un ejercicio o el experimento de un artista de la primera parte del siglo XX o, simplemente, una coincidencia atmosférica, un juego solar sobre la ropa recién lavada y tendida por un ama de casa.
Uno de sus filmes más divertidos es Cassowary, en que un plano fijo muestra un casuario, una vistosa y agresiva ave zancuda de Papúa Nueva Guinea parecida al avestruz, que se pasea alerta en un estudio fotográfico con una tela al fondo en que está pintado un paisaje selvático. Como un viejo libro de estampas o una película de aventuras en la selva, la imaginación llama a la jaula del zoológico, al salón del museo de antropología de la capital del imperio, y al aventurero colonizador acompañado por su salvaje guía.
De este paseo en elPalazzo delle Exposizione son los suizos Peter Fischli y David Weiss, ganadores del León de Oro en 2003, los que atrajeron las colas más largas para entrar a su salón. Su obra, Suddenly This Overview, es una serie de alrededor de 180 pequeñas figuras de barro que comenzaron en 1981 y que presenta con gran sentido del humor momentos, situaciones y personajes de fábulas, de la vida cotidiana, del mundo del espectáculo, de la historia del cine y del pop, imágenes medievales, prehistóricas, de sexualidad y de violencia. Entre estas “postales de barro” están, por ejemplo, un portero que salta para frenar un ataque; el fotograma de los primates inspeccionando el monolito de 2001: Una odisea del espacio de Kubrick; un cerdito diminuto esperando a que le bañen con un cepillo gigante; un solar en ruinas llamado Deconstruction; un caminante que encuentra un cadáver colgando de una horca; y una maza con pinchos como salida de un museo de guerras medievales.
Lluvia de oro
Se dice que la idea de los pabellones y de las representaciones nacionales es caduca y sin embargo en Venecia, de alguna manera, sigue funcionando. Quizás es que no ha cambiado mucho el afán competitivo del salón fastuoso del siglo XIX entre naciones y artistas, pero lo cierto es que la visita a los pabellones para que sea un éxito ha de venir acompañada por la sorpresa y lo espectacular. En este sentido, el pabellón de Rusia en Il Giardini logra crear ese impacto con Dánae de Vadim Zakharov, una instalación combinada con performance que comenta a través del mito griego y manera sensual y conceptual a la vez, sobre los pecados y las aspiraciones que se contraponen en la sociedad contemporánea y que enuncian en las paredes: narcisismo, demagogia, envidia, estupidez, y por otra parte: confianza, libertad, amor… En la instalación las mujeres que visitan el pabellón juegan un rol fundamental que es el de recoger las monedas doradas llamadas Dánae que llueven del techo hasta los bajos a través del patio interior. Protegidas de esta lluvia dorada por sombrillas transparentes que se les entregan, las féminas le pasan las monedas a un operario en traje oscuro que las coloca en una máquina para que vuelvan a ser derramadas.
Del Caribe con humor
El pabellón latinoamericano presenta en el Arsenale la exhibición El Atlas del Imperio que incluye una video instalación del grupo dominicano Quintapata, formado por los artistas Pascal Meccarriello, Raquel Paiewonsky, Jorge Pineda, Belkis Ramirez, cada uno de ellos con una conocida trayectoria independiente y que han venido trabajando en conjunto en los últimos años. Su obra ADN, que se mostró por primera vez en la última Bienal de La Habana, es una video instalación dividida en cuatro pantallas en que en cada una de ellas un actor o actriz enuncia una serie de reglas que resultan ser comentarios irónicos sobre la sociedad, que forman parte de un “protocolo” de mascar chicle, por ejemplo: “No se debe mascar chicle al fondo del mar”. A los visitantes se les ofrecen chicles que mascan mientras miran el video y se les invita a pegarlos sobre la pantalla. Con esta impronta del ADN del visitante que se adhiere a la imagen se incita a la rebelión y según los artistas: “La intención es también soltar, reírnos un poco, así como construir nuestro propio destino de una manera más creativa.”
