|
En diciembre pasado viajé a Miami para curar una muestra en la galería Dot Fifty One que inauguró en vísperas de la vehemente semana del arte contemporáneo miamiense. Antes de tomarme el avión vi Cocaine Cowboys, el documental de Billy Corben sobre el intenso y sangriento despliegue del negocio de la cocaína en Miami durante la década del 80, que facilitó el crecimiento bestial de una ciudad que hasta entonces había tenido una escala pueblerina. La configuración urbana con la que me encontré no parece contradecir esa hipótesis. Verifiqué que gran parte de esta ciudad se habita desde una cultura yanqui del sur y caribeña, aunque en el trascurso de la primera semana de diciembre en la que sucede el gran show del arte no se note.
Permanecer allí durante Art Basel Miami Beach y las casi veinte ferias paralelas implicó asistir a eventos diversos destinados a dar la bienvenida a selectos y adinerados actores del mundo del arte contemporáneo global. Es claro que el interés más recurrente de quienes participan de ese contexto es encontrarse con lo que sucede alrededor de las obras, más que con ellas mismas, pero no es mi intención condenar este modus operandi que sostiene una máquina millonaria en la que circulan obras que se rigen allí por su condición de alta rentabilidad y entre las que desde ya encontramos producciones artísticas consistentes e incluso fascinantes.
Lo necesario para hallarlas es atravesar el huracán con calma. El arte es un valor cultural bien complejo y su comercialización en ferias específicamente, una variable que muchas veces encandila la posibilidad de descubrir la naturaleza de las obras que se exhiben aunque imprescindible para el funcionamiento del mercado del arte. Sabemos que una feria no es una bienal, por lo cual tampoco esperaba ver propuestas de exhibición que resolvieran problemas exigibles en otros ámbitos.
Art Basel Miami Beach junto a las ferias Pulse, NADA (una de las más cool), la tradicional Art Miami, Scope (en la que participaron varias galerías argentinas) y algunas otras innombrables que parecían kermeses, o los galpones con las megacolecciones de las familias Rubell, Margulies, De la Cruz y la Fundación Cisneros albergaron durante esa semana una serie de situaciones, muestras, conferencias, personajes, fiestas y objetos cuyas características dan que pensar.
En el breve transcurso de cinco días fue significativo ver a Naomi Campbell, Michael Douglas, Catherine Zeta-Jones, Puff Daddy, Will Smith y a las “gemelas hermafroditas del futuro” Eva y Adele, infaltables en todo evento arty. Varios otros pasaban lookeadísimos y en banda por los corredores feriales, y por el lustre advertía que eran famosos aunque no tenia idea a qué se dedicaban. ¿Tal vez algún ya Not So Young British Artist cuyas obras abundaban en los stands? El mundo del arte hace rato que es parte del show biz.
Es peculiar que una disciplina cuya apreciación requiere al menos tomarse un tiempo de observación y reflexión para recibir y aportar sobre lo que tiene para dar, logró promoverse con éxito en estos formatos que corresponden con el frenesí de la industria del entretenimiento. El éxito, el glamour, la sensualidad son objeto de un deseo insaciable y, si tenemos recursos, vamos adonde tengamos que estar para encontrarlos e intentamos comprarlos las veces que sea necesario. Dos fundamentos principales de una feria de arte son la comercialización de obras y la generación de una atmósfera en donde intercambiar intereses comunes –comerciales, culturales, sociales- cara a cara. En las grandes ligas naturalmente se usan los medios más eficientes para tal fin, y lo logran.
Un dato de interés es que comprar en Miami sólo parece tener onda si sucede durante esa semana y en la feria más trendy posible. La inclusión de sólo 3 galerías de la ciudad en la selección de Basel da cuenta de la limitada importancia que tiene el medio local entre los coleccionistas mas sólidos a nivel internacional, hecho que no sucede con las ciudades que contaban con la mayoría de los booths como Nueva York, Londres, San Pablo o Berlín.
Se me ocurre mencionar un posible marco que acompañó el origen de tal devoción por el arte. El filósofo francés Jean-Marie Schaeffer recurre a la sucesión de discursos teóricos sobre arte desde el siglo XIX (el romanticismo de Schlegel y Novalis, Hegel, Nietzsche hasta la metafísica de Heidegger) para dar cuenta de la construcción de la idea del arte como un conocimiento extático. Esta formulación fundamenta toda una historia que devino en la sacralización del arte. ¿Qué mejor ejemplo de la condición “sagrada” del arte contemporáneo que los megaeventos que reúnen a devotos VIP del arte de todo el mundo, en una especie de peregrinación hacia una gran fiesta a la que muchos no llegan caminando sino en jet privado?
Experimentar una emoción extasiante al encontrarse con una obra de arte requiere mucho trabajo del artista en su obra, de quien decide cómo exhibirla y del que la observa, y también una dosis de magia. A efectos de lograr tal intensidad sin que se cumplan estos requisitos es necesario contar con un ámbito festivo y glamoroso que incite a la efervecencia emocional que el arte debiera producirnos a seres tan sensibles e intelectuales como los que circulamos por el bendito artworld.
