|
En su novela "Nunca me abandones", Kazuo Ishiguro pone por protagonistas a un grupo de chicos que saben que han sido criados para funcionar como repositores de órganos. "Donantes" se les llama, y es la característica que marcará sus vidas. Al cabo de 2 o 3 donaciones, dejarán de existir.
Las donaciones hacen girar la rueda. Una que se ha salido de eje hace tiempo. ¿Qué necesidad puede tener un museo sin recursos ni infraestructura de coleccionar trabajos de artistas que, en algunos casos, aun están en sus primeros años de producción? Es obvia la respuesta: ninguna. ¿Entonces para qué? La respuesta también es clara: porque es un mecanismo diseñado para ejercer poder. Sin el aval de gente que la perciba como detentora de una buena cantidad de poder, el reinado discrecional de la Directora del Mamba se cae. Y ahí es donde necesita lanzar estas señales histéricas de que es, de que sigue siendo, la portera, bouncer o patova del mundo artístico. Bienvenidos al boliche. No pasará la que viene con zapatos de tal color, el que parece no tener plata o aquel a quien Tal no quiere. Quienes la llaman una y otra vez a ser jurado de premios le hacen el juego. Su paso por ArteBA es saludado como la entrada de Jesús a Jerusalén, en burro. Aunque allí haya cometido errores como el de señalar obras falsas en una galería, que luego resultó que ella misma había avalado tiempo antes. Para atrás y para adelante, una y otra vez. Es la estrategia de la inmovilidad, la misma que le permite permanecer atornillada y eternamente victimizada. La trama de la omertá, aquella que asegura silencios.
Quizá la mayoría de quienes asistieron a la inauguración de Nuevas Tendencias II y hasta le dedicaron performances, no perciben la índole de fisura que ante un frente decidido la Directora enfrentaría. La solicitada de los Artistas Organizados elude nombrarla, -del mismo modo que aquí lo hago, parafraseándolos -, no enuncia el nombre interdicto. Volcar la mayor responsabilidad sobre sus jefes políticos, - que optaron por el silencio- encubre el miedo que provoca. La ausencia de apuntamientos directos a su gestión también explica la aparente rareza de que el jurado de selección al que convocó haya terminado firmando la solicitada que, en definitiva, parece consensuada con ella.
En nuestro cíclico país, el asunto de la Directora rememora al del Director. Me refiero a cuando casi una década atrás Glusberg fue removido del cargo en el MNBA. Entonces artistas, en su mayoría cercanos a él, se agruparon pidiendo su destitución. El por entonces secretario Di Tella terminó por pedir su cabeza, probada la falta de varias obras del patrimonio del museo. Hoy es evidente que algo más que las obras se perdió tras la salida de escena de este personaje. El Director - y la Directora- fueron capaces de crear un orden personalísimo en medio de la indeterminación y el caos. Luego el espectáculo de sus propios satélites canibalizando a Glusberg no fue agradable ni decoroso. No obstante, debía irse. Todo tiene su tiempo bajo el sol.
Lo que sucede con el Mamba ahora puede ser visto como ensañamiento por quienes fueron bendecidos por la Directora. Hay artistas que está claro que recibieron mucho de ella, y es entendible que no le serán ingratos. Pero no los más jóvenes, de los que cuesta entender que no sean más conscientes de la oportunidad que tienen de torcer la historia.
Mas lo que queda tras disiparse la polvareda es un vacío, que muestra cómo el museo ideado por Squirru aparece en la actualidad asumiendo el lugar de principal institución legitimadora debido a la inexistencia o defección de otras. Así, queda para el mercado y para el Mamba, - que actualmente parece representar los intereses de éste- un rol que debiera ser motorizado por múltiples actores e instituciones capaces de generar otra dinámica en nuestra elusiva contemporaneidad.
|
|
|