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"Cerda", llamó Sean Penn a Conchita Alonso, cuando se cruzaron recientemente en el aeropuerto de LA. Años atrás habían trabajado juntos en “Colors”. Conchita le respondió, claro, y así, además de convertirse en comidilla de prensa del espectáculo, desterritorializaron un conflicto que día a día divide a Venezuela. Es que el tema en discusión era Chávez, a quien Sean apoyó en una solicitada pública. La cubana lo criticó, echándole en cara no estar informado respecto de sus atropellos a las libertades.
Lo peculiar consiste en que esta discusión resulta más factible en otros sitios que en la propia Venezuela, donde los posicionamientos respecto al chavismo no dividen a los intelectuales y a la gente de la cultura justamente, que en una clara mayoría rechazan al régimen.
La manta de los relatos tejidos con agujas gruesas, como las que regularmente se emplean para manipular hechos históricos, suele ser corta, nunca alcanza a tapar todo un cuerpo. Resbalosa. Y por momentos sofocante.
El arte es una de las materias usadas para bordarla.
El 4 de febrero de este año se cumplen veinte de un intento de golpe militar que encabezó Hugo Chávez. El 4F, que así quedó bautizado, fractura según éste el tiempo histórico del país en dos: un antes en el que habrían reinado los problemas sociales y el descontento, y un después que significaría el renacer mediante el surgimiento del proyecto popular. Para este vigésimo aniversario del 4F, tras el reto del presidente a sus colaboradores, "no podemos permitir que esa fecha, que esos hechos históricos pasen así, casi como desapercibidos", se organizaron actividades culturales, que son las que nos ocupan, tendientes a reversionar lo acontecido.
Se convocó a un concurso dirigido a las artes visuales y a otras disciplinas cuyo objetivo es "expresar, recrear e interpretar el proceso de la Revolución Bolivariana". Una de sus particularidades consiste en que los premios suman unos 130.000 bolívares, mientras que la publicidad oficial al respecto, solo en periódicos, supera los 435.000, no incluidos previamente en partida presupuestaria alguna. El detalle provocó el enojo de muchos artistas, dada la falta de fondos que crónicamente mina la actividad cultural del país. Previsiblemente, se creó una comisión organizadora de todos los eventos y también se lanzó el Proyecto Memoria de la Dignidad, suerte de museo del proceso bolivariano.
Llamaron también, sin mediar concurso, a Carlos Azpurúa para que dirija un documental sobre la revolución fallida. Este director ya había realizado en 1998 el largometraje de ficción "Amaneció de golpe" -tirate un título-, consistente en un malogrado registro emotivo del alzamiento desde una vivencia coral y callejera.
Los acontecimientos del 4F, huelga decirlo, aceptan diversas interpretaciones y estas son difícilmente desapasionadas. Su antecedente insoslayable es el Caracazo del 89´, en el que masas descontentas por un ajuste económico iniciaron una serie de saqueos e incendios cuya represión dejó muchos muertos; también este episodio contó con film aventado desde el poder actual: "El Caracazo", de Román Chalbaud. El 4F, tras el fallido intento de toma del poder por parte del actual presidente y otros militares -que también provocó muchas muertes-, Chávez asumió la responsabilidad de las operaciones, que no contaron con un visible apoyo callejero pese a la impopularidad del gobierno del entonces presidente Pérez. Tras dos años de cárcel, Chávez y los demás responsables fueron indultados y puestos en libertad.
La creación de un nuevo relato fundacional a partir de lo acontecido el 4F, entonces semeja las maniobras de tantos líderes populistas que se afanan en dar con una mitología a medida. Comenzando por Bolívar, se trata de reinterpretar todo, incluso el sentido de la historia del arte del país para hacerlo calzar en ella. Al vuelo, un ejemplo de color es que la denominación "arte colonial" ha sido sustituida por "arte invasor". Hasta el emblemático cinetismo de Jesús Soto y Carlos Cruz-Diez sufrió embates desacompasados, que van desde improbables apropiaciones conceptuales hasta el desmantelamiento de varias obras en espacios públicos, por descuido o no. Ya otros monumentos habían conocido la furia, como sucedió en el conocido episodio de 2004 en que fue derribada la estatua del ominoso imperialista Cristóbal Colón. Pero la iconoclasia es contagiosa: otros destruyeron una del Che Guevara.
