Panorama desolador
por Gustavo Montagna
 
Monumento “Canto al trabajo” de Rogelio Yrurtia.    
 

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires tiene la característica envidiable de ser un auténtico museo al aire libre; sobre la traza de Buenos Aires de 1900 quedó la impronta del paisajista francés Carlos Thays, en parques como Tres de Febrero, Lezama, Centenenario, etc.
La mención de estos espacios no es azarosa, ya que en ellos fueron emplazadas la mayor cantidad de obras de arte público de origen francés, español e italiano, así como de artistas nacionales. Hacia el año 2000 se contaban más de 2200 obras de arte público entre monumentos, estatuas y arte decorativo como fuentes, farolas, bancos.
Para darse una idea real del valor que estas tienen, habría que recorrer estas plazas, acercarse a las obras de arte, rozarlas con la parte más sensible de nuestras manos y viajar en el tiempo, tratando de entender el proceso que demandó a cada artista la realización de su obra.
Realizar una de estas esculturas es algo verdaderamente complejo. Se trata de una de las tareas artísticamente más solitarias, si se quiere.  Se realizan estudios, bocetos, trabajos previos, para después hacer un boceto más cercano y una escala reducida. Pasada esta etapa, se modela en arcilla a la escala deseada, o al decir de August Rodin, ¨superior al natural¨; el paso siguiente es la realización del molde en yeso, que será el que copie el delicado modelado en la arcilla. Para el moldeado, cada pieza deberá encajar perfectamente con precisión de relojero, como en un gran rompecabezas. Estas partes después serán copiadas por dentro con cera de fundición. El paso siguiente a la terminación de la imagen modelada en cera, consistirá en un recubrimiento de un cerámico que contendrá, dentro de una fosa con arena, el bronce fundido a más de 800 grados. Este último paso se lleva a cabo en fundiciones y con personal experimentado. El bronce a esa temperatura evapora la cera de fundición contenida por el cerámico, que copiará fielmente el modelado inicial.
El bronce pierde su temperatura. Una vez frío, es sacado de la fosa. Se rompe con martillos el cerámico, y allí queda expuesto el oscuro bronce que siguiendo un meticuloso trabajo, es ensamblado, pulido, y patinado ante la atenta mirada del escultor.
Esta tarea puede llevar meses, desde la entrada del modelado hasta la última pincelada de la pátina. Con esta metodología se realizaron grandes obras de arte en bronce como ¨El Pensador¨ y ¨Herakles, El Arquero¨.