Y de ahí intuyo que surge la elección de tantos colores, brillos y kitsch en las obras que vi en esta oportunidad. Trabajos muy fácilmente digeribles por sus cualidades estéticas, por temáticas efectistas o por el nombre que figura en el epígrafe adjunto. Encontré infinidad de figuritas repetidas que señalaban a artistas megaexitosos. Algunos ganadores del ranking en número de apariciones: pinturas de Franz Ackermann, obras del condenado Ai Weiwei, Eliasson Olafur, Peter Doig, Ernesto Neto, John Baldessari, un exceso de obras pop, conceptuales y minimalistas norteamericanas, Neo Rauch, Liam Gillick, Marlene Dumas, muchos Louis Bourgeois, Damien Hirst, los argentinos más recurrentes: Ferrari, Kuitca y Macchi, los clásicos de la escuela de Dusseldorf y derivados, Anselm Reyle, Yoshimoto Nara, Tracey Emin, Nick Cave, Thomas Hirschhorn, y desde ya apadrinados todos por la presencia de los influyentes trabajos de los artistas más reconocidos de la modernidad europea, latinoamericana y sobre todo estadounidense.
Me empaché de hits y no se escapó a este contexto la imposibilidad de alimentarme sanamente. En Miami todo pedido de verduras frescas viene acompañado por chips y vinagretas hechas a base de mayonesa, y si los dejás le agregan bacon frito por las dudas que no cubras una buena ingesta diaria de grasa. Del mismo modo que para sentirle el gusto a la rúcula tenía que tomarme el trabajo de hacer pedidos fuera del combo, para abordar algunos objetos y situaciones artisticas necesité abstraerme de los flashes que aturdían cualquier posibilidad de encuentro con las obras, tal como sucede en todo evento de esta magnitud. Recién cuando logré iluminarme interiormente me topé con un pequeño Richter que me dejó con la boca abierta y la instalación que el duo escandinavo Elmgreen & Dragset presentó en el Art Kabinett de la Galería Helga de Alvear de Madrid. La misma reproducía el interior de un sauna gay ideal en uso -obra que me interesó especialmente sin saber aun que escribiría para esta publicación- y en la que yacía una versión del musculoso Fauno Barberini hecha en mármol a escala real y sometida a una transfusión de sangre. La escultura griega original parece representar al fauno en un profundo descanso tras un estado de embriaguez. En esta remake contemporánea el fornido cuerpo se muestra paradójicamente debilitado y bajo tratamiento, hecho que me hizo pensar en un arte fibroso y anémico cuyos dadores y receptores de sangre estabamos todos juntos dando vueltas alrededor. En el camino me crucé con Eduardo Basualdo que exponía en el stand de Benzacar y me mostró la propuesta de la galería Johann Konig de Berlín: excelente, me encantaron los cefalópodos de David Zink Yi. También rescato la intervención de Paulo Nazareth de Mendes Wood de San Pablo y el imperdible video de Ragnar Kjartansson en el stand de i8 Gallery de Reykjavik en el que logré reparar durante varios minutos, ambos en la sección Art Nova. La primera era una instalación que incluía una Combi Volkswagen de los 70 desbordada de bananas que el artista vendía por US$10 con firma, mientras se colgaba carteles con frases tales como: “No me olviden cuando yo sea un nombre importante” o “Llevo recados para Estados Unidos”. El video del islandés era hipnotizante, aquí un link en donde ver un fragmento de las 6 horas de duración de la obra: http://vimeo.com/34891953
En términos generales me quedé con la sensación de que todo tenía cualidades especulares. No sólo me refiero a las tantísimas obras espejadas de Anish Kapoor o Jeff Koons que renovaban cada día. El escenario estaba compuesto por obras y personajes que literalmente o no, nos reflejan, a veces deformados.
Si entre tanta pompa logramos bajar las revoluciones, los espejos nos reencuentran con nuestra propia mirada para decirnos que los presentes somos autores y actores de eso que allí sucede. Una vez que fui consciente de eso entendí que se había terminado mi visita.
Nos guste o no, somos lo que comemos, somos lo que vemos.
Guadalupe Chirotarrab es arquitecta (UBA) y curadora de muestras de arte contemporáneo. Desde 2009 es directora de la Galería Foster Catena. Actualmente desarrolla su tesis de Maestría en Historia del Arte Latinoamericano en la UNSAM. En 2011, curó la muestra Poetics of Expansion: Nive views of Contemporary Argentine Photography en Dot Fifty One Gallery, Miami. Durante 2008 y 2009 coordinó el programa Contemporáneo CCBorges, desarrollando proyectos con curadores argentinos y extranjeros: entre ellos trabajó junto al curador francés Philippe Cyroulnik en las muestras Objetos de mi pasión – Colección E. Tedesco (2009) y Urbanidades (2008). Entre 2001 y 2008 se desempeñó como docente en la UBA y la UADE en asignaturas relacionadas con la teoría del diseño y la arquitectura. Entre 2007 y 2009 colaboró con el Boletín de Estética del Centro Investigaciones Filosóficas. Escribió notas sobre arte para las revistas Barzón, Source (Irlanda) y el diario El Cronista.
|
|
|