Sin embargo, el presupuesto para cultura ha crecido, aunque redireccionado en pos de exaltar las formas más identificables con el socialismo nacional y quitándole espacios a quienes son "sus enemigos". Se crearon museos nuevos y se centralizó su dirección desde organismos gubernamentales. Otros fueron vaciados; el Museo de Bellas Artes y otros funcionan con escaso recambio de muestras, salas cerradas, algunas incluso debido a la falta de focos de luz. No se producen catálogos o material gráfico de interés. En el Museo de Arte Contemporáneo, por ejemplo, solo una muestra de fotos del Che Guevara contó con una producción generosa que marcó un gran contraste con aquello corriente en la actualidad. Comenta Decan Gambus, ex-directora del Museo de Arte Moderno que, si bien los presupuestos para la cultura previos al chavismo fueron más magros, al menos "se dejaba hacer".
En foros públicos se reafirmó la idea bolivariana de la necesidad de que los museos estén destinados a experiencias comunitarias y no elitistas. Lo que significa, entre otras cosas, su apertura para que expongan personas no calificadas pero que desarrollan temáticas aceptables. El Bolívar con una granada por "sagrado corazón" que aquí reproducimos es buen ejemplo de aquello que el régimen favorece en términos artísticos.
En todo el país encontramos grafitis urbanos y carteles de propaganda afines a un pseudo realismo socialista, o mejor llamémoslo "realismo populista". Aunque en Venezuela no ha habido una experiencia artística previa parecida a la del realismo social mexicano. Esto le dio menos herramientas a los creadores del "relato bolivariano" para cooptar artistas de jerarquía dispuestos a aportar al mito, mientras persiste un pensamiento crítico que el chavismo previsiblemente sindica como alejado de la sensibilidad popular.
De todos modos, hay experiencias diferenciales que podrían ser un punto de partida para confluencias superadoras. Concretamente, José Abreu, fundador de la Sinfónica Juvenil Simón Bolívar y de un sistema de orquestas que trasciende la dialéctica confrontativa, parece haber surfeado a través de distintos gobiernos -fue ministro de Pérez y de Caldera, ahora es sospechado de chavista-, dando siempre lo mejor de sí al punto de ser reconocida la excelencia de su tarea por oficialistas y opositores.
Un hecho que ilustra lo que está sucediendo es que en Venezuela la reflexión política se ha incrementado al punto de generar una suerte de boom editorial alrededor de ensayos históricos y sociales. Hay necesidad de entenderse, de resituarse, tras el desplazamiento gigante de paradigmas que acarrearon estos años en los que se agitó con insistencia la idea de lo nuevo.
Por estos días, una promocionada exposición en La Habana muestra más de cuarenta imágenes de los encuentros a través de los años entre Fidel y Chávez, propiciando explícitamente la percepción de analogías entre estos y el dúo broncíneo de Martí y Bolívar.
Es obvio que a Chávez lo entusiasma la creación de este nuevo panteón. La pintura propia en la que se retrata junto al difunto Néstor Kirchner va en esa dirección. "Sí mi reina, te lo pinté a tí", le dijo a Cristina Kirchner en el salón del palacio presidencial de Miraflores que lleva el nombre del presidente muerto. Junto a la pintura había fotos de encuentros de Kirchner con Fidel y Chávez y otros cuadros dedicados a él. Declaró haber estudiado "teoría de los colores" para llevarlo a cabo. Sorprende verlo retratarse en la pose de un consejero de Kirchner, que lo escucha mientras ambos otean en dirección a aquello que no vemos. Una copia del cuadro quedó allí, el original se lo regaló a la presidente.
A espejo del mentado cuadro, en Argentina los mismos Chávez y Kirchner aparecen retratados y la imagen ploteada sobre las locomotoras del Tren Sarmiento. Dispuestos a devorar kilómetros, sobre rieles, entre incendios.
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