Entrevista a Elba Bairon
por Mariano Soto
 
Cecilia Lenardón fotografiando a Elba Bairon para SAUNA #30    
 

Hubo una muestra tuya en el Rojas, en el ´96, de la cual me llamó mucho la atención el título: “El living de "La cautiva" en tiempos de un futuro Art Nouveau”.

Sí. Eran muy lindos ese título y ese texto, ambos de (Rafael) Cippolini. La muestra la curó Gumier (Maier), aunque se había venido suspendiendo y cambiando de fecha. Un día se acercó al taller, miró las obras, dijo: -Esto, esto y esto… y ahí salió la muestra, por fin. Tenía algo así, como “de interior”, con mesitas de apoyar en la pared, un clima de interior de hogar. Me acuerdo que estuvimos charlando con Rafael largamente sobre las piezas y la muestra, y así surgieron el título y el texto.

¿Y tuviste otras muestras en el Rojas?

No.

Los ´80, los ´90, el Rojas, el Recoleta, tus experiencias al lado de Liliana Maresca: una época muy rica y fundante. Y de la que se habló mucho, también. ¿Cómo fue tu experiencia en eso y qué lugar sentías que estabas ocupando?

Yo creo que mientras ocurren esas situaciones uno no es consciente de que se está fundando algo, no lo dimensiona. Estás inmerso en lo que estás haciendo y punto.Yo no sé si entonces éramos conscientes de que se estaba gestando algo o marcando un punto de partida.

¿Y en retrospectiva, hoy, como lo ves?

Fue un momento interesante, en el sentido en que nucleó a un grupo de gente que tenía ganas de hacer proyectos en común. Funcionaba así. Se proponía una idea y se la trabajaba en equipo, como lo fue con La Kermesse y La Conquista, que me parecen hoy día, así, en retrospectiva, proyectos muy lindos, interesantes. Si bien en ese momento me parecía que había cosas que no estaban bien, que hacían agua de algunos lados. Pero el tema primordial era ese ánimo, esa euforia y necesidad de nuclearse para producir algo. Había como una energía nueva.

¿Y cuáles eran esas cosas que te parece que hacían agua?

Yo creo que los que trabajábamos para esos eventos estábamos todos con la necesidad de hacer algo bien visible, de señalar algo; y en esa euforia, por ahí,había cosas que no llegaban a estar a un nivel artístico adecuado… pero igual eso no es lo más relevante. En realidad te estoy diciendo esto de maniática… (Risas) Porque lo que queda con el tiempo es esa acción, esa esencia.

Incluso muchas de esas obras ya no existen físicamente.

Muchas ya no existen, no. Y no había entonces una prioridad de registro como tenemos ahora. Hoy día yo misma, estando acá en el taller, en pleno trabajo, veo algo que me gusta en un momento, un rayo de luz sobre una parte de la obra, por ejemplo, y agarro la cámara y lo registro. Entonces no era así.

¿En ese momento ya estabas trabajando en escultura o aún con el grabado?

En ese momento estaba trabajando con Emeterio Cerro (dramaturgo y poeta) y le hacía los vestuarios para sus obras, y creo que eso funcionó un poco como un prólogo a empezar a producir luego piezas de volumen… porque más allá del vestuario, la cosa tenía que ver con una puesta en escena. Le hacía objetos también.

Y también hacías telones.

¡Sí! ¡Grandes telones!

¿Y escenografías?

(Piensa)…Sí, también. Es verdad, una época muy linda esa. Y coincide con esa década donde se produjo tanta movida. En realidad había varias movidas a la vez, y una de esas era la que estaba alrededor de Maresca, que era una gran generadora. Ella era como un punto del que irradiaban cosas y alrededor del cual gravitaban personas. Tenía ese poder de convocatoria.

Vos te definís como escultora, aunque venís del grabado y también hacés dibujo.

Escultora… es una palabra grave… (Risas)

¿Grave?

Siempre me resultó un poco grave en el sentido que porta una carga histórica muy fuerte, con un peso enorme… la decís y te vienen a la mente las “grandes esculturas” y los “grandes escultores” de la Historia. Pero si no, no sé que término usaría: manejo materiales, formas en el espacio…¡soy escultora!

Bueno, por ahí con decir artista visual ya comprende muchos lenguajes.