La degradación en estos últimos años ha sido alarmante. Fue crucial la crisis económica del año 2000, cuando todo lo que estaba en la calle y era vendible desaparecía en un abrir y cerrar de ojos. Sucedió con incontables objetos de bronce, hasta manijas y picaportes de los caserones de los barrios como Floresta o Belgrano, que fueron vendidos a los reducidores para ser fundidos; claro, la misma suerte corrieron estatuas y monumentos, sin importar la localización o las firmas de sus autores.
Las desapariciones fueron desde lo más minúsculo, como una tapa de sumidero en hierro, a lo descomunal:¨La flor del Irupé¨ un gran bronce de figura femenina firmado por el escultor argentino Luis Perlotti, emplazada en uno de los canteros de Parque Centenario, fue levantado presuntamente por una grúa. En una noche desapareció. Solamente quedó la placa y una foto de archivo.
Dos hermosísimas obras, ¨El niño con gallina¨ y ¨Grupo infantil¨, firmadas respectivamente por los escultores italianos Vicente Gemito y Nicola Gulli, desaparecieron de la plazoleta frente al Liceo Naval de Av. Santa Fe y Maipú , frente a plaza San Martín. Por suerte una  tercera obra fue rescatada a tiempo, ¨El Aguatero¨, que actualmente se encuentra en la entrada del Jardín Botánico Charles Thays. Los rumores sobre los paraderos de estas obras son variados.
A esta lista también se suman obras de arte decorativo, como es el caso de los grandes jarrones de fundición francesa de Plaza Sarmiento, frente a la iglesia circular de Belgrano; o los escudos originales en bronce de las provincias argentinas que decoran la plaza de la República; y los grandes ornamentos que decoraban uno de los laterales del monumento a G. Garibaldi en Plaza Italia.
El monumento al Almirante Brown, emplazado sobre Leandro N. Alem, estuvo en la lista de monumentos vandalizados largo tiempo; como si fuera una mala secuencia  de una película clase b, el plantel municipal se hacía presente con una gran escalera en cada aniversario de la muerte del héroe naval para colocar un sable de yeso patinado que era celosamente cuidado en los talleres de restauración. Es decir, durante años esta figura careció de sable porque se lo robaban.
Así desaparecieron cientos de placas identificadoras -pensemos que cada obra tenía al menos una, en ocasiones más de tres placas de identificación en bronce-; hasta el ramillete de olivo que la figura femenina central eleva a más de 23 metros de altura del Monumento a los Dos Congresos en la plaza homónima fue robado, de no creer.
En ocasiones, la más que buena voluntad de vecinos evitó que desaparezcan piezas de arte público; así fueron salvados ¨Rómulo y Remo¨, como también una de las grandes iguanas modeladas en bronce que decoran la fuente de aguas danzantes del Monumento a los Dos Congresos; esta fue barreteada, levantada y tirada detrás de un gran arbusto durante una solitaria noche de invierno de 2003, con la idea de que fuera levantada por una camioneta la noche siguiente. Por suerte alguien vio a la iguana agonizando y dio parte a la policía, salvando al reptil de la fundición.
Otro caso de destacar es cómo, por mucho tiempo, una de las esculturas más bellas de la ciudad, ¨El Picapedrero¨ de Emilio Andina, emplazada en Parque de los Patricios, sobrevivió gracias a un enrejado perimetral y al cuidado de los vecinos. Pero el excesivo afán los llevó a pintarla con esmalte sintético para que luciera mejor de cara a los festejos del bicentenario; claro, no fue la mejor opción… El abordaje sobre una obra de arte público debe hacerlo gente capacitada y autorizada.
Un cierto tiempo existió en una red social un grupo que pretendía, obviamente con buena intención, limpiar todos los monumentos sucios. La propuesta era salir con cepillos y escaleras y dejarlos relucientes. Suena bastante bien, pero las cosas no son así. En el GCBA existe un departamento encargado que debería realizar esta tarea cotidianamente, y si bien en ocasiones solo salen con una escalera a sacarle las telarañas al Sarmiento de Rodin de Plaza Sicilia por que les queda más cerca y no gastan en combustible, esta modalidad debería ser una constante. Hay monumentos que podríamos decir que, en los últimos 10 años nunca fueron repasados con un trapo para eliminar el excremento de ave o la acumulación de tierra, están tan oscuros que ni las facciones de los homenajeados son visibles. Para muestra, veamos los monumentos a Alcorta, a Garibaldi, a  Urquiza, que dan cuenta de proverbial falta de mantenimiento.
La lucha por combatir el vandalismo no solo es hacia fuera. A veces el vandalismo llega desde los mismos encargados de cuidar este patrimonio. Un caso más que claro es el del ¨Tótem Canadiense¨ emplazado en el barrio porteño de Retiro justamente frente a la terminal de ómnibus de larga distancia, uno de los lugares más transitados de la ciudad. Por una mala decisión del secretario de Cultura, éste fue literalmente talado. El Tótem de más de 17 metros de altura, tallado en madera y donado por Canadá, había subsistido estoico desde 1960 a golpes de estado, debacles económicas, crisis institucionales, lluvia ácida, movimientos de piso por vibraciones, y vandalismo urbano. Pero fue noticia gracias a los vecinos sensibles que vieron como el Tótem era cortado en partes, porque no entraba en el camión que lo trasladaría hacia su destino final, MOA.
Los encargados de reponer estos faltantes, Monumentos y Obras de Arte (MOA), dependencia municipal que supo pendular entre las secretarías de Cultura y Espacios Verdes, hacen lo que pueden. Entre faltante de recursos, materiales y de personal debidamente capacitado, este departamento no da a basto.
Por otra  parte, para cuando las portadas en los diarios de gran tirada se hacen eco del maltrato a un espacio verde o monumento, el vandalismo toma la delantera, porque casi nunca se puede descubrir y detener a los responsables de las mutilaciones de esculturas.
Un caso excepcional fue el ocurrido una mañana en el Monumento a los Españoles, cuando un automovilista que circulaba por Av. Libertador alcanzó a ver a una persona trepada a una de las enormes figuras, sierra en mano y tratando de cortarle un brazo. La policía pudo impedirlo... Un caso similar fue la detención de un sujeto al que en varias oportunidades se lo vio rondando la escultura en bronce ¨El Segador¨, erigida sobre el cantero central de la Plaza Rubén Darío; tras días de vigilia, se logró detener al ladrón que llevaba un bolso con herramientas. Pero mucho después, hacia 2013, la suerte del Segador se terminó: le amputaron el brazo y la herramienta.
Estado público tomó también la detención de un sujeto que, al ser sorprendido, en su huída arrojó las esculturas en bronce de Rómulo y Remo dentro de un estanque del Jardín Botánico. Ambas esculturas originales integraban, conjuntamente con la Loba Romana, un bello grupo escultórico. Al tiempo, la réplica de esta misma obra emplazada en parque Lezama también fue noticia. ¨Rómulo y Remo¨ fueron robados, allí con éxito. En ese momento, el responsable de la secretaría de Espacios Verdes comunicó que ambas obras estaban valuadas en 30 mil pesos. La reposición demoró más de un año y la reproducción se hizo a partir de las esculturas originales del Jardín Botánico. A poco de ser repuestas, las esculturas nuevamente fueron rotas durante una noche -casi sin iluminación ni vigilancia- en Parque Lezama.
Hasta aquí hemos comentado solamente algunas de los casos más llamativos, pero esta degradación es una constante. A estos se suman otros daños, tales como roturas de mármoles, de segmentos como narices, orejas, hasta brazos completos; como en el  ¨Canto a la primavera¨, una obra en blanco de Carrara del escultor italiano Leone Tomassi, que desde hace más de seis años carece de sus extremidades superiores. Ambas figuras ruegan al cielo sin brazos que alguien tenga piedad de ellas.