Lázaro Saavedra es uno de los artistas contemporáneos más importantes de Cuba y sólo es una cuestión de tiempo para que importantes instituciones de arte latinoamericano presenten grandes individuales de su obra. El pabellón de la República de Cuba intervino el Museo Arqueológico Nacional en el Palazzo Reale de la Piazza San Marco con la exhibición La perversión de lo clásico: anarquía de los relatos, en la que, según el curador Jorge Fernández, también director del Centro Lam y de la Bienal de La Habana, “Cuba era casi una pieza arqueológica”. La exhibición incluye una sala con alguna de las obras más conocidas de Saavedra, entre ellas Karl Marx, en este caso una nueva versión en resina de su instalación de finales de los ochentas del busto del filósofo manchado con tinta roja, y ahora acompañado de un mural que dice a manera de graffiti: “Expuse en la Bienal de Venecia”. También se encuentra la instalación “Detector de Ideologías” de la serie “Historia para historiadores”, un detector ideológico que oscila entre las graduaciones de “Sin problema, problemática, contrarrevolucionaria (consciente e inconsciente) y divisionismo”. El detector es una obra del 2004, que Lázaro cocinó por una década y cuya primera versión fue de cartón y plástico, y que para el museo de arqueología nacional italiano ha inmortalizado en mármol.
Eva y el carpintero uruguayo
Uno de los pabellones más visitados, admirados y criticados, especialmente por sus nacionales por la abierta intervención del gobierno en la exhibición, es el nuevo pabellón de Argentina, en que Nicola Costantino presenta cuatro instalaciones inspiradas en Eva Perón. Eva-Argentina, una metáfora contemporánea, es el título que el gobierno dictó junto a una quinta sala con videos propagandísticos, buscando sobreimponer la imágen de la presidenta Fernández de Kirchner con la de Eva Perón.
En las video instalaciones Eva los sueños y Eva el espejo, Costantino interpreta a la actriz de profesión, convertida en primera dama de la nación: Eva Perón. El primer video es una proyección panorámica que muestra seis caras distintas de Eva que se funden en una; en el segundo, se juega con reflejos íntimos del pasado de la primera dama en los espejos de las cómodas de su habitación. Las otras dos instalaciones de la exhibición son Eva la fuerza, un vestido de hierro montado sobre una base mecánica que choca contra las paredes de un corralito aludiendo al mito de la Eva agonizante, sujetada por un arnés, que se despide del pueblo argentino, y Eva la lluvia, donde sobre una mesa quirúrgica alumbrada, una asistenta diligentemente coloca cubitos de hielo en forma de lágrimas. De estas obras el curador general de la colección Daros-Latinamérica Hans-Michael Herzog ha comentado: “Se recordarán en la historia del arte argentino en Venecia por su calidad”. Rapsodia Inconclusa, el título original de la exhibición, también podrá ser recordada como un ejemplo de los peligros de la ambición del artista, todo artista, tentado a trabajar con los poderes fatuos del estado para realizar su obra. Una metáfora del Fausto contemporáneo del arte.
Fuera de los palacios y las apariciones públicas mediáticas, en el renovado pabellón de Uruguay, la exhibición Tiempo presenta la obra escultórica de Wilfredo Díaz Valdez: “Pequeño nuestro pabellón, me comento el artista, como simulando el territorio de mi país”. Díaz Valdez nació en el campo uruguayo en 1932, carpintero de oficio y artista autodidacta, para él la madera más que materia, es proceso. Para el artista el material y la creación es una analogía a la relación del ser humano con el ciclo de vida y la naturaleza: no se le puede vencer pero si evitar sus trampas y engañarla para recrearla.
Wilfredo Díaz Valdez sólo trabaja con madera que ya ha sido usada, como buscando la historia humana detrás del material muerto, tratando de darle vida de nuevo a estas piezas descartadas a través de esculturas que cada vez que se exhiben son un nuevo ejercicio de presentación, obras en constante mutación, deconstruyéndose para construirse y construyéndose para volver a deconstruirse, como describe a este proceso una reciente edición sobre su obra publicada en Zürich. Los nombres de las piezas que presenta: Rueda, Butaca, Puerta, Violín abierto y Tonel abierto, confirman la sencillez y sobriedad con que el artista mira su obra, de la que comenta humildemente que no ha cambiado para nada el panorama del arte de su país, pero agradece enormemente la oportunidad que este le ha dado de disfrutar su nueva obsesión: pasearse por la serenísima Venecia.
Humberto Vélez (Panamá, 1965). Artista visual, productor y cineasta. Ha desarrollado performances en TATE Modern, Centre Pompidou y varias Bienales, tales como la de Venecia, entre muchos lugares. Es también profesor de arte. Reside mayormente en Manchester, Inglaterra.>
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