Sí, pero tampoco siento que mi obra sea algo solamente visual, porque el término implica algo plano, a mi criterio. En cambio la instalación, el objeto, la pieza, obvio que son visuales, pero entran en una dimensión más compleja, más innominable. Lo táctil, lo espacial. Igual con eso me estoy relajando un poco más, ahora. Hago cualquier “cosita” y digo: ¡escultura! (risas)

Te leo un fragmento de un texto de Julia Villaro sobre tu obra, que me parece la define de un modo muy poético: “El blanco de sus figuras es ambivalente: evoca pureza y al mismo tiempo inquieta; como querer gritar en un sueño y que la voz no salga.”

Precioso, sí. A mí me cuesta mucho hablar sobre mi obra, mucho. Por eso me encanta lo que a veces se escribe sobre ella, es como si pusieran la palabra justa, la que yo no sé encontrar. Muchas veces me he sentido totalmente satisfecha de la mirada de esas personas. Pero, repito, es muy difícil para mí definir mi obra en palabras.

Es un rasgo como de artista moderno, eso de que “mi obra habla por mí…”

 (Risas) ¡Totalmente! Pero es una imposibilidad mía, que quede claro.

Es que es un momento en el que los artistas hablan mucho sobre su producción; ello es parte de la obra, incluso.

Y está perfecto. Es más, a mí me resulta muy interesante que un artista lo haga, sobre todo cuando se trata de un trabajo conceptual fuerte. Te diría que el pensamiento, la palabra, la escritura, también son materiales, y también pueden ser obra. Que yo no pueda explicar mi trabajo, hablarlo, exponerlo de una manera bella o interesante es una imposibilidad mía; o es que tal vez yo eso lo dejo apoyado en la pieza, en la que estuve trabajando durante meses. Pero eso es un tema mío. No quita que alguien pueda escribir sus textos y hablar sobre su trabajo. Me encanta. Y decididamente, esos también son materiales de trabajo.

¿Cómo fue el proceso de pasar del plano al volumen?

No recuerdo exactamente cuándo ni cómo fue, pero te digo que fue muy natural pasar de hacer relieves a modelar. Eso de hacer incisiones en una chapa, ese trabajo tan matérico del grabado, creo que me fue llevando de a poco al modelado. Porque si bien el producto final, la obra, en un grabado es plana, tiene todo ese trabajo material y físico previo.

¿Y qué tipo de técnica hacías?

Las más tradicionales: aguafuerte, aguatinta, punta seca. Me encantan las técnicas, me encanta dominar una técnica. Creo, ahora, que tal vez sentí un límite con el grabado y por eso lo dejé. Porque además hoy tenés una variedad de técnicas impresionantes, que antes no existían.

Sos practicante de yoga. ¿Qué hay con el trabajo de modelado con las manos? ¿Lo utilizás como un ejercicio de templanza?

Puedo modelar de una manera zen y también de una manera desesperada.
Y eso depende de lo que quiera hacer. A veces se produce algo así, hermoso, suave. Otras, algo más primario, con más nervio.

Leí que solés anotarte ideas y direcciones a desarrollar en la obra, pero que después también sabés flexibilizar y pegar un volantazo si cambiaste de idea.

Antes de empezar a trabajar una obra en general dibujo, pero tampoco voy con algo muy concreto. Suelto, me dejo llevar. Además, cuando estás trabajando en una pieza ella misma te va enunciando otras cosas. Podés tener un punto de partida, una idea, pero después vas cambiando. Además también me gusta mucho trabajar en función de los espacios en que voy a mostrar, conocerlos y pensar las obras también desde ellos. Las ideas aparecen, quedan anotadas, pero no son nunca imposiciones rígidas. Pero, repito, me gusta pensar las obras pensando el espacio en el que van a ser exhibidas.

Bueno, un concepto bien clásico: la escultura pensada en función del  espacio y de la arquitectura.

Sí, tal cual. Voy a tener que aceptar que soy una escultora clásica… (Risas)

Estudiaste pintura china, también.

