Pensamientos disparados en relación a una conferencia de Luis Camnitzer
por Aníbal Buede
 
Anibal Buede con su hijo. (“En Avellaneda” foto de Ivana Maritano)    
 



Hace unos días, decenas de usuarios de facebook relacionados con las artes publicaron en sus muros una nota de Fietta Jarque para El País1, a propósito de una conferencia de Luis Camnitzer en la galería Parra & Romero de Madrid. En ella Camnitzer proponía, ya desde su presentación, la enseñanza de arte como un fraude.
Las adhesiones en la red social fueron múltiples. A raíz de un comentario que dejé, y teniendo en cuenta que amén de ser artista también soy profesor, la gente de Sauna me invita a escribir sobre el asunto.

Anoche pensaba, de qué diablos voy a escribir si justamente mi relación con la enseñanza de arte se sustenta en los cuestionamientos y no en las respuestas. Se me ocurrió entonces volver al texto que funcionó como punto de partida.

Mi primer intento fue acudir al entrecomillado y no dejarme arrastrar por la manera en la que Jarque manipulaba esos conceptos.
En líneas generales se desprendían varios asuntos que bien puedo tomar como base para plantear algunas ideas.
Por un lado, Camnitzer fundamenta su “tesis” en un campo acotado al sistema educativo de arte en las universidades estadounidenses, una ingenuidad teniendo en cuenta las distintas instancias en las que se desarrolla esta actividad dentro del sistema del arte contemporáneo (aunque viniendo de él, dudo que sea ingenuidad).
Sus conclusiones han sido desactivadas, Mr. Camnitzer.
Por otro lado, propone como única “salvación” la noción del éxito, aunque claro, enmascarado en una falacia: la idea del artista viviendo de la venta de su obra.
Copio y pego:
“En los 35 años que enseñé en la universidad debo haber tenido unos 5.000 estudiantes. De ellos no más de 500 entraron en el circuito de galerías y solo unos 20 han conseguido vivir de la venta de sus obras.”2
 “Vivir del arte” no solo implica la comercialización de nuestra obra, sino también la construcción de un espacio generosamente complejo en el que podemos interactuar desde nuestras múltiples prácticas permitiéndonos vivir, digamos, dignamente de nuestro trabajo.

Lo último referido al texto disparador. Un dato que me lleva a cuestionar acerca de las repercusiones generadas por los comportamientos de quienes enseñan arte.
A tus alumnos les decís cosas hermosas como:
“El buen arte tiene la función de ser subversivo.
El arte puede ser utilizado como un territorio de libertad.
El arte es un lugar donde se pueden pensar cosas que no se pueden pensar de otra manera.”3
Y cuando cerrás la puerta del aula a tus espaldas te cagás en todas y cada una de estas frases.
Si acordamos, tomando en cuenta el sistema del arte contemporáneo como un campo ampliado del aprendizaje del arte, ¿cuánta incidencia tienen, más allá de los conceptos arrojados en las aulas, los comportamientos de los profesores, docentes o maestros de arte en sus alumnos?

 

Apuntes dispersos

Intentaré apuntar algunas ideas acerca del asunto en cuestión, ejercicio que habla de mis maneras de accionar como artista y como profesor, y también de mis carencias.
En ese sentido, voy encontrando ideas que me van llevando a otras, algo así como tránsitos impredecibles. Viajes que me llevan a desarrollar interconexiones, a pensar el arte contemporáneo como una maquinaria de flujos, y al aprendizaje del mismo como una experiencia en constante mutación.

El hecho más significativo que puedo recordar de mi formación como alumno, y que definitivamente tiene que ver con mi posicionamiento, evoca a un profesor que tuve en la Escuela de arte. El fulano nunca me enseñó nada, ni una puta cosa. Extrañamente es del que más aprendí. Salía de sus clases con cientos de preguntas y, claro, para encontrar algunas respuestas tenés que buscar afuera. De algún modo nos proponía, tácitamente, que saliéramos, que investigáramos. Alimentaba nuestra curiosidad con pequeños detalles. Intuyo que aprendimos también de sus miserias.

Aún hoy, después de tantos años de docencia sigo pensando que el arte es inenseñable.
Paradójicamente, algunos de estos apuntes terminan acercándose al postulado de Camnitzer, solo que llegando por recorridos distintos. En todo caso, estas conclusiones, como el objeto de arte si no es leído solo como índice de determinados procesos de producción y de politización que las conforman, se desactivan a sí mismas.

Ultimo apunte, referido a los espacios dirigidos a la enseñanza del arte. Un par de cosas que llaman mi atención.
Por un lado las instituciones estatales, escuelas y universidades de arte, y tomo como ejemplo por cuestiones obvias la escuela donde trabajo, apoyado también por charlas y encuentros con artistas, alumnos y profesores de distintos lugares del país. En líneas generales son academias; en ellas, los abordajes de la obra son sobre el objeto y no sobre las consecuencias políticas y repercusiones simbólicas que estos objetos generan dentro del campo del arte. El intento por generar análisis se desvanece en propuestas de “fundamentaciones” que terminan siendo justificativos de sus producciones. Por distintas razones, que sería muy extenso plantear ahora, estas instituciones funcionan como burbujas fuera de la órbita de las escenas artísticas locales, nacionales e internacionales. Como resultado, salvo algunas pocas excepciones que de algún modo justifican nuestro trabajo, los egresados no tienen ni la más mínima posibilidad de interactuar en el terreno del arte contemporáneo.
Por otro lado, y en un extremo opuesto, hay detalles que me dejan perplejo con respecto a algunas instituciones privadas que se dedican a la formación; plantean, en sus contenidos básicos, contactos y relaciones con personas y otras instituciones de poder; en pocas palabras, te venden la legitimación. A ver, acordamos que hoy el trayecto de los artistas, gestores, curadores y críticos también se alimenta de las relaciones y de la eficiencia al momento de lograr objetivos, solo que cada día son más los ejemplos donde lo vital pareciera la manera de vender lo que hacés, y en los que la especificidad del arte se va evaporando hasta llegar a instancias donde da igual estar hablando de arte o de bulones.
Sin embargo, en medio de estos extremos encontramos una multiplicidad de alternativas que siguen proponiendo un terreno fértil para el aprendizaje del arte. Algunos encuentros, clínicas, residencias de trabajo para artistas, espacios independientes, instituciones privadas dirigidas a adolescentes y hasta charlas informales donde se proponen espacios para la reflexión y el pensamiento.

Por último, se me ocurre que estas instancias se construyen entre todos, con un sentido de exploración constante y con responsabilidades y compromisos compartidos.
Una especie de terreno común.

Córdoba, abril de 2012.

 

1 http://blogs.elpais.com/sin-titulo/2012/03/es-la-ense%C3%B1anza-de-arte-un-fraude.html
2 y 3 Palabras textuales de Luis Camnitzer citadas en la nota de Jarque.




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Aníbal Buede
Soy egresado de la Escuela Superior de Bellas Artes “Dr. J. F. Alcorta”.
Profesor en la misma escuela de Proyecto Final de 4to año de la tecnicatura, Dibujo de 1er año de la diplomatura y Taller de tesis en pintura del 3er año de la diplomatura.
Dirijo la clínica/taller Puesta en órbita.
Dirigí Casa 13 desde su fundación en 1993 hasta el 2011.


 
 
     
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