Durante estos últimos años, la unión de los vecinos de la ciudad para hacerse oír manifestando su desacuerdo tiene sus frutos; un caso se da con ¨Basta de Demoler¨, ONG que denuncia las demoliciones indiscriminadas. Mientras que la ONG ¨Salvemos las estatuas¨ es la unión de vecinos sensibles a estos temas relacionados con el vandalismo de monumentos y esculturas.
La forma de detener los procesos naturales de degradación es a través de la conservación y restauración de las piezas por gente capacitada. El vandalismo ya es otro tema. Especialmente durante el período en el que De la Rúa fue jefe de Gobierno, fue enrejado casi el 70 % de los monumentos de la ciudad. Y esto no impidió el vandalismo; es más, se robaron hasta las puertas con candado y todo. En su tiempo, Eduardo Schiaffino sostenía que la protección acertada la constituían barreras naturales; siguiendo esta línea, desde Salvemos las estatuas se creó un proyecto de cuidado sobre la obra magna de Auguste Rodin ¨El Pensador¨, emplazada desde 1907 en Plaza Congreso., que con su pedestal elevado, ha sido el mejor soporte para manifestaciones desde la llegada de la democracia hasta nuestros días. Un día apareció completamente pintada de rosa con esmalte sintético, en agosto de 2011. La imagen penosa recorrió todos los diarios del mundo, quedando expuesta la falta de cuidados que se tiene con obras de esta magnitud en nuestro país.
La protección consistió en rodearla de un blindex de no más de 1.70 mtr. aproximadamente, además de vigilancia las 24 hs. La planificación, ejecución y finalización de la obra le llevaron seis meses al GCBA.
El legado artístico es mucho y muy valioso, se perdió una parte y sabemos que jamás se recuperará. El resto que sigue en pie, lo hace gracias a la excelencia, la nobleza de los materiales; la restauración y conservación depende de aquellos que han tomado el compromiso de cuidarlos; su cuidado es una obligación compartida entre los vecinos y el GCBA.






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Gustavo Montagna. Escultor; Licenciado en Artes Visuales; especialista en Arte Público. Creador de Todoescultura.com y co-creador de la ONG Salvemos las Estatuas!


 


 
     
  SUMARIO  
Año 3 - Numero 32
Tapa
Editorial + Staff
El arte siempre desmiente lo que está diciendo
Entrevista a Ticio Escobar
por Juan Batalla
     
Producción fotográfica
por Osvaldo Salerno
     
Frente al espejo
Sobre PARASITiO de Julián León Camargo
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