Sí, ese fue un momento hermoso, muy lindo. Fue de adolescente, cuando vivía en Montevideo. Tenía 12 o 13 años. Mi familia me preguntó si me gustaría anotarme en unos talleres de pintura china, dije que sí, que me encantaría probar, y me fascinó. Fue un encuentro extraordinario. Lo primero que me atrapó fue lo más superfluo, por llamarlo de algún modo: el pincel, las tintas, el papel absorbente, la pizarrita… pero luego, con el tiempo, me fui fascinando con lo tan sutil del trazo, esa presión tan delicada que hay que hacer. Fue muy hermoso, muy hermoso. Pero el aprendizaje es muy arduo: empezabas haciendo sólo tracitos pequeños, mínimos, casi como si estuvieras escribiendo un ideograma; hasta lograr una línea suave, con matices, con una precisión fabulosa. Al principio era como escribir, y luego de un tiempo empezabas ya a trabajar un poquito más, pero era todo una cuestión de repetir y repetir hasta lograr lo que se buscaba… y eso fue lo que me resultó fascinante.

Buen aprendizaje para la vida misma: paciencia, mesura, disciplina.

Totalmente. Eso fue lo que a mí más me pegó. Te diría que esa fue mi escuela.

¿Reconocés algo de eso en tu obra actual?

Sí, claro. Pero también de a la noche a la mañana dije: basta, no soy china.

¿Y cuánto tiempo había pasado?

Y, como 4 o 5 años…

Bastante.

Sí. Y fue muy hermoso ese aprendizaje de una disciplina tan tradicional, ese meterme en la cultura china, el desarrollo de lo gradual, estupendo. No llegué a hacer figuras. Llegué hasta el paisaje. ¡Que divino! Es como si hubieran observado de qué manera producir esa sensación de paisaje con apenas una manchita… lo disfruté muchísimo.

El eterno problema de la representación. Bueno, en tu obra hay una representación como “licuada”…

Sí, y que se licúe bien… (Risas)

¿Qué? ¿Te gustaría volverte abstracta por completo?

No, a mi me encanta lo abstracto, pero voy y vengo todo el tiempo. Tengo muchas piezas abstractas, me gusta transitarlo. No obstante lo figurativo tiene una seducción muy grande. Me gusta poder manejar ambas.

¿Y cuál es esa seducción de lo figurativo?

Es que me parece que las formas figurativas encierran todo: lo abstracto, lo figurativo, lo narrativo, lo matemático, todo.

Volvemos al canon clásico…

Tal cual.(Risas)

El año pasado fuiste muy premiada: Fundación Klemm, el Salón Nacional. ¿Sos de presentarte a muchos premios? ¿Te sentiste un poco expuesta o lo disfrutaste?

No, me encantó. Nunca espero premios, así que me tomó por sorpresa y lo disfruté mucho, sí. Lo del Salón en especial, no lo imaginé para nada… ¡era la primera vez que mandaba! Fue un momento lindo. Y el Klemm también, sobre todo que ahí había un montón de obras muy lindas, muy buenas. Del Salón en especial me encantó que podías mandar fotos, sin necesidad de andar acarreando las piezas... al menos para nuevos soportes.

Y eso de nuevos soportes ¿qué te parece?

Genial. Ahí tenés un buen eufemismo para la escultura: -¿Vos qué hacés? – ¡Nuevos soportes!

¿Te interesa ese cruce que se está dando entre distintos lenguajes o expresiones artísticos? Música, teatro, artes visuales, literatura, cine.

Está muy bueno. Es lo ideal.

Pasaste por muchísimas instituciones de arte: el Rojas, Proa, Macro, Centro Cultural Recoleta, Centro Cultural Borges, Museo de Arte de Tigre, Museo de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca. Ahora en octubre inaugurás tu primera individual en el Malba. Justo después de (Adriana) Varejao y (Yayoi) Kusama.

 (Hace cara de terror) Sí, ¡que nervios!

¿Cómo te estás preparando para eso?

Bien, trabajando mucho, como siempre. Y con la ansiedad habitual. Y muy entusiasmada.

¿Qué te pareció la muestra de Varejao en Malba?

Fabulosa. Sobre todo porque no especula nada, va poniendo las cosas sin temor al resultado. Y esa sensualidad, los colores, esos materiales. Y encima toda esa carga, pero abordada de forma cero oportunista, porque está en ese límite pero queda ahí, lo maneja estupéndamente. Por eso me convence su obra. No apela a la demagogia.

