|
En medio de la feroz sudestada, la goleta española proveniente de Montevideo zozobra hasta que, finalmente, naufraga en las costas rioplatenses. El viento la empuja, lentamente, hacia las playas de Buenos Aires donde, finalmente, en los altos bancos de arena del Río de la Plata, queda encallada. Con ella, se lleva lo pesado de su cargamento; pero muchos otros objetos, livianos y flotantes, alcanzan la costa porteña donde, de cara a cierta austeridad fruto de la economía metropolitana, se vuelven tesoros para el frugal consumo de la ciudad de mediados del XVIII. Textiles, aparejos y la misma madera se convierten en ricas ofrendas del río, a ojos del descamisado colonial.
Algunas evidencias materiales de estos hechos ficcionados, pudimos imaginarlas durante la excavación de los cimientos de uno de los flamantes edificios de Puerto Madero, cuando, un par de años atrás, se descubrieron por accidente restos de un naufragio en una obra en construcción de la calle Rosario Peñaloza, en los confines esteños de nuestra ciudad.
Así, navegando en aguas de la transtextualidad y el citacionismo, amparada en un constructo intelectual que direcciona búsquedas y corporiza discursos, la muestra de Gabriel Baggio en Fundación Klemm trae, sin embargo, como una marea generosa, una serie de interesantes objetos provenientes de la alta mar conceptual, que recalan oportunamente en la playa de lo perceptivo. Especie de naufragio prodigioso, todo lo craneado por Baggio como corpus racional, ocurrió allá lejos, en la línea del horizonte; pero lo que vemos aquí en la costa, el producto de aquel suceso lejano y conocido sólo de nombre, guarda la valiosa capacidad de hablarnos de lo acontecido en aguas profundas. Una elipse, cerrada y con sentido en sí misma.
La obra de Gabriel Baggio siempre cultivó el realce de viejos haceres. Haceres que fueron perdiendo plumas en la riña cotidiana de la sociedad de producción y consumo ultra, desde mediados del siglo XX a esta parte. Oficios manuales, técnicas artesanales de producción de objetos, recetas y sabores, manualidades varias. Un mundo de abuelos y tías que no sobrevivirá fácticamente cuando ellos nos dejen. Ante el fantasma de la pérdida, no sólo de la memoria sino de las implicaciones y dinámicas sociales que esta forma de vida supo generar, ciertos artistas y cierto arte contemporáneo se manifiestan y hablan. Sugieren detenerse un segundo a ver y a imaginar otras maneras posibles.
La muestra de Baggio en Klemm es, en ese sentido, intensa. Jugando a sabiendas con Vattimo (1) subvierte lo ornamental en monumental, trastocando así sentidos y ayudando a efectivizar cruces al otro lado. Ahonda, además, la profundidad del sentido general y de la intención discursiva que propone su trabajo: todas las piezas de la muestra fueron hechas por el mismo artista, aplicando entonces el dogma de las “artes del hacer” a su propia producción. Un ladrillo más en la construcción de significado.
En “Elogio de la profanación” encontramos escala, color, textura. Y que la mayoría de los objetos están hechos de cerámica, material que cierra, para el artista, por varios caminos: lo ancestral mismo y su carga cultural; el hecho de ser el material con que él mismo empezó trabajando en su carrera y el proceso de cocción que lo enlaza con la cocina, otro de los tópicos del universo baggiano.
Pero también hay marquetería, acrílico sobre tela, témpera sobre papel, registro en video. Y ese feliz desajuste, la reinterpretación potenciada por el cruce de materialidades. Una carpetita bordada de la mesa de cualquier tía Rosa universal, vuelta masacote esmaltado de dos metros, casi amenazante… Uau! En un punto, el efecto tiene un touch de película Clase B de los años 50. Algo así como El ataque de los apoyapava asesinos. Nada más disparador que el gigantismo.
Y que ciertos inesperados trasplantes, también, como en Motivo para una bandeja de té, en el que un sinuoso dibujo Art Nouveau, originalmente sobre una cotidiana bandeja de lata, se convierte en una especie de friso a escala real de la Casa Tassel en Bruselas.
Otras piezas no son tan elocuentes. Las lámparas, por ejemplo, que resultan desprovistas de carga, de ironía y de juego.
Las témperas sobre papel, en cambio, retoman el tono de piezas como Motivo para cortina, a pesar de la diferencia de escala. Un breve y efectivo shot sensorial.
La muestra, potente y bien planteada, sin embargo, tiene un costado débil. Como descargo, podemos decir que se trata de una decisión del artista, quien fue consciente de correr el riesgo de una explicitez algo obvia. Al fondo de la sala, dentro de una vitrina como de museo, herramientas, manteles, carpetas bordadas y manuales de oficios pertenecientes a tíos y abuelas varios, parecen querer indicarnos su condición de inspiradores del resto. Cierto es que Baggio pone a funcionar deliberadamente, este todo como parte. Pero a nivel de la lectura general, la intención citacionista queda debilitada por un algo más prosaico que queda en primer plano. Pareciera que más que un juego sutil de “copias certificadas”, estos objetos museables nos estuvieran explicando algo con aire didáctico casi de Telescuela Técnica. La elocuencia de las obras expuestas no necesita apoyarse en antecedentes. Tal vez si el pequeño museo de Baggio hubiera ido entremezclado con su producción –y sabemos aquí que fue decisión ex profeso del artista el no hacerlo- existiría la posibilidad de que se abriese otro tipo de juego interpretativo.
Poética de herencias culturales, de las formas de hacer, de las relaciones interpersonales que ello implica, todos estos factores gravitan en la obra de Baggio, dándole peso, voz y razón de ser.
Conocido por sus Procesos de aprendizaje performáticos, registrados en foto y video y luego exhibidos como parte del producto final, esta vez el artista devuelve una batería de artefactos estetizados y, la mayoría de ellos, de gran carga semántica. También, pero, tenemos el registro en video. En la entrada a la sala, una pequeña puesta recrea un living de una casa. Los sillones, la lámpara y las reproducciones baratas de obras clásicas nos ubican adecuadamente en determinada órbita social. En una tele, una de las obras ipso facto de Baggio nos recuerda su punto de partida.
Aquel ethos de alta mar, lejos de la costa. Que nos depara un botín lleno de preguntas sin respuesta.
(1) Gianni Vattimo: (n.1936) Filósofo y político italiano contemporáneo.
La muestra Elogio de la profanación, de Gabriel Baggio, puede visitarse hasta el 6 de diciembre en Fundación Federico Jorge Klemm arte contemporáneo, M.T. de Alvear 626, CABA, de lunes a viernes de 11 a 20hs.
|
|
|