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"Cuando soy buena, soy muy buena, pero cuando soy mala, soy mucho mejor."
"Las chicas buenas van al cielo, las malas a todas partes."
"El matrimonio es una gran institución, pero yo no estoy preparada para las instituciones."
Estas famosas frases de Mae West (1893-1980) podrían ser los imprescindibles consejos de una abuelita loba para que su nieta tenga en cuenta a la hora de conocer a su caperucito. Las primeras citas no son fáciles, hay que trabajar para quitar tensión, relajarse y divertirse. Está buena la idea de Woody Allen en "Annie Hall"(1977) cuando en su primera cita con Diane Keaton, están caminando por la calle yendo a comer a un restaurant, y él la frena de golpe y le dice: “mejor nos damos un beso ahora, sino durante la comida habrá mucha tensión porque nunca nos hemos besado y yo no sabré como empezar… si nos besamos ahora, digerimos mejor la comida y disfrutamos de la charla".
Maia Debowicz se arma un guión propio en "Chascos para la primera cita", muestra curada por Diego Trerotola. La artista y el curador, cinéfilos ambos, escriben en la revista argentina de cine, "El Amante".
Amor, separación, citas, cine, humor, ironía, ternura, comedia, terror, literatura, amigos, mascota y chascos son los ingredientes para esta muestra, pequeña por el espacio que ocupa, pero generosa en su contenido. La generosidad no es una característica menor, quizás es un aporte del cine a las artes visuales y cabe destacarla en un momento amarrete del arte contemporáneo argentino, en el que se ven tendencias claras, una mayoría de artistas produciendo obras que son pequeños gestos conceptuales, casi invisibles, diminutos diálogos con el espacio, o la arquitectura, haciendo grandes esfuerzos para que nada llame la atención, que solo lo vean los muy entendidos. Un minimalismo triste donde no hay color, ni importantes formas y menos grandes ideas. Nada cercano a la felicidad ni al dolor, sí a la nada. Obras que quedan a mitad de camino porque ni visual ni conceptualmente logran atraer. Un arte amarrete. O lo representaría muy bien la palabra que según Juan Gelman mejor nos identifica a los argentinos, boludo ("En los últimos años me ha sorprendido la acepción o su empleo entre amigos, casi como un comodín de complicidad. Ha venido perdiendo el sentido insultante…", argumentó el escritor).
En "Chascos para la primera cita" Maia dibuja con fibras, de colores bien contrastantes, retratos de amigos, a su mascota y a sí misma, y con ellos nos cuenta sus días. Hace una crónica personal y contemporánea de lo que vino después de su separación. Con dibujos planos, sin volumen, coloridos, en grandes tamaños, realiza autorretratos humorísticos, ríe de sí misma, se divierte imaginando que para un encuentro en una primera cita podría aparecer con minifalda roja y tacos en mismo color, portando unas bellas piernas peludas rodeadas de moscas. En otro aparece una tanguita roja de la que asoma un pubis depilado con forma de Mickey Mouse. Los autorretratos son ofrendas amorosas y graciosas para un posible candidato. Sus amigos corren suertes parecidas, sus cuerpos juegan y se relacionan con objetos simbólicos, fetiches y de cotillón, haciendo referencias al cine y la literatura. Por ejemplo, un amigo con pecho peludo depilado con forma del perfil de Alfred Hichtcock; otra se tapa la cara con el libro "Ojos de gatos" de Stephen King, mientras sostiene un gato negro en la otra mano. Jóvenes con máscaras de viejos. Hombre desnudo con máscara de oveja en la cabeza y máscara de zorro en la pelvis, otro juega con el libro "The Big Penis Book", entre tantos otros retratos. También tiene su protagonismo "Warhol", su mascota, un conejo marrón con quien comparte esta vida especial y soltera. Mientras Maia trabaja dibujando o escribiendo, “Warhol” le mastica los papeles o se curte algún muñeco de peluche, estas situaciones íntimas están retratadas también.
Todos parecen personajes sacados de un cómic o un storyboard, semejantes a los de Daniel Clowes llevados al cine por Terry Zwigoff en "Ghost world" (2001) y "Art School confidencial" (2006), ambas películas comedias de jóvenes estudiantes secundarios y universitarios con problemas existenciales, amorosos y planteos alrededor del arte contemporáneo.
Para conocer a alguien nuevo en una cita amorosa no se puede ser tacaño, hay que entregarse, mental y físicamente. Ser simpático, entretenido, interesante, divertido, cariñoso, sexy, todo eso y mucho más. A Maia se le ocurrió que además debía llevar a esa primera cita un chasco, sorprender a su candidato con un juguete chistoso, un engaño que divierta a ambos. Tiene una colección de éstos juguetes, atractivos, raros, con sus vistosos paquetes, y sus didácticas instrucciones de uso. Maia los expuso en medio de su obra, para ser usados y puestos a prueba todos juntos un día especial durante la muestra.
"Los chascos para la primera cita son el reverso de los tradicionales chascos de despedida de soltero. No se trata de la última alegría antes del compromiso, sino de la convicción de que la sorpresa y la comedia de lo inesperado tienen que estar sí o sí en la base de toda relación. Si tu cita no es un cigarrillo que explota, una flor que tira agua, un chicle picante no vale la pena seguir. Tampoco vivir para dibujarlo." escribió Diego Trerotola.
"Chascos para la primera cita" en Aurea, Patio del Liceo, Av. Santa Fe 2729 hasta el 15 de noviembre
www.maiadebowicz.com.ar
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