¿Venís todos los días a trabajar al taller? ¿Tenés una rutina de trabajo?

Cuando estoy preparando una muestra, sí, laburo diariamente. Muchas horas.

¿Y planificás el día de trabajo o es un proceso más bien orgánico?

Planifico bastante, sí, para poder llegar. Nunca sabés cuánto te va a demandar una pieza, es algo que no se puede prever.

¿Cómo ves el medio del arte local? Digo, desde el mercado hasta lo institucional, la crítica, todo.

Creo que es un momento de transición. Veo que hay mucha actividad, muchos artistas, muchas muestras. Eso es muy bueno, pero siento también que va a haber cosas más interesantes aún en un tiempo. Es como si se estuviera macerando algo… hay cambios, pruebas. En ese sentido soy muy optimista, porque veo mucha actividad, sobre todo mucha cabida a la gente joven, eso es muy positivo, aunque en el medio se atraviese por cosas no tan buenas.

¿Qué otras artes consumís además de las visuales?

Amo la literatura y el cine. Miro y leo de todo, todo lo que puedo. Éste último año no tuve mucho tiempo, pero es algo que me fascina. Recientemente estuve viendo otra vez las películas de Godard. Y me encanta el cine oriental, hace poco vi una película japonesa fabulosa… no me puedo acordar el nombre… muy contemporánea, un director muy joven, actores muy jóvenes también, una situación de relaciones de pareja, muy buena, divina. Me encanta el cine. Es más, si pudiera volver todo atrás, me gustaría hacer cine.

Bueno, no necesitás volver todo atrás. Empezá a hacer cine.

 (Se ríe) Nooo, necesitás mucho tiempo. Ya no.

Pero trabajaste el video alguna vez.

No, no considero que eso sea haber trabajado el video. Hicimos una vez un pequeño video con Gabriela Falcone, que se mostró en el Centro Cultural Recoleta, fue una linda experiencia. Nada más.

¿Y no te gustaría hacer un corto o una pieza de video arte?

Sí, me encantaría

Hacelo. Sería interesante ver cómo volvés a la imagen plana.

¡Dale! La próxima vez que nos encontremos te cuento como desanduve el camino del volumen hacia el plano.





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Elba Bairon nació en La Paz, Bolivia. Desde 1967 vive y trabaja en Buenos Aires.
Estudió grabado y litografía.  En 1984 y 1987 obtiene el Premio del Salón Nacional de Grabado para extranjeros. Desde los años ´90 comienza a trabajar relieves y piezas de volumen. En 1998 obtiene una beca del Fondo Nacional de las Artes y en 2001 obtiene el premio Adquisición en la Bienal de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca, Buenos Aires, Argentina.
Realizó exposiciones individuales y colectivas en el Centro Cultural Rojas, Centro Cultural Recoleta, Centro Cultural Borges, Museo de Arte de Tigre, Museo de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca, Centro Cultural Parque España (Rosario), Galería Diana Lowensteien, Galería Luisa Pedrouzo, Galería Braga Menéndez, Galería Zavaleta Lab, Galería Schlifka Molina, Galería 713, Instituto Latinoamericano de Roma, Arco (Madrid, España), Art Basel (Basilea, Suiza), Art Frankfurt (Alemania), entre otras muchas.
En 2012 obtiene el Gran Premio Adquisición en la disciplina Instalación y nuevos soportes del 101 Salón Nacional de Artes Plásticas, y el Primer Premio Adquisición a las artes visuales 2012, de la Fundación Federico Jorge Klemm.


 

   
 
     
  SUMARIO  
Año 2 - Numero 30
Tapa
Editorial + Staff
Palabra grave, artista aérea
Entrevista a Bairon
por Mariano Soto
     
Producción fotográfica
por Cecilia Lenardón
     
Retratismomismo
Sobre Pasquale, Mondongo, Gómez y Olivera
por Dany Barreto
     
Teoría y práctica sobre un bandolerismo híbrido
Sobre el premio de la Fundación Vairoletto
por Guido Ignatti
     
Tadzio nella morgue (II)
Monumento a Colón y entrevista a Salvemos las Estatuas
por Juan Batalla
     
Gabinete de obsesiones
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